Opinión Nacional

El tono presidencial y una crónica imaginaria

Resultó una auténtica sorpresa para todos, «el tono»
en que el Presidente se dirigió a la Asamblea Nacional
en ocasión de presentar el balance anual de su gestión
del año 2001. Para el país, sigue siendo hoy motivo de
múltiples comentarios y de distintas interpretaciones
lo que viene llamándose el «cambio de tono»
presidencial. No parece necesario aclarar, pero de
todas maneras lo hacemos, que cuando hablamos de «tono
«lo es en el entendido de la acepción musical de «buen
tono», vale decir, de la combinación de las diferentes
inflexiones de la voz capaces de transmitir una
armónica tonalidad. Por lo que vimos o mejor dicho
por lo que oímos, Chávez parece haber descubierto
definitivamente lo que afirmara alguna vez en su
también muy peculiar pero caraqueñísimo tono, el poco
recordado, pero sí muy querido profesor José Antonio
Calcaño, quien sostenía: «Que no hay revolución sin
música». Calcaño agregaba, que la canción
revolucionaria entonces(1810) y ahora era el único
medio eficaz de comunicación de masas. Esto,
repetimos, parece haberlo entendido bien el
Comandante, pero no ya para difundir una música que
exalta la emoción de un sector de la sociedad por lo
que la haría excluyente, como por ejemplo la de Alí
Primera, sino utilizando sus propios talentos
interpretativos; las palabras surgiendo entre ritmos
sonoros, las frases en relieve musitando, ya el
hombre no habla, canta, contagiando y comunicando la
emoción musical para que juntos cantemos todos con él.

Su crónica de músico de no haber sido Presidente
hubiera podido escribirse así:

«El Ex Teniente Coronel Hugo Chávez sin lugar a dudas
uno de nuestros más significativos artistas y
embajadores, su nombre y su música se asocian siempre
con la buena imagen de nuestro país en el exterior.

Pero también es un caballero: su amabilidad, sencillez
y cordialidad saltan a la vista, y es, además, un
hombre de prestigio al que sus logros no se le han
subido a la cabeza.

Para él, la música lo es todo, y le gusta compartirla
más allá de los escenarios con aquellos jóvenes
inquietos que buscan abrirse un espacio en este medio.

Como resultado de esta visión, durante tres noches,
tres viernes seguidos, Chávez dirigió y aconsejó a un
grupo de jóvenes valores, sin cobrar un centavo, en el
patio exterior del restaurante «El Tusero» en lo que
llamó un «Big Band». Este grupo muy popular de
Venezuela y América, se inicio en 1992 en la cárcel de
Yare, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Como
todo el mundo, sufrieron de problemas económicos
tocando en «pubs», en la playa y en festivales en los
llanos colombo-venezolanos. En 1994, sacaron su primer
disco «No Somos Nada» de la cual se destaca el tema
«Bolivariana», una sarcástica canción de corte
folklórico y patriótico.

El año siguiente, ellos sacaron su trabajo musical más
exitoso «La Constituyente», batiendo récord en ventas. «Los Corraleros de Sabaneta» está constituido por
cinco muchachos sencillos y carismáticos. El ya
célebre Chávez vocalista, coplista y marimbero;
Pancho Arias quien arregla los temas y es el
tecladista; Noel Acosta y Chucho Urdaneta primera
guitarra y bajista, respectivamente; Luisito Reyes el
arpista, y Diosdado el benjamín del grupo, quien es su
as del cuatro y de las maracas. Hugo Chávez, el
miembro más carismático y llamativo de la banda, es
presentador de un exitoso programa de televisión.

A pesar de ser considerado un grupo de Rock, esta
singular agrupación interpreta efectivamente
diferentes ritmos musicales como rock lento, rock
pesado, salsa, joropo, rap y una que otra balada para
suavizar los corazones. En otras palabras, ellos no
tienen un estilo definido de música.

Nos comentaba Chávez en una entrevista reciente, por
ser aficionado a la musicoterapia y enemigo de la
disonancia que: » ‘La Disonancia Rítmica’ constituye
un peligro mortal para los seres vivos. Los organismos
vivientes tienden, a acomodar el funcionamiento de sus
órganos al ritmo sonoro exterior a ellos. Por ejemplo,
es sabido que un pez necesita de un mínimo de 43
aspiraciones por minuto para no morir asfixiado. Si se
deja oír, próximo al pez, un tic-tac rítmico de 40
latidos por minuto, el animal acompasa sus
respiraciones al período de ruido. Al finalizar el
minuto, las aspiraciones del animal son de 40 por
minuto sin que pueda aumentarlas nuevamente. El pez
trata de huir a un lugar silencioso para salvar su
vida. Si el instrumento no se interrumpe, el pez muere
‘asfixiado por disonancia'».

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