Opinión Nacional

¿Diálogo bonito?

La presencia de la misión internacional facilitadora o mediadora, importa poco la denominación, integrada por representantes de OEA, PNUD y Centro Carter, ha sido objeto de la mayor atención por parte de todos los medios de comunicación, en particular aquellos impresos de circulación tanto nacional como regional. No es para menos, puesto que las expectativas que la misma ha despertado están más que justificadas. Los distintos sectores de la población estiman que ese apoyo foráneo podrá contribuir a solucionar la crisis de gobernabilidad que afecta al país. Pero lo que espera a los facilitadores no es nada fácil, si se toma en cuenta que sentar en una misma mesa a dialogar a oficialismo y oposición es solamente una parte de la encomienda.

El tiempo transcurrido entre abril y septiembre 2002 ha sido pródigo en señales de lo que aguarda a los negociadores en su peculiar tarea. No en balde cada vez que Hugo Chávez Frías interviene en público, tanto en su acostumbrado programa radial como en cualquiera de los tantos eventos a los que acude, sea en función de primer mandatario nacional o en la de cabeza máxima del movimiento político que acaudilla, todo lo que dice, sin que se pueda mostrar excepción alguna, va dirigido a impedir el progreso de algún tipo de negociación como la que se requiere para que oficialismo y oposición algún día lleguen a entenderse.

Sin ir muy lejos, las últimas intervenciones del jefe del Estado, aparte del habitual lenguaje cargado de pugnacidad que le es característico, apuntan a una situación que niega toda posibilidad de negociación. En efecto, el clamor nacional, como lo señalan todos los sondeos de opinión pública, indica que la cesación inmediata en el cargo de quien desempeña ahora la Presidencia de la República es una aspiración generalizada que comparte una mayoría determinante de los más diversos sectores de la población. Pues bien, para que no haya motivo a confusión o engaño posibles, el titular del Ejecutivo Nacional, el mismo día cuando recibió a la misión internacional declaró a los medios de comunicación que todos los temas podían ser objeto de diálogo menos aquel referido a la duración de su mandato. Con lo que, de entrada, le señalaba a los factores de la oposición organizada, o sea la Coordinadora Democrática, que se abstuvieran de presentar el asunto para el proyecto de agenda que necesariamente habrá que discutir con los facilitadores a fin de que las negociaciones correspondientes se encausen debidamente.

Lo que ocurre es que el primer mandatario aspira a un proceso de diálogo bonito y, un diálogo auténtico, para llegar a alcanzar resultados positivos tiene que considerar la totalidad de los asuntos por dilucidar, cualquiera sea su naturaleza, puesto que, de otra manera, no se avanzará y será tiempo perdido el que inviertan en el empeño unos y otros actores. Por tal razón, no tiene por qué ser calificado de extremista o de pesimista, quien se adelante a opinar que la negociación en ciernes, dirigida a superar la crisis de gobernabilidad que padece Venezuela, puede llegar a fracasar como consecuencia del fundamentalismo sectario y de la ceguera política que tanto el jefe del Estado como el MVR muestran ostensiblemente, sin reparo alguno, en todas sus actuaciones.

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