Opinión Nacional

Un país en marcha

Considerando este nuevo oficio de los venezolanos, a
la que venimos entregándonos sin descanso como es
marchar, ya sea a favor o en contra del gobierno, es
para decir, no sin eufemismo, que Venezuela es una
nación en marcha. Estos singulares y maratónicos
aerobics criollos masivos tomados aisladamente, son un
mecanismo de expresión democrática, pero por paradoja
, lo que vienen mostrando estos eventos, son los
signos de una virulencia e intolerancia entre dos
venezuelas cada día mas recalentadas e
irreconciliables, y que no sólo nuestro país, ninguno
podría soportarlo por mucho tiempo sin reventar.

Los acontecimientos del que estamos siendo
protagonistas en vez de marchar, es decir, ir hacia
adelante, con nuestra confrontación, nos hundimos cada
día más en la desesperanza, en la violencia y en el
abismo.

Lo que parece increíble de todo esto, es que tanto la
dirigencia del gobierno y de la fuerte pero
heterogénea oposición, es de no quererse dar cuenta de
que el juego es demasiado peligroso; que nos
encontramos a un punto, o ya lo estamos, en que la
aniquilación la están asegurando ambos bandos,
sirviendole de anteojito la mesa a una salida de
fuerza, sangrienta y autoritaria que terminará de
barrer del escenario a los actores de las dos aceras,
que con un engreimiento ciego piensan estar afianzados
en el mejor de los terrenos posibles para desplazar al
otro, con el corolario que sea sepultado no se sabe
hasta cuando y el grado de devastación, el pluralismo,
la sociedad libre y el orden democrático.

Esta lucha sin cuartel entre dos extremos, ya por
desgracia muy robustecidos en sus radicalismos y en
recíprocas desconfianzas, viene arrastrando al centro
-deseosos de calma y paz-, que al menos hasta no hace
mucho era la mayoría de la nación, hacia sus
enloquecidas posiciones polares, por lo que se hace
preciso encontrar cuanto antes un mecanismo eficaz
para desmantelarlos.

Es absurdo caearse a embustes en cuanto al grado de
erosión actual que vislumbre alternativas a corto
plazo para lograrlo; pero las condiciones que nos
llevaron hasta aquí, hay que comenzarlas a trabajar
para hacerlas retroceder. No cabe duda, que el régimen
tiene una descomunal responsabilidad por no percibir
hasta donde sus necedades dogmáticas lo ha colocado en
un dilema que aparenta haber resuelto en no ceder
aunque corra el riesgo de morir y con ello llevarse en
su naufragio la democracia y todo lo que la haya por
delante, y el extremismo opositor no libre de pecado,
anclado e indispuesto a concebir una salida distinta a
una defenestracion inmediata que expulse a Chávez de
Miraflores.

¡Basta¡ de marchar para seguir parados en el mismo
limbo improductivo. La iglesia, organizaciones
civiles, partidista, sindicales y empresariales deben
restearse hasta el cansancio en buscar algún
interlocutor, incluso internacional, que abone
soluciones dignas para todos. Es necesario ponerle fin
a estas marchas de paralíticos.

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