Opinión Nacional

El retorno de los partidos políticos

En Venezuela, los partidos políticos han sido satanizados. Durante los años 80 y 90, sectores de la elite económica y mediática apostaron a la destrucción de los partidos políticos (¿Recuerdan la novela “Por estas calles”?). Probablemente creyendo que uno de ellos rellenaría el vacío, como Collor de Melo en Brasil. Pues resultó que jugando a aprendices de brujo, les salió un brujo de verdad. Chávez predicó en suelo ya abundantemente regado por esa política de la antipolítica. La matriz de opinión en contra de los partidos se terminó de afianzar, con la traición y la abdicación de muchos de sus mejores dirigentes, que perdieron la fe en sus convicciones y capacidades u optaron por el oportunismo individual. Ahora bien, la institución que caracteriza a un sistema político moderno es el partido político. Siempre han existido facciones, camarillas, grupos que luchan por el poder, pero el partido como organización es un fenómeno de la política moderna. Los partidos nacen cuando en el sistema político moderno surge la necesidad de organizar la participación de las masas en política. Samuel Huntington nos recuerda que: “un Estado sin partidos es también un Estado sin los medios institucionales para engendrar un cambio sostenido y para absorber el impacto de éste. Su capacidad para modernizarse en el plano político, económico y social queda drásticamente limitada”. Garcia Pelayo agrega que “ la democracia de partidos es una adaptación del principio democrático a las nuevas coyunturas históricas y muy concretamente a dos factores conexionados entre sí. La masificación del ejercicio de los derechos democráticos y el carácter organizacional de la sociedad actual. El Estado democrático ha de configurarse como un Estado de partidos… (pues) … sólo la capacidad organizativa de los partidos y su mediación posibilita la actualización de los principios democráticos en las condiciones de la sociedad de nuestro tiempo; esto es sociedad compleja, pluralista, heterogénea y organizacional”. Un Estado sin partidos es frágil, particularmente en las democracias incipientes, donde las demás instituciones del Estado, como la asamblea, el poder judicial y la burocracia tienden a ser “blandas, fofas y obesas”. La inexistencia de partidos políticos de masa organizados y fuertes impide que los gobiernos encuentren en la sociedad interlocutores válidos, capaces de asumir compromisos a nivel nacional. El debilitamiento de los partidos, en los países en desarrollo, favorece el resurgimiento del caudillo carismático y mesiánico y fortalece los poderes fácticos tradicionales: el dinero y las armas.

En Venezuela, frente al autoritarismo cuartelario y marxistoide del gobierno, con sus turbas neofascistas, la oposición luce invertebrada y atomizada en múltiples grupúsculos. Es urgente el fortalecimiento de los partidos, en algunos casos será necesario un profundo proceso de reorganización que termine en una verdadera refundación. Hay que relegitimar los partidos democráticos, especialmente entre la juventud. Los mejores jóvenes deben regresar a la Política ( con P mayúscula), con mística y entusiasmo.

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