Opinión Nacional

Tiempos aciagos

(%=Image(8679685,»R»)%)Lo que se está viviendo en Venezuela puede caracterizarse por la expresión «tiempos aciagos». Expresión que no utilizamos en su sentido más remoto como sinónimo de fatal, referido a las plagas de Egipto. Aquí no estamos por enfrentar una epidemia como la que ocurrió a principios del siglo pasado con la llamada fiebre española. Tampoco los brotes de paludismo y de fiebre amarilla constituyen un riesgo de pandemia, ni la voracidad con la que el SIDA ha ido propagándose en nuestra sociedad sin distingo de sexos ni de clases sociales que aunque no deben desestimarse aún no ponen en peligro la supervivencia de la nación venezolana. Prefiero utilizar la definición que contiene el diccionario del uso del español actual Clave, como el adjetivo » Referido a un período de tiempo infeliz, nefasto o que presagia desgracias».

Las recientes declaraciones de Guaicaipuro Lameda, en su debate virtual con el ausente Ministro de Planificación y Desarrollo, Jorge Giordani, dejaron en el aire la preocupación del general sobre la posibilidad real de que en Venezuela estamos al borde de una guerra civil. Esta amenaza latente se viene escuchando con frecuencia desde la boca de voceros tanto del gobierno como de la oposición. Y si bien es cierto que por ahora estas voces sólo se pueden asumir como presagios de (%=Link(«http://www.solonosotras.com/cultura/mitologias.htm»,»Casandras»)%), no es menos cierto que la violencia está entrando en un fase mas elaborada que permite barruntar malos agüeros.

La violencia en el país está a flor de piel. No creo que tenga sentido indagar y denunciar a quien sembró los vientos, lo que importa es ver qué se puede hacer para detenerlo. Manifestaciones recientes como las generadas por (%=Link(«http://www2.el-nacional.com/ediciones/2002/01/27/pD5s1.htm»,»Lina Ron»)%) y Osvaldo Cancino, o el enfrentamiento después de la marcha de las mujeres, entre un concejal de primero justicia y un buhonero denotan que el apasionamiento furibundo ya no es un mero ejercicio retórico o de catarsis emocional.

La intolerancia esta arraigándose cada vez más entre sectores minoritarios del país, pero la radicalización de los discursos, la negación del adversario político, la llamada a la fuerza para resolver las controversias son el caldo de cultivo por excelencia de una violencia desbocada que puede terminar muy mal. Algunos de estos fanáticos, de ambos bando, están deseando que haya un muerto – preferiblemente de su propia secta— para elevarlo a la condición de mártir y, a partir de este deplorable acontecimiento, generar una ola de repudio y de coerción que acabe de una vez con ese adversario con quien no se desea hablar sino imponerle una determinada visión de la realidad.

¿Quién o quiénes pueden detener este huracán que amenaza con acabar con la paz social ganada con sangre en el curso del siglo pasado? No creo que haya una respuesta simple porque los culpables están ubicados en diversos sectores de la sociedad venezolana. Por un lado, es evidente que el gobierno ha practicado una retórica peligrosa de fomentar antagonismos de clases. Algunos voceros del mismo parecerían amamantados por el pensamiento de (%=Link(«http://cepa.newschool.edu/het/profiles/sorel.htm»,»Georges Sorel»)%). Mas otros que conforman ese inorgánico macro mundo de la oposición se sienten atraídos por una solución de continuidad que daría al traste – de una vez por todas— con el gobierno sin importarle ni la forma ni los métodos con tal que se logre el objetivo.

Entre estos volátiles polos estamos la inmensa mayoría de los venezolanos —demostrado por las últimas encuestas—, que deseamos soluciones pacificas y aspiramos a la unión del país para enfrentar los enormes retos económicos, políticos y sociales que están planteados para hacer viable el crecimiento y el desarrollo sostenido de Venezuela.

Basta ya de camisas rojas y pendones negros, de fraseologías hueras como «las pantaletas están con el Presidente» o » Arriba, abajo, Chavez pal Carajo»., eslóganes perfectos para hinchas de equipos de pelota, pero no para motivar cambios positivos para Venezuela. Si seguimos bailando al son de las marchas y contramarchas con un jolgorio caribe haremos cierta la expresión de (%=Link(«http://www.acadnachistoria.org/vida_miranda/biografia_miranda.htm»,»Miranda»)%): «¡Bochinche, bochinche! Esta gente no es capaz sino de bochinche».

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