De Petare al referendum
El evento realizado recientemente en la calle Lebrum de Petare fue todo un éxito. Los socialcristianos promovimos y realizamos un legítimo acto de protesta contra las políticas impopulares del gobierno y su pretensión de impulsar las leyes autoritarias que dice tener reservadas para aferrarse en el poder.
Realizamos el acto a pesar del propio gobierno: durante largas semanas estuvo entretenido en una campaña ilimitada por sembrar el miedo entre la humilde población petareña. Las emisoras del Estado no hicieron otra cosa que reflejar el propio miedo que tiene molido al oficialismo ante el asedio pacífico de una población hastiada de su demagogia, instalada la crisis económica en todos los hogares con un desenfado sin precedentes.
Distintos analistas apuntan desde ya a la trascendencia política del evento. No obstante, es necesario consignar unas observaciones referidas a su naturaleza e importancia.
Por una parte, se tratan de eventos extraordinarios que escapan al normal desarrollo de la protesta cívica al realizarlos en lo que –antes- se suponían enclaves del llamado chavismo, pues, es en los sectores populares donde la sinceridad los ha tocado y desgarrado como un frágil mito que se deshace. Perdieron el apoyo de estos sectores y, pretendiendo mantenerlos cercados y aterrorizados, se requería de algo más que la sociedad civil para actualizar la protesta.
En efecto, los partidos políticos realmente organizados y disciplinados irrumpieron, aceptando todos los riesgos, en aquellos lugares tenidos de alta peligrosidad, como Catia y Petare. Partidos que, como COPEI, están en la capacidad de celebrar actos multitudinarios en cualquier momento y lugar, pero tenían la responsabilidad de abrir y sincerar los otros y más amplios espacios de la oposición, a pesar del terror que ejerce el gobierno y sus grupos paramilitares. En fin, no tiene gracia –aunque serán siempre bienvenidos- reafirmar los espacios serenos de una oposición que ya ha dado muestras de una estupenda combatividad, en vez de asomarse a los horizontes que claman por la libertad y el pan negados hoy.
Por otra parte, es necesario resaltar el compromiso con la pluralidad opositora y, en esta ocasión, la del Petarazo, todas las organizaciones representativas de la sociedad civil y de los partidos participaron de un evento que tuvo en COPEI su columna vertebral. Ello constituye la mejor señal del entendimiento básico entre todas las corrientes venezolanistas para garantizar un mínimo de gobernabilidad en los años posteriores al chavismo, sin que signifique sofocar por decreto la conflictividad y la disidencia inherentes a todo régimen de libertades.
Se ha puesto de nuevo en evidencia a los conductores actuales de un Estado que no garantiza la vida e integridad de las personas y bienes, marcados por una desesperación que los lleva a patrocinar grupos armados capaces de agredir a la pacífica población petareña e, incluso, incendiar sedes como la regional mirandina de COPEI con la mirada complaciente de las autoridades. Además de soportar cotidianamente las tempestades del hampa común y del desempleo, el mero afán de preservar el poder lleva al oficialismo a atentar contra la vida ajena sin preguntar siquiera con quién o quiénes están, pues, los transeúntes simplemente deben exponerse a los desafueros de aquellos que confoman los círculos del terror. El vicepresidente Rangel, quien quiso sacarle las castañas del fuego a su hijo alcalde, y puso en evidencia lo que es una caricatura de revolución.
Del bisturí nuclear
Un día anterior al Petarazo, las autoridades del partido socialcristiano recibieron una esquela del ministro Rincón, pretendiendo amedrentarlas. Invocaba el mismo personaje que le mintió al país un día de abril de 2002, sumergiéndolo en una pavorosa confusión, aquellas consignas de paz que ha violado tantas veces el propio gobierno con un cinismo sin fronteras.
La misma noche, el ministro hizo una cadena radial y televisiva un poco más ilustrativa y, en un intento de parecer convincente, dijo tener pruebas de la supuesta conspiración opositora. Puso cara de gravedad y lo mínimo que se me ocurrió fue que exhibiría una suerte de reactor nuclear, quizá los planos del que regenta el señor Burn de los Simpson´s,. Pero no, expuso a la vista de todos una revelación más asombrosa: la hoja de un bisturí presuntamente incautada en las inmediaciones de Petare.
Obviamente, para quien hizo del conocimiento y ejecución de las armas una profesión, la hojilla es apenas un detalle y para los pobladores de Petare poco menos que un chiste, pues, precisamente, el ministro del Interior que –teóricamente, al menos- debe velar por la seguridad y tranquilidad de las barriadas, jamás ha logrado atrapar y menos sacarles del bolsillo las pistolas, ametralladoras y granadas de las que disponen los malandros del sector. Y, además, es demasiado evidente que los círculos del terror no se ganaron en una rifa el armamento que exhiben.
Cinismo. Nada más que cinismo.