Patriotas de plástico
La invasión a Irak por los EEUU, ha develado en
Venezuela posturas que no tienen otro calificativo de
vergonzosas, abarcando sectores para nada desdeñables
por su cantidad pertenecientes al más inmenso universo
de los que adversan y desean la salida de Chávez y su
fraudulento régimen del poder.
Si bien es cierto, que el país en general ha condenado
simultáneamente el gobierno criminal de Husseín
también, precedido de una moral auténtica propia de su
vocación pacifista, lo ha hecho con la intervención
norteamericana. Esta última especialmente -lo
percibimos así por la manera en que esta se produjo-,
que podemos resumir en: cinismo arrogante,
transgresión del orden jurídico internacional y falta
de pruebas suficientes de que el régimen de Husseín
representa un genuino peligro a sus intereses
nacionales
Muchos de ese grueso contingente de confesos »
enamorados de la paz», que condenan de la boca para
afuera la acción bélica, se explayan en privado,
coincidiendo con lo que no encubren su respaldo y
simpatía por la guerra contra Sadam- entre ellos no
escasos periodistas, analistas políticos y columnistas
de prensa-, de lo beneficioso que resultará para
combatir y sacar a Chávez , el que los Americanos se
despojaron ya de cobas y finalmente se decidieron por
exterminar a los bandidos del planeta lo que terminará
salvándonos y liberándonos de la repugnante «lacra
chavista».
Estos patriotas que llamo de plástico, por la
facilidad con la que se doblan, traficando con
espantosa flexibilidad sus principios, no son sólo los
que apoyaron «la Carmonada», son también los mismos
que desalientan «el revocatorio», piden la salvación
militar y como marchistas, exigen la libertad para los
medios, la ruptura con la influencia de Castro y el
respeto por los derechos civiles.
Enceguecidos por su parroquialismo estúpido y su
internacionalismo servil, se resisten a ver que la
decisión del gobierno republicano de Mr. Bush de
imponer sus propias normas de supremacía global, va a
resentir de manera significativa las relaciones
internacionales, sepultando en buena medida el
multilateralismo, la soberanía,los intercambios
comerciales, los vínculos regionales, la cooperación
en materias como el medio ambiente, lucha contra la
pobreza e infinidad de otros temas que quedarán
diferidos y subordinados al interés prioritario del
«gendarme» de atender su nueva noción de seguridad.
Esta situación es pésima para Chávez, sin duda, pero
con él y luego sin él no será buena para Venezuela.
La nación obligada a enfrentar este nuevo desafío,
debe prepararse para manejarlo con firmeza sin perder
la moderación en orden a establecer los equilibrios
que más nos favorezcan.
Reiteramos que la salida de Chavez es un asunto que
nos concierne a los venezolanos.
Abdicar de nuestra capacidad de derrotarlo a una
acción decisiva de un poder extranjero, sería la más
grande de sus victorias de su ya suficiente,
abominable y destructivo paso por el país.