Opinión Nacional

La “Sociedad Civil” y dictadura de Carmona

El sábado 13 de abril apareció en el diario El Nacional cuerpo “D”, un aviso pagado por quienes desde hace un tiempo se vienen arrojando la representación pura y simple de la “Sociedad Civil”. El comunicado se compone de cinco puntos, de los cuales resaltaremos los que mejor describen, a nuestro juicio, a la así llamada “Sociedad Civil”. Este aviso pasaría sin mayor atención para la mayoría de los lectores, sino es porque tenía la intención de reconocer públicamente nada más y nada menos que al gobierno de facto que pocas horas antes, en la madrugada del día 12, se había instalado en el poder.

En verdad, no sería mayor sorpresa que un grupo de ciudadanos declare a todo el planeta sus inclinaciones y preferencias hacia gobiernos dictatoriales, no sin antes colocarle, para no perder la costumbre, supuestos motivos democráticos que lo legitimarían, al menos ante sus ojos. Lo que sí es curioso, de entrada, es que los mismos que tienen tres años desgarrándose el alma por la democracia, e inculpando al gobierno de Chávez por totalitario y autoritario, se echen en los brazos de un régimen que con un talento pocas veces visto, en horas decide mandar al cesto de la basura a un gobierno electo y a una Constitución aprobada por la voluntad mayoritaria de la sociedad venezolana. Pero un vistazo al propio documento y a los que lo aprueban con su nombre, puede arrojar algunas luces sobre al talante autoritario, excluyente, reaccionario, clasista, golpista y fascista, de los que con una insistencia digna de encomio, se llaman así mismos, “Sociedad Civil”.

Lo primero que llama la atención es el título del aviso. Basta una primera ojeada para que el lector tenga la sensación de que se trata de un anuncio importante. Se percibe con facilidad que los redactores lo titularon movidos por el entusiasmo de quienes advierten una buena nueva; se trata de la venida de un nuevo tiempo. De allí la grandilocuencia del llamado, la sospecha, por no decir la certidumbre, de ser actores principalísimos de una Historia que se anuncia con ellos: “La Sociedad Civil Saluda El Renacimiento de la República de Venezuela”. Como se ve, el título que encabeza la nota lleva implícita una afirmación que no se puede prestar para malos entendidos. Se trata, y no es poca cosa, de la resurrección de la República. Aquí se pone de bulto que al menos el gobierno que antecedió al de Carmona, y que tuvo como presidente a Chávez, desmanteló la República o más bien la secuestró. Por consiguiente, es fácil suponer que la administración que apenas estrenaba Carmona, le devolvía a los venezolanos las virtudes ciudadanas y la voluntad de escoger, en suma, su propio destino como comarca independiente. En consecuencia, el favor que nos otorga el nuevo presidente y sus secuaces no es de poca monta.

Pero vale la pena detenernos en el mismo encabezado que venimos comentando. Me refiero a la frase con que el lector se tropieza en las primeras de cambio: “La Sociedad Civil saluda…” No se trata ya de pasar por representantes de la “Sociedad Civil”, lo que supone un despropósito y una arbitrariedad, por la sencilla razón de que no se puede ser representativo sin haber pasado primero por un proceso electivo, es decir, que no pueden ser representantes de nadie porque simplemente no fueron electos por nadie. Pero en este caso la vaina es más grave. Ya ni siquiera se estampan la representación de todos nosotros que ninguno de nosotros le otorgó, sino que ellos, y únicamente ellos, son, sin más, la “Sociedad Civil”. Lo que presupone que ya ni siquiera serían depositarios de la soberanía de una sociedad o de un pueblo, sino que los que así piensan son ahora los soberanos. Así, esta reaccionaria “Sociedad Civil”, no sería ya la expresión organizada de una sociedad, sino una sociedad en sí misma. La sociedad venezolana contiene en su seno a otra sociedad, a la “Sociedad Civil”. La resulta de toda esta operación revela la opinión supremamente halagadora que se tienen de sí mismos estos malos perdedores de la clase media. Es comprensible entonces el empecinamiento de estos “demócratas” por asaltar el poder y desconocer a un gobierno legítimo. Su razonamiento discurre bajo esta lógica: “Si en última instancia nosotros somos la representación de la moral y las buenas costumbres, lo más puro, lo más cándido, en tanto que no somos políticos, al punto en que cuando hacemos nuestras muy civilizadas manifestaciones no botamos un papel en la calle, sino que más bien los recogemos del piso. Si somos, a fin de cuentas, moralmente superiores que los negros advenedizos que están en Miraflores, nuestro destino es gobernar este país con el objetivo más que noble de educarlo y moralizarlo a nuestra imagen y semejanza”. La derivación de tal planteamiento fue el Golpe de Estado del 11 y del 12 de abril.

