Diálogo: ¿sólo para cobardes?
La actual situación que vive el país, tomado por las
greñas y a la brava por los dos extremos del espectro
político, hace de las reconocidas facultades de
mediación de los organismos internacionales que han
arribado a Venezuela con ese propósito, la más
auténtica prueba para verificar su real capacidad, no
solamente para bajarle la temperatura a una
confrontación entre venezolanos que luce tan
inevitable como sangrienta, sino para sugerir con
firmeza las posibles vías de solución del conflicto.
En dirección a ello, los visitantes -si es verdad que
no quieren perder el viaje -, tendrán que despojarse
del acostumbrado, anodino y gelatinoso lenguaje
diplomático, y no eludir llamar las cosas con su
nombre. La primera e incontrastable realidad y que de
ser sinceros sus esfuerzos, esquivarlo se les hará
imposible, es reconocer que el presidente Chávez es el
foco generador y el principal responsable de la
perturbación de donde brota la intolerancia y el
desencuentro de los venezolanos. Igualmente de la
observación, les será fácil percibir que éste mantiene
una importante aunque muy menguada popularidad, con
apoyo de círculos armados dispuestos a batirse por él,
además de querer persistir con sus intenciones en
llevar adelante un proceso político sectario negador
por su esencia totalitaria del diálogo y el consenso.
En otras palabras, sería taparse los ojos a estas
alturas para quién observe el chavismo de cerca, no
darse cuenta de que no es democratizable, y que su
líder enceguecido de sus inescrupulosos y ambiciosos
planes por carecer del realismo político necesario,
está imposibilitado para ponerle límite a las
potencialidades de su acción política, sintiendo a la
vez sin interesarle las consecuencias de su acción -,
un morboso atractivo por asomarse al abismo.
Desde luego, que esto no es lo único que verán, se les
hará más que transparente a los mediadores, que la
resistencia al «proyecto bolivariano» y a su
conductor, se convirtió en repulsa y ésta en acerado
odio que se extiende en diferentes grados y escalas de
los que se le oponen. Pero lo realmente peligroso es
que, quienes coordinan la agenda opositora, por odios
propios e interpretando complacidos a las masas más
enardecidas que son las que vienen ejerciendo el mayor
activismo en la calle y en la creencia de que el
gobierno está caído, han clausurado, por juzgarlo
cobarde, toda posibilidad de diálogo.
No es nada complicado adivinar que el Gobierno ni la
oposición van a poder vencer su intransigencia y
sentarse a dialogar, máximo cuando ya esta última está
en vísperas de declarar una huelga general y piensa
erróneamente que el régimen está blandito, sin medir
ya las consecuencias de la violencia que con
probabilidad se desatará de esta acción.
Sólo nos resta recomendar a los facilitadores- si
desean tener éxito y ayudarnos -, insistir en una
propuesta de referéndum que decida si Chávez sigue o
se va. Para impulsarla, requieren acercarse a las
escasas personalidades moderadas que aún no han
enloquecido-incluso del gobierno- que pululan como
especies en extinción, pero que ya han asomado sus
rostros.
Persuadir al país, que no hay ruta más segura a la
consumación de la más abominable de las tentaciones
que es cerrarle a la nación su derecho a la paz, es
urgente, tarea ineludible que les aguarda.