El país de los arrepentidos
Cuando alguien cambia de opinión, acerca de algo, no significa, necesariamente, ser inconsecuente. Cuando hay arrepentimientos políticos generalmente éstos no son los elegidos sino los electores; no son los líderes sino quienes los auparon. – ¿Por qué? – Porque el pueblo, el mal llamado soberano, siempre se equivoca. El soberano es un equivocado histórico. En otras palabras, este supuesto soberano nunca jamás ha ejercido ni la autoridad ni ha sido independiente; es por eso que éste siempre ha sido suplantado por un Soberano (con mayúscula) que es altivo, soberbio, ignorante, soez, presumido y muchas veces loco o medio loco. La historia está llena de ellos.
¿Quiénes son los primeros arrepentidos en el ámbito político? – Siempre los seres pensantes. Si no fuera así Sócrates no hubiera tomado la cicuta, ni Aristóteles hubiera salido al exilio. Los verdaderos sabios, esos que piensan que tienen mucho que aprender, que además, son capaces de reconocer sus errores y de criticar en voz alta, los de los demás, sin importarles las consecuencias (contra ellos, obviamente) porque hacen recordar o traen a colación falsas promesas o promesas incumplidas, errores, frustraciones, piratería ideológica como las de quienes inventan ideologías inexistentes, o transforman en héroes populares a traficantes de esclavos, en Juan Sin Tierra a latifundistas alzados en armas, etc. Los intelectuales son siempre los odiosos tábanos que pican a los bueyes para que no se duerman y avancen.
Los líderes de pacotilla por lo general, o casi siempre, se rodean de aduladores profesionales o aprendices de aduladores, así como de sus respectivos brujos o brujas para que les falsifiquen el futuro que creen comprar a “realazo” limpio. También estos individuos, quienes se jactan de tener “viveza criolla” (como los ladrones de maní en los supermercados), se rodean de individuos de poca monta, con muy baja estima, solapados y traidores, que manifiestan siempre algún tipo de retraso intelectual, pero que se sienten a sus anchas frente a un micrófono o cámara de TV diciendo sandeces pues creen que lo hacen muy bien y que así el Soberano les dará una palmada en el hombro.
Es así como los verdaderos intelectuales: sí, esos que piensan, estudian, analizan, escriben, enseñan, hacen autocrítica, producen, crean sensatez, y poseen el don de decir las cosas por su verdadero nombre sin insultar a nadie, pasan, en este pequeño mundo de los tunantes con poder, a ser tildados de traidores, vende patria, extranjerizantes, partidarios del tío Sam, renacuajos del pensamiento, etc. No se les dice extraterrestres porque dejaría de ser un insulto en el mar de los sargazos de estos reyes de la mediocridad semi-ilustrada. Ser intelectual está vedado en el reino de la inopia ética.
En este tipo de liderazgo hay una regla que jamás falla: la inclinación a crear una burocracia lumpenburguesa, la cual una vez que ha accedido al poder, con la bendición del Soberano, comienza a tomarle gusto a los que antes ellos llamaban vicios pequeños burgueses. Si se está en la cúspide de la burocracia, obviamente, la barragana no será ya la secretaria. No, eso era para los cuartorepublicanos. Ahora la barragana lo menos que puede ser es una “Miss”; y ojo, a éstas no se les regala un apratamentico en Los Palos Grandes, no. Se les compra una mansión en Lagunitas, un Ferrari en lugar del “Jic” 4X4, y una diadema de diamantes cortados por Kartpuche y no por Juan Pérez en Petare. Cambian los gustos por la bebida. En lugar de una “catira” se comienza a “bebel” un “guiski” de 18 años, no importa si es falsificado o no, total no notan la diferencia, si es blended o malted menos; cambian la bicicleta de “repalto” por una “bleisel”, y así sea todo por la revolución. ¡Ah! Pero el sueldito no tiene todos los gastos “cubridos”, así que obligadamente hay que cambiar rápidamente los procedimientos y dos letras a la comprometedora revolución; ésta en adelante será la “robolución populal”. Obviamente a todo esto hay que agregarle el Rolex” de tres millones pues es el que usa el Jefe; el de siete millones no sirve pues como lo usan los astronautas es poco llamativo, pesa poco y tiene muchos aparatos que obviamente no saben leer.
