Poder y estupidez
El prestigioso economista italiano Carlo M. Cipolla, en su estupendo ensayo, “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, nos dice en la Tercera ( y áurea) Ley Fundamental: “una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin lograr ninguna ventaja para sí o, para colmo, sufriendo él mismo una pérdida.” (Los que causan daño a los demás, logrando una ventaja para sí mismos, Cipolla los define como “bandidos”.) Cipolla, en el capítulo de su ensayo dedicado a las relaciones entre la estupidez y el poder, nos hace notar que algunos estúpidos causan normalmente sólo perdidas limitadas, mientras otros logran causar daños espantosos, no sólo a uno o dos individuos, sino a comunidades o a una sociedad entera. El potencial de una persona estúpida de hacer daño, nos dice Cipolla, depende de dos factores principales. Antes que nada del factor genético. Algunos individuos heredan notables dosis del gen de la estupidez y gracias a esa herencia forman parte, desde el nacimiento, de la elite de su grupo. El segundo factor que determina el potencial de una persona estúpida deriva de la posición que ocupa en la sociedad. Por tanto, la capacidad de hacer daño al próximo de un estúpido está peligrosamente acrecentada por la posición de poder que ocupa. Según el viejo testamento: “stultorum infinitus est numerus”, ( el número de los estúpidos es infinito), exageración poética, porque, afortunadamente, el número de los seres vivientes es finito, sin embargo, los autores o el Autor del viejo testamento, “pensaban” con una “visión “de eternidad (“sub specie aeternitatis”), en ese caso, el número de estúpidos es, sin duda, infinito. Por eso, el gran Canciller alemán Konrad Adenauer decía que: ”si algo injusto había hecho Dios era que habiendo limitado la inteligencia humana, había dejado totalmente ilimitada la estupidez.”
Nuestra preocupación, como venezolanos, aquí y ahora (hic et nunc), consiste en que el número de estúpidos en las filas del gobierno parece haber llegado a niveles patológicamente elevados. Nos dice también Cipolla que el estúpido no sabe que es un estúpido y que eso contribuye potentemente a darle mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora. La Quinta Ley Fundamental de Cipolla reza: “La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe”, la Ley tiene un corolario: “El estúpido es más peligroso que el bandido”. En efecto, el resultado de la acción de un perfecto bandido representa puramente una transferencia de riqueza y/o bienestar de la persona o las personas naturales o jurídicas dañadas a la persona del bandido. Por tanto, para la sociedad en su conjunto la situación no ha cambiado, permanece estacionaria. En cambio, es evidente que cuando las personas estúpidas causan pérdidas a las demás personas, sin realizar ventajas para sí mismas, la sociedad entera se empobrece. Por tanto, obviamente, el país que tiene un alto porcentaje de estúpidos en el gobierno está en camino al desastre.