Opinión Nacional

Obsesión fatal

Noches atrás, en cadena televisiva al estilo Chávez, reapareció en pantalla el gobernador de Aragua, Didalco Bolívar, con el triste espectáculo que forma parte de su show publicitario sostenido también en emisoras radiales y periódicos regionales y nacionales, a través del cual intenta infructuosamente levantar cortinas de humo para tapar los entuertos y la mediocridad que han dado al traste con su gestión de gobierno.

Desencajado, incongruente, timorato y casi tartamudo, el gobernador no atinaba más que a echar mano de argumentos con los que no lograba convencerse ni él mismo. Habló de la “capacidad” de su gobierno para transformar en productividad las bondades de la región. Con la certidumbre y confianza de quien está bailando en un tusero, cometió exabruptos como el de hacer alardes de la “seguridad” reinante en Aragua, de la recuperación del sector productivo, del óptimo estado de las carreteras del sur, de la satisfacción de sus habitantes, entre otros embustes. Como si los televidentes no supieran que los registros de desempleo en nuestra región son poco menos alarmantes que el índice delictivo, como si el empresariado no estuviese sufriendo la diezma del parque industrial, como si los trabajadores del sector público no estuviesen contemplando con dolor el saqueo de las arcas del Estado mientras a ellos se les niegan beneficios contractuales con la excusa de la crisis, como si los agricultores no sufrieran las penurias por el deterioro de las carreteras y la pésima prestación de los servicios básicos.

Pero comprobamos que su desespero aumenta a su máxima expresión cuando invoca a Tulio Capriles acusándolo de ser el único responsable de los problemas de la región, pero reconociendo cada vez que puede que hasta hace poco doblaba permanentemente las rodillas para inclinarse a sus pies.

Cuesta creer -si no fuera porque viví su hostigamiento en carne propia- que un mandatario, lejos de mantener una conducta que honre la investidura de su cargo, abandone sus funciones para entregarse en cuerpo y alma a librar una encarnizada persecución contra un ciudadano, simplemente porque lo adversa. Tal conducta raya en las manías características de un psicópata. Se trata de una obsesión. La misma obsesión de la cual yo fui víctima en el pasado, cuando desató una cacería judicial y policial en mi contra pretendiendo meterme preso a como diera lugar, además de tratar de apropiarse del medio donde para entonces laboraba. Nunca pudo doblegarme.

Pero más grave que sus atropellos, sus abusos de autoridad, es que el gobernador Didalco Antonio Bolívar Graterol disponga de los dineros del pueblo en su pleito personal con Tulio Capriles. El costo para el Estado de esa campaña por prensa, radio y TV es colosal y constituye un grave delito de corrupción por el que tarde o temprano será llevado a juicio, pues es inconcebible que mientras sectores vitales como educación, salud o economía, continúan paralizados por falta de inversión, el gobernador de Aragua mal gaste esa millonada en una pelea personal, por lo demás estéril e improductiva, pero que se ha convertido en su obsesión fatal. Cabe aquí preguntarse dónde está la Contraloría del Estado, eso por no mencionar el triste papel del Consejo Legislativo Regional.

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