No hay rollo camaradas, ¡disparen a matar!
Como una orden expresa de matar- casi podría
interpretarse- se le ha dado a «la revolución
bolivariana», a sus agitadores, enloquecidos
pistoleros y demás cowboys revolucionarios reunidos
en sus círculos contra los opositores del mandatario
moribundo a través de la sentencia del tribunal de
«control» presidencial, al decidir la libertad de tres
de sus más iluminados malandros de «Banda- Yaguno»,
siendo de una transparencia tan notable la carta
blanca para disparar que el camión de pus de su
cinismo no sólo hará inocultable la injerencia de los
adlateres del «proceso» y del jefe mismo en la
decisión de la juez Norma Sandoval, sino que su
impacto será con mucha probabilidades de consecuencias
devastadoras, sino definitivas para colocar a este
régimen ante la opinión nacional e internacional como
un gobierno bárbaro y al margen de la ley. Dicho
sea de paso aún antes de ese fatídico 11 de abril se
encontraba en credibilidad ya suficientemente
maltrecho y comprometido.
No será suficiente que el gobierno alegue la autonomía
de los tribunales. Desde hace tiempo, la comunidad
internacional y los organismos hemisféricos están más
que enterados y lo reflejan algunos de sus informes,
que la reestructuración del Poder Judicial en
Venezuela ha formado parte principalísima del fraude
revolucionario.
Inolvidable fue como el Presidente, no sólo al
principio le atribuyó a los videos donde aparecen
disparando sus «heraldos» como falsos, trucados
por la perversa oposición mediática y conspirativa,
hecho ya de suma gravedad, al negarlos,
instintivamente admitía la naturaleza criminal de los
hechos, sino rendido ante la evidencia de la veracidad
de las cintas, poco después y como paladín del Estado
de Derecho blandiendo con su histriónico sarcasmo la »
mini bicha azul» en una mano, y comprometido como ha
estado siempre con la autonomía e independencia de los
Poderes Públicos, sostuvo sin rubor ni empacho, la
causa de «los amigos del pueblo». Alegó como es por
todos conocido la legítima defensa de sus «tirolocos»
a sueldo.
Eso mismo alegaron al Tribunal de Los Angeles que
absolvió los cuatro policías blancos que en 1991 le
propinaron una golpiza brutal al chofer negro Rodney
King. Un video aficionado mostró la verdad lo que
causó al año siguiente 50 muertos, e incendios y
disturbios en esa y en otras ciudades norteamericanas.
En el caso de King la solidaridad racial de sus
agresores con el juzgador privó para socavar la
justicia; en nuestro caso, la lealtad y fidelidad
revolucionaria se lleva por los cachos el sufrimiento
de una nación; de padres y de hijos que le suman al
dolor de su pérdida el triunfo de la impunidad.
No es descabellado pensar, que la decisión que deja en
libertad a estos asesinos, tiene también fines de
favorecer al Presidente en un juicio en su contra,
incluso si éste se produce en instancias
internacionales. De habérseles condenado, se hubiera
producido un precedente de tipo legal que sumado a
otros contundentes elementos indiciarios le
estrecharía los argumentos de inocencia a Chávez.
Nos aferramos a la convicción que esta sentencia es un
nuevo atajo inútil del régimen, que la dinámica
irracional que expresa sólo servirá para acelerar su
estrepitosa caída.
El destino al otro lado del puente escoltado por la
justicia, aguarda sereno y sin prisa sosegadamente
para tomar su turno.