Lo anterior incita a los “robolucionarios” a ser más de lo mismo. Para eso necesitan, obviamente, hacer creer que hay algún tipo de ideología. ¡Que mejor que los Talibanes! – Ellos aparecieron con su revolución, antigringa, “arrechamente” humana y anti “wasps”, sin importar que significa la palabrita esa. Total, la usó la Vice… Ella, así como el Soberano, dice que hay que darles duro a los ricos; en donde más les duela…La oligarquía tiene “real” y hay que quitárselo como sea para repartirlo entre los pobres. No importa que los ricos sean pocos y los pobres muchos, muchos, muchos… El Maestro decía que “ellos tenían asegurado el reino de Dios”, así que si la plata de los ricos alcanza para nosotros solamente, que fuimos pobres y somos antioligarcas, estará bien, dicen nuestros Talibanes burócrataslumpenburgueses. Y sacan, obviamente a colación a Simón Bolívar, quien fue el más grande oligarca de la Capitanía General. Él les quitó a los ricos para darle a su revolución. ¿Acaso es mentira que él se auto desplumó?
“Los intelectuales, deben estar, siempre, en la oposición”, me dijo un día un amigo intelectual de origen árabe. Y tiene razón. La intelectualidad es el alma y corazón de una nación. Si no late, si no piensa, la nación se muere. Si no lo creen miren lo que está sucediendo en la agónica Argentina: “Don’t cry for me; don’t cry for me Argentina, Venezuela, Haiti; don’t cry for me, cry for your own sins…”, podría decir una nueva Opera Rock.
Pero estos Talibanes “robolucionarios” tampoco quieren a la clase media. Ellos se han propuesto hacer la “robolución” de lo pobres. ¿Será que quieren mandarnos pronto al cielo? – ¡Cuanto cuesta ser clase media! – Lo peor de todo es que lo que más se parece a un rico (claro, no a un nuevo rico ni a un Taliban con dinero o un narco) es un miembro de la clase media educada. Tienen automóviles que parecen finos, usan estilográficas de oro, relojes Omega o Cartier, mancuernas en las camisas y corbatas de seda, visten con telas “Cashmir” (pura lana peinada), usan zapatos Rossi o parecidos, se peinan bien, se perfuman, revuelven el whisky con un palillo, toman Campari on the Rocks, etc. Además, hablan decentemente; lo más que pueden decir cuando están enojados o se golpean un dedo con un martillo es “merde de chien”… Esta clase media debe ser eliminada según los Talibanes. Ellos se preparan para reemplazarla y obviamente a sus gustos pequeños burgueses de pacotilla tendrán que agregarle un diccionario “anti Carreño” para estar a la altura del líder.
Así dadas las cosas, los intelectuales hemos aprendido una buena lección; esto está dentro de los principios mayéuticos y dentro de el análisis marxista. Reconocemos que “metimos las patas” al apoyar, ayudar o aupar, a un liderazgo desquiciado y perdido en el espacio del tiempo pues se olvidó que mientras ellos se quedaban el la Guerra Fría, nosotros ya avanzábamos, hacía un buen rato, por la revolución científico técnica, la revolución del microchip, la revolución de la sociedad del no empleo, la revolución de la segunda globalización económica y finalmente la revolución de las comunicaciones; ésta última, según mi criterio, la más importante pues coloca frente a la humanidad a los individuos de manera que en segundos se sabe quién es quien, hacia dónde vamos, dónde estamos y que pensamos, lo cual es contrario al pensamiento único propiciado por el neoliberalismo y por el talibanismo político-social propiciado por nuestro Soberano.
*Politólogo; autor de “Neoliberalismo Miseria Humana”