Las pruebas de la rectificación
Después del trágico sainete tropical que presenció Venezuela entre el 11 y el 14 de abril, Chavez promete rectificar y llama al diálogo y a la reconciliación. La Iglesia, quizás la única institución con “auctoritas” que nos queda, bendice el diálogo. La sangre de los muertos nos obliga a conceder, con sinceridad, el beneficio de la duda. Los chavistas más sensatos e inteligentes deberían entender que un país empobrecido, desigual y partido en dos sectores incomunicados y hostiles corre el riego de convertirse en un “Estado fracasado”, donde reinan el caos, la anarquía y la guerra civil. También deberían comprender que gobernar en contra del 65% ( según todas las encuestas) de la población, incluyendo la casi totalidad de los sectores profesionales y empresariales es una receta para el fracaso. Hasta los extremistas (pero no estúpidos) del chavismo deberían aceptar que las escasas posibilidades de una revolución radical exitosa se acabaron. Su ventana de oportunidad, si existió, fue al inicio del proceso.
El Gobierno solicita a la oposición de utilizar en la lucha política los mecanismos previstos en la Constitución de 1999, el razonamiento es en teoría impecable. Porqué no solicitar un referéndum consultivo o porqué no esperar poco más de año y medio e ir a un referéndum revocatorio o buscar la aprobación de la enmienda, para recortar el mandato presidencial y llamar a elecciones anticipadas. El problema es que nadie en la oposición cree en la imparcialidad del CNE, nombrado prácticamente a dedo por el Gobierno, en el marco de la mal llamada “transitoriedad”, al margen de los mecanismos previstos en la Constitución. Lo mismo pasa con el Tribunal Supremo, el Fiscal General, el Contralor y el Defensor del Pueblo. El pecado original de este Gobierno fue que, en el auge de su apoyo popular, aprobó una Constitución que no fue producto de un amplio consenso nacional entre las principales fuerzas políticas, sino de la voluntad coyuntural de una mayoría. El resultado fue una Constitución de parte que vastos sectores de la población no consideran legítima. Sin embargo, el Gobierno tiene una fugaz oportunidad para demostrar su sinceridad de rectificar y crear las condiciones para recuperar la gobernabilidad. El Presidente Chávez debe provocar la renuncia del CNE, del Tribunal Supremo y de los órganos del Poder Ciudadano y promover la elección de los nuevos integrantes de estos poderes, por el más amplio consenso nacional. Organizaciones parecidas a los círculos bolivarianos han existido sólo en regímenes totalitarios, como las milicias fascistas y nazistas y los comités de defensa de la revolución castristas. En ninguna democracia civilizada se permiten cuerpos partidistas, armados o no, financiados por el presupuesto nacional. Finalmente, la Fuerza Armada, en todo país democrático serio, es una institución jerárquica, obediente y no deliberante. Lo cual no impide que tengan el derecho al voto. Presidente, por el bien del país, pruébenos, con hechos, su voluntad de rectificar.