El canal 8 y los otros medios
El régimen, con vehemente y agresivo esfuerzo viene
sosteniendo, que los medios privados de comunicación
en Venezuela se encuentran al servicio de la
contrarevolución, se usan con fines conspirativos,
destacando de sus acusaciones, que en sus
inconfesables propósitos estos faltan constantemente a
la verdad.
Para este gobierno, «la verdad» es el juicio favorable
que se debe tener de todo lo que él hace y dice,
siendo imperativo abstenerse de negarlo racionalmente,
además de que sus verdades deben llegar a ser de
general aceptación por todos los venezolanos. Es
obvio, que para poder cumplir con este soñado deseo,
Chávez tendría que tener el poder de su amigo Mugabe
quien desde el año 2000 ha detenido a 50 periodistas,
torturado a por lo menos dos y enjuiciado a cerca de
40 y a sus medios, ultilizando también el acoso con
milicianos a su servicio.
En nuestro país muy a pesar de sus jerarcas, seguimos
siendo una sociedad pluralista, y los medios privados
un contrapoder. El que exista juego de intereses es
indiscutible; ello no significa, desde luego, que los
intereses que pueden tener los medios entre sí que
suelen enfrentarlos y de éstos con el poder, conlleven
siempre una filiación bastarda. En un clima de
libertades y de reglas, los medios independientes
pueden desarrollar más y mejor sus propósitos y fines,
incluyendo los comerciales. Pero lo que da verdadera
fuerza a los medios, es el nivel de credibilidad que
alcancen en otras gentes y en la opinión pública. En
Venezuela, los medios impresos y radioeléctricos son
numerosos, dándonos un abanico de opciones para
elegirlos, y son variables-como es natural- los
distinos niveles de percepción de su credibilidad. Lo
que el oficialismo ha calificado como conspiración
mediática, que hace aparecer a los medios como si
estuvieran concertados, es básicamente consecuencia de
que los intereses sustentados por todos ellos como
expresiones libres e indepedientes, peligran por
igual, y mientras el régimen se empeñe en
descalificarlos éstos, no tan sólo han ganado en
credibilidad sino en solidaridad casi monolítica, que
es la lógica respuesta que ha recibido la agresión
oficial.
La pugnacidad entre un régimen y su medios libres de
expresión – no es nada saludable, por ser sintomático
de una sociedad enferma-, lo que no quiere decir que
los medios impresos y audiovisuales privados
representen el ideal de un virtuoso desempeño. El que
la televisión, por ejemplo, tiene que ser reinventada
en muchísimos aspectos no cabe duda, eso es una vieja
aspiración de mucha gente y especialistas en el tema,
que lejos de hoy cumplirse por el contrario, la
llamada «televisión basura»( reality shows y talk
shows)se afianza con programaciones mórbidas que en
lugar de informar o formar, la realidad que intentan
mostrar la deforman. Sin embargo, a pesar de sus
miserias, hasta el más detestable medio privado tiene
en si mismo variada su programación; siempre habrá
algo que valga la pena ver. Pero lo del canal 8, es un
ejemplo de lo que no debe ser un canal de televisión.
El gobierno en su afán de contrarrestar a este
«adversario» ha fabricado del canal 8 y los otros
medios del Estado, un repulsivo escenario panfletario
de mentiras y manipulaciones indigeribles donde hay un
solo protagonista, Chávez. Ver el canal 8 es
espeluznante, pues parece mostrar allí lo que sería
nuestra televisión si en Venezuela se impusiera la
autocracia y el partido único.
La designación de Nora Uribe en el Ministerio de
Comunicaciones, contrario al de restituir el sentido
que deben tener los medios del Estado como
instrumentos no partidistas de información y
educación, viene con la idea de intensificar sus
contenidos ideológicos. Es bueno recordar, que ella
forma parte del «Comando Patriótico de la Revolución»,
un ente que reúne a dirigentes de diversos partidos
que apoyan al presidente y que tiene como finalidad
«elevar el nivel ideológico» de los seguidores del
jefe de Estado.
Por lo visto, permanecerá como materia pendiente para
el futuro, el rediseño y papel que deben prestar los
medios como lo que nunca deben de dejar ser: servicio
a la sociedad.