Venezuela en la encrucijada
El país entró en la etapa definitiva de su vida. Las opciones son claras. Se debate entre dictadura o democracia, libertad o tiranía, estado y mercado, estatismo o primacía de la persona humana como individuo, estado docente o libertad educativa, entre lo público y lo privado, militarismo o civilismo. Entre los valores fundamentales de nuestra civilización judeo-cristiana o los derivados del comunismo tropicalizado del castrismo. En fin, es un problema de fondo mayor que una simple diatriba personal o política. Trasciende el hecho electoral y nos aproxima a una confrontación material sin precedentes. Hablamos de un choque de culturas incompatibles entre sí aunque existan matices, esquemas de aproximación e incluso, posibles acuerdos para abrirle espacio a todos los esquemas al menos en lo teórico.
El debate está en todas partes. En las aulas, en los talleres, en los campos, en los pasillos de las oficinas, en los bares, en los estadios y, por supuesto en la intimidad de los hogares. El tema del presente y del futuro de la nación en general y de algunos de sus sectores en particular enciende ardorosas disputas. La cobarde agresión contra las familias de los petroleros ilegalmente despedidos y la mejor forma de defenderlos, la enfermiza y extraña pasión de Chávez por Castro, el Chacal Ramírez y los narcoterroristas colombianos, el odio hacia Estados Unidos y haber privilegiado a los gobiernos forajidos del medio oriente frente a la Unión Europea. El papel de los gobernadores y alcaldes, de la fuerza armada y los militares disidentes, la confiscación de los dólares de los ciudadanos para destruir la empresa privada o la formación de milicias paramilitares para enfrentarlas, luego de infiltración dirigida, al ejercito regular o la falta de seguridad de las personas y de los bienes son algunos de los temas que más apasionan.
El gobierno se prepara para la guerra. Concentra el poder en todas las instancia. Destruye a PDVSA sin rubor. Purga a la Fuerza Armada masacrado inmisericorde a sus mejores hombres y entrega los mandos a los peores, a los más corrompidos y alabarderos sirvientes. Arma hasta los dientes a sus círculos terroristas, los entrena para el combate urbano y rural y hasta se burla de la obsesión electorera de sus opositores. Una vez más, el país real como llamaba Octavio Paz, siente la ausencia del país político en la los problemas de su vida diaria. Está huérfano de liderazgo político, más no social, y sin instrumentos suficientes para liquidar esta infamia que nos gobierna. ¿Es mucho pedir que arriesguemos todo, la vida incluida, para cambiar al gobierno, lograr que Venezuela funcione, que todos podamos comer completo, formar una familia y dejarle a nuestros hijos una patria mejor? Las denuncias de Carlos Alberto Montaner hizo el domingo sobre las toneladas de armas que Cuba está enviando a Venezuela, son obligantes. Nosotros somos los grandes deudores de la historia contemporánea.