Ideología
La práctica política demanda espacios en la estructura intelectual del hombre que necesitan ser llenados con ideales. Con sueños y expectativas que le den sentido a la vida y a la racionalidad de su lucha. Espacios que están sedientos de motivaciones concretas para justificar su inserción en los nuevos escenarios de la Venezuela del siglo XXI y de la Revolución Bolivariana.
El mundo global de hoy, saturado del pragmatismo dominante, deja de lado el fomento de las ideas. Ignora al conjunto de preceptos que nos permite legitimar el orden social por establecerse. Condición propicia para que destaque la pasión por encima de la virtud. Para ceder a la tentación que provoca la corrupción y para rendirse ante la fascinación del embrujo del poder. Solamente la solidez de los principios morales y éticos puede oponerse al lascivo encanto que hace claudicar a los lujuriosos y usufructuarios del poder.
El conjunto de ideas racionalmente procesadas y estructuradas con base en la temperancia, la sensatez y el buen juicio de la lógica del pensamiento, es la ideología. Producto imperecedero y profundo del raciocinio humano. Ni el Muro de Berlín, ni la globalización ni la postmodernidad, pueden agotar la creación intelectual. Nunca se acabará el conocimiento, ni se destruirán las representaciones que se hacen de los objetos que se estudian. Mientras el hombre piense, prevalecerá el intelecto para conceptualizar la realidad. Esa realidad que percibe y que existe en su marco referencial es la que le permite crear los modelos que la explican. El acto de producción intelectual es el punto de partida para crear su propio sistema de ideas. Así nace la ideología. Y así se nutren las virtudes para solidificar sus principios morales.
La ideología es vital para sostener cualquier proceso de cambio histórico, el cual tiene que ser diferente al que impone el Orden Mundial de la hegemonía. La ideología es la base que sirve de referencia para sustentar la moral política. La dignidad, el honor, la lealtad, la perseverancia y la honestidad, son elementos fundamentales que se hallan en la corriente ideológica que enaltece la lucha por el pueblo. Son factores de la virtud humana que al hacerlos presente en el pensamiento, y ponerlos en evidencia en el accionar diario con la sociedad, se crecen las motivaciones de vida y se eleva la moral humana.
Al ser portadores del fundamento ideológico, la lucha política se humaniza. Se encuadra en la valoración espiritual y se entra en las dimensiones del sentimiento del hombre. Desaparece el tiempo perecedero en cuanto a las metas para concretar los ideales. Se minimizan los obstáculos de la lucha. Se fortalecen las virtudes y se entiende el significado del bien común. Se asume el amor al prójimo.
Hoy más que nunca debido a la quiebra del sistema de democracia representativa y el nacimiento de la Revolución Bolivariana, aún en gestación, hay que detenerse a pensar. Concebir el marco de referencia individual, para que relacionamos lo que observamos, procesemos el significado de los hechos sociales y emitamos nuestros propios conceptos. Abrir un paréntesis en nuestra cotidianidad, para investigar y estudiar, pedir opiniones y confrontar posiciones. Así se le va dando forma a un pensamiento que va a encontrar referencia universal. Necesidad inmediata para crear cultura y formar ciudadanos. Exigencia para trascender la historia y no quedar como la generación volátil: solo gas que desaparece en el aire, sin dejar raíces que labren una herencia moral para el país. El reto de ahora, de los luchadores políticos revolucionarios, de quienes se identifican con el Proceso es asumir la ideología de la revolución. Es crear el auténtico poder popular. Es, sencillamente, inaugurar la era de la democracia directa.