Opinión Nacional

Momentum

La absoluta soledad del régimen lo lanza hacia la radicalización. Chávez se sostiene por tres razones. Primero, por haber sido electo democráticamente, cuestión que lleva a muchas burocracias internacionales a no atender su evolución y carácter autoritario actual. Segundo, por la inercia institucional, que hace muy complejo activar instituciones conservadoras por naturaleza (tribunales, Fuerzas Armadas, organismos de control y fiscalización) para cambiar al gobierno. Tres, por la actitud amedrentadora y homicida en las calles de los Círculos del Terror. No incluyo el apoyo popular, ahora menor que antes pero significativo, porque no es movilizable políticamente sino presupuestariamente. Carece de fuerza real; la única fuerza es la del amedrentamiento de las tropas de asalto, lo cual no debe confundirse con los sectores populares que todavía apoyan al gobierno.

Sin embargo, todas las fuerzas sociales, políticas e institucionales de la sociedad han abandonado al gobierno. El gobierno flota en la maniobra; en las vivezas de José Vicente Rangel; en la agresión desfachatada de Chávez; en el cinismo de funcionarios que llaman a la paz y arman a los facinerosos; en la fabrica de videos en la que se ha convertido el Canal 8; en la estridencia inédita de Chaderton; en la procacidad de los altos funcionarios; en la ausencia de brújula del gabinete económico, que hoy registra el bolsillo izquierdo del pantalón de los venezolanos, mañana busca en los entresijos de la cartera, para reunir aquí y allá unos dineros que se esfuman entre la incompetencia y el pillaje.

El gobierno esta desnudo. La maniobra del diálogo se derrumbo. Ni el truco de la Comisión dirigida por el Vicepresidente, destinada a los incautos, ni la esperanza que tenía Arias Cárdenas en el diálogo personal con su antiguo amigo, llevaron a absolutamente nada, más que a una breve y superada confusión sobre los reales propósitos gubernamentales. Se demostró que el diálogo que parte de la idea de que Chávez es medio loco y hay que retornarlo a la cordura, es una inmensa falacia; es atribuir la devastación del país a un ataque de locura individual, sin tomar en cuenta de que se esta en presencia de un proyecto pretendidamente revolucionario. Este proyecto es el que le permite a los líderes del régimen ver como una conquista revolucionaria el control de PDVSA, cuando lo que hay es destrucción institucional; les permite ver un sector agrario bonito, cuando lo que hay es la depredación masiva del agro venezolano; les permite ver justicia social, cuando el común de la gente lo que ve son atracos y robos.

En este contexto, Chávez esta atrapado. No puede (ni lo dejan, en el supuesto que quisiera) retroceder. La cadena de pilletes no transige porque se cuestionaría el modo de vida adquirido. El grupo de revolucionarios cesantes tampoco lo acepta, porque saben que esta es la ultima aventura de su vida, después de la cual es muy difícil la vuelta a Miraflores, para las fotos, o a Platanal , para la mesada. Tampoco lo dejan los que creen sinceramente que ésta es una revolución, porque las revoluciones no se negocian con la oposición. La salida que han concebido es huir hacia adelante, mediante el autogolpe.

Esa radicalización supone, en forma esencial, acabar con la disidencia; lo cual incluye partidos y organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación, Fuerza Armada, Iglesia y todo lo que se oponga; pero se proponen hacerlo con la bandera de la democracia, acusando a todos los demás de golpistas, cuando el gobierno sabe que la inmensa mayoría que se le opone no lo es.

La detención de Peña Esclusa, las amenazas a Cecilia Sosa, Orlando Urdaneta y Napoleón Bravo, entre otros; la indignidad de los jefes de la DIM y la Disip contra el coronel Rodríguez Salas y su esposa; la creación de un estado policial en Caracas, impidiendo manifestaciones mediante la confiscación de espacios públicos a través de decretos; la idea de hacer caso omiso de la decisión del Tribunal Supremo para sancionar a los oficiales por la vía administrativa; entre muchas otras acciones, son meras provocaciones para generar una respuesta emocional, descoordinada, que aborte la preparación de una acción de masas contundente, que obligaría al gobierno a una negociación seria para adelantar este año las elecciones o a una nueva renuncia urgente de Hugo Chávez.

La sangre fría y la unidad de la oposición son indispensables en este momento. Pareciera que después de un breve periodo de disensiones publicas, ha retornado el sentido estratégico de la unidad. La Coordinadora Democrática tiene muchísimo que ganar si toma las discusiones con el Grupo Tripartito de Trabajo (OEA, PNUD y Centro Carter) con la máxima dedicación y seriedad. No puede olvidarse que todos los puntos esenciales del Comunicado del GTT recogen planteamientos de la oposición; si se avanza en ese camino es excelente porque se reconquistan elementos de la democracia y se hace retroceder el autoritarismo, buscando las elecciones anticipadas. Pero si no se avanza, será responsabilidad exclusiva del gobierno; entonces la presión por la renuncia presidencial adquirirá, nuevamente, toda la legitimidad necesaria en Venezuela y en el mundo.

Este momento es decisivo. Las virtudes de la paciencia; las definiciones estratégicas de fondo; el empleo de las fuerzas en su momento; ganar y ganar aliados; comprender que todos tienen cabida, tanto los que quieren ir más rápido como los que quieren ir más lento; no brindarle coartadas al gobierno que procura desesperadamente el escenario que le permita que el autogolpe, ya comenzado, se legitime; prestarle mucha atención a los mediadores internacionales; atender la relación con los militares para que protejan los derechos ciudadanos e impidan el zarpazo gubernamental; son todos elementos que una sabia oposición no puede desestimar.

Chávez mueve tropas de aquí para allá; cercena el derecho a manifestar; usa la Dim y la Disip como fuerzas de choque. Se queda solo, muy solo. Las banderas de la democracia, confusamente manejadas después del 11 de abril, vuelven a las legítimas manos de la disidencia en el país. Hay que cuidar que no vuelvan a caer.

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