En el propio texto del documento se esbozan ideas imposibles de no tomarlas en cuenta. Quienes lo suscriben no pasan por alto los sucesos del 11 de abril. El saldo de muertos y heridos que tuvo la pretensión previamente calculada por el golpismo de llegar hasta Miraflores, a sabiendas de que un grupo considerable de gente que secunda el proceso de cambios, se había apostado en toda la avenida Urdaneta para defender al gobierno de lo ya se sabía era un Golpe de Estado, lo perciben, los felicitadores de la dictadura, como “un día aciago”, pero al mismo tiempo como una “jornada de victoria”. Así, la elaboración política de la “Sociedad Civil” consistía en adjudicarse los muertos como suyos bajo el falso supuesto presentado por los medios de comunicación como una verdad indiscutida, de que quien había consumado tales asesinatos a mansalva había sido el gobierno derrocado para felicidad de la República. La primera parte del documento saludo a la dictadura, culmina con una afirmación que habla bien de la idea lisonjera que tiene la clase media de sí misma, abroquelada en torno a la trampa que significa ser parte de la “Sociedad Civil”. La propuesta, o más bien el mandato, lo sueltan al final del segundo párrafo, en el punto n.° 1. “De hoy en adelante el 11 de Abril será recordado como el día del coraje cívico, el Día de la Sociedad Civil. Esto es, como el día de ellos.

Las ideas que dan continuación al texto muestran los propósitos de este sector de la oposición política, probablemente el más reaccionario, por brindarle legitimidad y piso político a un gobierno que supo exponer a los venezolanos las intenciones tiránicas de un régimen de ultraderecha que apenas mostraba sus colmillos. Las líneas que siguen quedarán para la posteridad como un dato claramente probatorio, irrefutable e inocultable, de las tentaciones antidemocráticas y totalitarias de aquellos que nunca han tenido empacho en hablar por toda la sociedad venezolana, quien de una u otra forma viene canalizando sus inquietudes de participación ciudadana a lo interno de expresiones organizativas de la más variopinta naturaleza.

La sociedad civil reconoce la legitimidad democrática del nuevo Presidente provisional de la República de Venezuela, Dr. Pedro Carmona Estanga”.

El aviso culmina con una exhortación, en primer lugar, “a los ciudadanos”, cuya intención no es otra que asumir de una vez al gobierno de facto. Por otro lado, el resto de los poderes constituidos deben dar señales de “patriotismo”, por consiguiente se les sugiere dar pasos orientados a reconocer sin más a la dictadura que se acababa de instalar en el país. Es por ello que el Fiscal General, el Contralor General, el Defensor del Pueblo, los miembros del CNE, y la Asamblea Nacional, debían renunciar a sus cargos, para garantizar la paz y la pervivencia de lo que ellos llamaban y aun llaman eufemísticamente; “gobierno de transición”.

¿Pero quiénes son los que se reputan como “Sociedad Civil?”. En esta montonera del siglo XXI hay artistas como Orlando Urdaneta o Eva Gutiérrez. Periodistas que siempre estuvieron y aún están prestos para desobedecer el Código de Ética del Periodista, como Mari Montes, Isa Dobles o Francisco “Kiko” Bautista. Pero la lista de notabilísimos próceres que militan en la Plaza Francia no se agota aquí. Es el caso, por ejemplo, de Laureano Márquez y Claudio Nazoa, ocurrentes humoristas, ahora convertidos en la expresión pura y simple de un mal chiste. Imposible pasar por alto a los que desde las zanjas de la “Sociedad Civil”, hicieron lo indecible hasta ser parte de la breve dictadura que intentó secuestrar la democracia. Me refiero a Leonardo Carvajal, eventual Ministro de Educación; y a Elías Santana, aspirante a ser vice-presidente de un gobierno fascista.

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