Opinión Nacional

La edad de la inocencia

(%=Image(2062306,»L»)%)Las situaciones confusas dan pie a dudas. Es seguro que tenemos más preguntas que respuestas, lo cual no está mal. Hay reacciones diversas frente a crisis terminales como la que Venezuela ha estado –y sigue- viviendo. Una tendencia es la de sacudirse de los derrotados, como si todos, de alguna manera, no hubiésemos sido derrotados (gobierno y oposición incluidos). Otra tendencia es a encontrar un “chino de Recadi” sobre el cual descargar las culpas. Pero, lo más seductor es, sin duda, la actitud de muchos que han formado parte de la radicalización global de la sociedad, porque la han expresado y han contribuido a ella, hablando desde un elevado tercer lugar lleno de inocencia; beatífica posición que les permite criticar a los radicales “de lado y lado”.

Uno de los elementos que trae más confusión es la determinación de la naturaleza del régimen de Chávez. Hay distinguidos personajes que se quejan de la insurrección contra Chávez porque habría conducido a la renuncia o fuga de un presidente democrático. Los acontecimientos los atribuyen a la acción golpista de algunos y de esta manera asimilan la defensa del régimen chavista a la defensa de la democracia. Esta visión es esencialmente equivocada y conduce a políticas incorrectas.

El régimen de Chávez no es democrático. Dejó de ser democrático hace mucho tiempo. Entonces, ¿es una dictadura? No, no lo es. Es un régimen autoritario. Chávez es un presidente electo democráticamente, sin duda; pero, el ejercicio de la presidencia y el desmontaje que hizo de la institucionalidad democrática lo transformaron en un autócrata.

No es un fenómeno exclusivamente venezolano. Este tipo de autoritarismo se ha estudiado desde hace algún tiempo, y se refiere a gobiernos que nacen con elecciones democráticas y usan las instituciones del sistema para preservar su propio dominio y, por esa vía, se convierten en autoritarios.

Sus características fundamentales son las del control de todas las ramas del Poder Público; el sometimiento de magistrados y funcionarios designados por el parlamento a la voluntad del Ejecutivo; la destrucción de las instituciones del Estado –como la FAN- para ponerlas a su servicio; la construcción de tropas de asalto paramilitares, como los Círculos del Terror, para agredir a los oponentes; el hostigamiento contra la disidencia y el cerco a los medios de comunicación, entre otras manifestaciones.

Por tanto, el propósito de que Chávez salga de la presidencia es enteramente legítimo porque está fundado en la defensa de la democracia. Desde esta perspectiva, la inmensa manifestación que fue a Miraflores para que Chávez renunciara tiene toda la legitimidad democrática. La acción de los militares, desobedeciendo las órdenes de masacrar a los ciudadanos, fue totalmente democrática. Lo que no fue democrático fue el secuestro de la voluntad popular en negociaciones entre personajes que se repartían el poder. Tal vez nos falte conocer muchos acontecimientos de lo que allí ocurrió, pero es posible que Pedro Carmona a partir de un momento, fue objeto de un proceso que no controlaba, independientemente de sus acuerdos o desacuerdos.

Ni Chávez es un demócrata ni su gobierno es democrático. Si es así, ¿por qué no puede ser útil un golpe de estado para salir de la pesadilla? ¿Qué se le objeta a un golpe si quien lo recibe no sólo es golpista sino que preside una morisqueta de democracia? La razón es que un golpe de estado no sólo permite salir de un personaje y su régimen sino que instaura otros personajes y otro régimen cuya lógica interior suele estar dominada por los militares y la acción represiva. Por estos motivos es que a la sociedad le conviene que sean sus fuerzas, sus organizaciones y sus líderes los que ejecuten el proceso de instaurar un nuevo gobierno, de carácter democrático. Si la manifestación del 11 de abril hubiera culminado en la renuncia que anunció Lucas Rincón, y los líderes civiles hubiesen conformado un gobierno de transición, apelando a la Asamblea Nacional para convenir una mayoría capaz de incluir al chavismo democrático, se habría tenido una jornada totalmente cívica. El papel de los militares habría sido preservar ese proceso y ponerle un freno a los Círculos del Terror en su acción de homicidio y malandraje callejero.

La gran pregunta ahora es si con tanto llamado al diálogo, este gobierno autoritario se puede convertir en uno democrático. Teóricamente sí; tendría que desmontarse todo el aparato de control del autócrata: renovación del Círculo que constituyen los miembros del Poder Ciudadano; cambio en la composición del Tribunal Supremo; cambio de gabinete; reconocimiento de la CTV; desmontaje de los grupos paramilitares alimentados por el gobierno; libertad de Pedro Carmona y de los militares detenidos, retenidos o amenazados; cese al hostigamiento contra medios y periodistas; constitución de la Comisión por la Verdad con verdaderas garantías para el cumplimiento de su misión; sanción de los pillos que han sido denunciados una y otra vez; reenganche de los gerentes de PDVSA; vuelta de los militares a los cuarteles y el llamado al Referéndum Consultivo. ¿Puede Chávez hacer esto? No es seguro que quiera y tampoco que pueda. En este momento él es un prisionero de los radicales que no lo dejan ni hablar. También es prisionero de sí mismo, de su imagen heroica que, ¡caramba!, se vio de nuevo atacada por el “síndrome de La Planicie”. Cuando habla, como quien no quiere, ya comienza a amenazar; y sus lugartenientes también. Lentamente la tenue cobertura de corderos está cediendo a sus propios aullidos, que claman por más víctimas.

Es explicable que Chávez no quiera cambiar, aunque hable de diálogo. Lo que está surgiendo entre las breñas es que él es el principal y directo responsable de la masacre del 11 de abril. Ahora el insólito y dúctil general Rincón dice que el Plan Ávila no necesariamente es para arremeter contra la gente. ¿Será que este general piensa que los venezolanos son lerdos? ¿Cuál es el sentido de activar tanques, soldados a granel, cuando lo que viene encima es una manifestación? ¿A este general y a su jefe no se les ocurrió que frente a una manifestación de esa envergadura lo único que les salía era enviar un grupo a parlamentar en vez ordenar cañones y fusiles?

Por el extraordinario testimonio presentado por Marianella Salazar, en el cual Chávez ordenaba la acción militar, se encuentra que la misma persona que había dicho que los militares jamás dispararían contra el pueblo, impartía la orden de movilización de tropas contra ese pueblo. Cuando los oficiales se niegan, no por golpistas sino por demócratas, ya las tropas de asalto del chavismo estaban matando gente en la calle.

Alí Rodríguez y Rafael Simón Jiménez ya le han impuesto condiciones a Chavez, pero para que sea un cambio creíble tienen que lograr resultados, capaces de trascender el cese de los insultos; de lo contrario, la sociedad tendrá que imponer la nueva renuncia presidencial a través del referéndum dentro de pocas semanas. Y el anuncio de que el hombre se fue no se le puede dejar esta vez a Lucas Rincón.

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