Opinión Nacional

La creación del centro político: ¿una idea descabellada?

Venezuela cada día se parece más a aquella España invertebrada de la que nos hablaba Ortega y Gassett a principios del siglo pasado. Sabemos la tragedia que ocurrió luego, cuando la sangre española corrió a borbotones y en la que hermanos se vieron muchas veces enfrentados en campos diversos, frente a frente, reducidos a carne de cañón, por causa de una intolerancia ideológica que no permitía ni admitía que se crearan espacios para la convergencia de ideas políticas.

En Venezuela estamos poco a poco llegando a lo mismo. Un absolutismo ideológico irredento —anclado en los años sesenta— se enfrenta a una ausencia de ideología clara de los que podríamos llamar los desheredados de la democracia venezolana. Quiero definir con esta expresión a todas aquellas personas que nacieron o vivieron en democracia y que solo conocen de lejos la barbarie que significó la dictadura en Venezuela: Castro, Gómez y Pérez Jiménez son una realidad histórica, pero cuarenta años de democracia —por imperfecta que esta haya sido— aparentemente ha inmunizado a la gran mayoría de los venezolanos de toda tentación totalitaria.

Los venezolanos hemos sido a través de nuestra historia desde la segunda mitad del siglo XX seres tolerantes. Baste observar cómo se comportan los fanáticos de Magallanes y Leones después de un partido o incluso los adversarios políticos más extremos en la Asamblea Nacional, que, después de insultarse en la cámara se reúnen cordialmente en alguno de los restaurantes o bares aledaños al Capitolio.

A mi parecer, uno de los graves obstáculos para la vertebración de Venezuela es una aparentemente innata incapacidad de los venezolanos para aceptar públicamente lo bueno que pueda tener el que no piense como nosotros. Esa incapacidad nos lleva por lo general a respuestas más emotivas que reflexivas y, por lo tanto, caemos fácilmente en posturas de “antialgo” por definición o, lo que es lo mismo, la máxima expresión de la intolerancia.

Ante esta realidad, hoy más que nunca, me parece fundamental abrir caminos para la convergencia de ideas que nos permitan enfrentar de manera positiva la infinidad de retos, pequeños y grandes, que han ido convirtiendo nuestras vivencias cotidianas en una inadmisible resignación frente a una realidad que se nos vuelve cada día menos comprensible.

Para resolver los problemas que afectan a nuestra sociedad es indispensable una visión de conjunto y un espíritu de colaboración entre los que hoy solo pueden contemplarse como adversarios. Para adoptar una postura política empleada en otras latitudes es hora de construir en Venezuela un verdadero “CENTRO” sin predeterminar su calificación ni su inclinación hacía uno de los polos tradicionales del pensamiento político

Una contribución para lograr este propósito puede ser organizar un espacio virtual en el que se invite a algunas cabezas pensantes que reflejen todo el espectro político nacional para realizar un ejercicio cibernético de construir un espacio en la Red, en el que se expongan ideas para la promoción de la tolerancia y de la convergencia ideológica y en el que se haga énfasis en los aspectos positivos del venezolano. Eso sin que importe si se es chavista, anti-chavista, magallanero o caraquista, liberal o socialista

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