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Terremoto político en Argentina

La gran votación del candidato opositor Mauricio Macri en la primera ronda electoral de Argentina el 25 de octubre es un terremoto político que, gane quien gane en la segunda vuelta del 22 de noviembre, marca el fin del ciclo populista “kirchnerista” que gobernó en los últimos 12 años, y probablemente tendrá un efecto contagio en otros países sudamericanos.

Macri, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, sorprendió no solo por forzar una segunda vuelta electoral contra el candidato oficialista Daniel Scioli, sino también al ganar la poderosa provincia de Buenos Aires –que había estado en manos del partido peronista de Scioli durante casi tres décadas– y la mayoría de las provincias más importantes del país.

Además, Macri y el candidato opositor Sergio Massa ganaron suficientes escaños en el Congreso para poner fin a la mayoría absoluta de los partidarios de la presidente saliente Cristina Fernández de Kirchner en la Cámara de Diputados.

Aún más importante, Macri se convirtió en la figura del momento. Ahora, tiene una buena posibilidad de obtener suficientes votos de los candidatos opositores derrotados en la primera ronda como para ganar la segunda vuelta.

Las caras de Macri y de Scioli en sus discursos tras la votación en la primera vuelta lo decían todo. Macri se veía radiante, con un discurso victorioso, y un mensaje de paz y amor, convocando a la reconciliación nacional. “¡Gracias!, ¡Gracias!, ¡Gracias!”, decía a la multitud. Scioli, por el contrario, parecía un hombre enojado, agrio, que advertía que vendrían tiempos terribles si el país cambia de rumbo.

Scioli ahora enfrenta un reto formidable: si se mueve hacia el centro, arriesga perder el apoyo de la maquinaria política del gobierno kirchnerista. Si se desplaza hacia la izquierda para retener la maquinaria política del gobierno, no puede ganar los votos moderados que necesita para ampliar su base.

Para empeorar las cosas, las relaciones entre la presidenta saliente y Scioli, que nunca habían sido buenas, empeoraron después de la votación del domingo. Ambas partes están culpándose una a la otra por el mal resultado electoral. Las tensiones entre el gobierno y la campaña de Scioli son palpables.

“Si el candidato del gobierno quiere ser presidente, tendrá que dejar de portarse como un empleado de Cristina”, dice Massa, que acabó en el tercer puesto, y es el fiel de la balanza.

Massa no ha apoyado a ninguno de los candidatos finales, pero es más crítico con Scioli que con Macri. La mayoría de los partidarios de Massa están cansados ​​de la corrupción rampante, la pésima gestión y la arrogancia autoritaria del gobierno.

Una fuente cercana a Massa, con acceso a las encuestas internas de su campaña, me dice que los partidarios de Massa son propensos a apoyar a Macri “por un margen de más de 2 por 1”.

Sin embargo, esto no significa que la victoria de Macri sea un hecho consumado: muchos partidarios de Massa se identifican como “peronistas”, como Scioli, y podrían dejarse convencer por una campaña oficialista que demonice a Macri como un supuesto derechista que desmantelaría los programas sociales.

La estrategia de Scioli será “ideologizar” la campaña, tratando de convertirla en una lucha entre la izquierda y la derecha, y de satanizar a su rival como el candidato de los ricos. La estrategia de Macri, a su vez, será no entrar en el debate ideológico, y concentrarse en la corrupción, el abuso de poder, y la caída de la economía bajo el gobierno saliente, y presentar a Scioli como un peón de la presidenta.

Mi opinión: la elección de Argentina se perfila como una contienda entre la continuidad y el cambio. Y en un país con crecimiento económico nulo, y sin dinero para repartir, el mensaje del cambio de Macri suena más atractivo. Scioli todavía puede ganar, pero solo si se distancia del gobierno y gira hacia el centro. Sea como sea, la era kirchnerista está llegando a su fin.

@oppenheimera

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