¿Chavismo democrático?
Después de que Chávez pasó sólo en cuestión de pocas
horas de villano a héroe, y ante su discurso de líder
restaurado llamando a la conciliación nacional, cabe
preguntarse, si esta vez habla en serlo y al fin va
admitir la existencia del otro, reconsiderando su
sistemático desprecio a un subestimado y formidable
adversario que por muy poco lo deja fuera del poder.
Sería necio entrar en este momento a evaluar
porcentajes de la conformación de los polos, lo que sí
está claro son las hondas raíces de división que
existen en la sociedad venezolana. Chávez cuyo
debilitamiento era de una evidencia casi patética, no
ha sido sólo devuelto al poder, sino que aquel antiguo
y descomunal fervor ya menguado que tributaban hacia
él sus partidarios, ante la incertidumbre de su
renuncia y destino, el posible atropello a su
condición humana y alta investidura, su detención
ilegal, y la torpeza del gobierno cadillac, excluyente
y de dudosa legalidad de quienes brevemente lo
sustituyeron, se ha visto poderosa y briosamente
resucitado. Mientras que por el otro lado, sus
pertinaces y en nada escuálidos opositores, se verán
irremediablemente disminuidos en su capacidad de
respuesta, resultado de su desmoralización,
produciendo de inmediato fraccionamiento interno y
falta de credibilidad hacia afuera y hacia adentro en
el futuro más próximo.
Ante un cuadro tan negativo de retroceso para los
sectores democráticos del antichavismo, apuntalado en
su contra por el protagonismo de masas, dueños
literalmente de la ciudad de Caracas en defensa y
rehabilitación efectiva de su líder, cuesta creer que
la intolerancia y la prepotencia abusiva del régimen,
que ha dado lugar justamente a los antagonismos
insalvables que llevaron las protestas por la
rectificación (que nunca llegó) hasta una legítima,
constitucional, ejemplar e irrevocablemente pacífica
rebelión cívica con el fin de presionarlo a que
renunciara para desplazarlo del poder, se convierta
ahora de la noche a la mañana en espacios abiertos
para el diálogo, la comprensión mutua y visión
compartida de país del proceso político radical que
adelantaba el gobierno.
Si la idea de las numerosas manifestaciones contrarias
a las políticas oficiales, al menos al principio,
tenía como propósito democratizar el chavismo,
someterlo al imperio de la Ley y la Constitución, hoy
lo menos que puede pensarse que exigirá Chávez como
prebenda de su «victoria» es, sino el respaldo, la
mínima resistencia a sus políticas intervencionistas
estatales de corte extremo, como la aplicación de las
49 leyes de la habilitante, la reforma educativa, su
política exterior agresiva antioccidental y
retóricamente continentalista; el cese de las críticas
de vínculos de su gobierno con la guerrilla
colombiana. Cediendo -es probable-, parcialmente en la
problemática de PDVSA a las peticiones de la nómina
mayor; quizás, no reconociéndola, pero frenando sus
ataques temporalmente al movimiento obrero organizado
de la CTV , y organizando la iniciativa ya anunciada
de las mesas redondas de diálogo, que sólo servirán de
telón de fondo a la intemperancia estructural de su
gobierno, pero cuyas deliberaciones tendrán el mismo
destino que la constituyente, o las discusiones para
la integración de los poderes públicos y el poder
moral en que se impusieron sus domesticados
candidatos.
No obstante mi pesimismo, admito la esperanza que las
cosas se desenvuelvan en sentido distinto al de mi
convicción y que la oposición recobre en corto tiempo
su autoestima y su fuerza.
De elementos azarosos, ya sea que despliegue una
conducta humilde ya sea arrogante el ejercicio del
poder depende en la actualidad lamentablemente la
suerte nuestra y de la nación entera. Ofrenda inútil y
perversa de los pueblos que sucumben servil y
tontamente al pernicioso juego de liderazgos
carismáticos.