Opinión Nacional

Ni formales ni reales

Las manidas y constantes invocaciones bolivarianas no logran edificar las urgencias ideológicas del régimen, dando ocasión para que cierto marxismo lo intente, muy teñido de los sesenta, colándose entre los resquicios anímicos del mandatario. No obstante, es terrible el distanciamiento cada vez más acentuado entre los bienes políticos reconocidos, inscritos por el apresurado y dócil constituyente de 1999, y los bienes económicos y sociales que dijo reclamar.

La mera supervivencia en el poder subraya la importancia de los más colosales e inimaginables enemigos, creyéndolos a todos como tales así surja una modesta nota disidente en casa, legitimando la parálisis institucional y la esterilidad ética. Cabe un discurso nacionalista a la vez que la plataforma deltana no es motivo de severa preocupación, porque la probada colección de los adjetivos dice aliviar la improvisación fundante.

La libertad tendrá que esperar, pues, frecuentemente, toda revolución es diferimiento hasta que las condiciones objetivas y concretas la hagan posible en un marco de prosperidad y de justicia social, según una de las tantas versiones del fenómeno. Y la (probablemente anacrónica) distinción entre las libertades formales y las reales, yacen en el cementerio a la espera de un honroso funeral que alerte a los nuevos teóricos.

Por una parte, la captura del presidente de Fedecámaras y la orden que pesa sobre el de la CTV, por no citar la muerte de los soldados de Altamira y del agente policial de Caracas, la amenaza de masificar la imputación del delito de traición a la patria, amén de la negación a una salida electoral pacifica, negociada y adelantada de la crisis, alimentan las cenizas de lo que es formalidad y papel en relación a las limitaciones del poder frente a la ciudadanía. Por otra, el régimen nos ha lanzado por un profundo despeñadero económico y social, suma de toda su irresponsabilidad, que nos aleja sideralmente de la amabilidad utópica de los que fragüaron y justificaron tal distinción.

Queda la osamenta de un régimen que reparte bolsas de comida o implementa un operativo médico-asistencial cuando sobra dinero de los viajes presidenciales, pero no genera un empleo decente y sustentable ni reinventa la seguridad social. Previo anuncio, abre el compás de la represión directa e intenta amordazar a los medios y condicionar al (%=Link(«http://www.tsj.gov.ve»,»TSJ»)%).

No hay libertades formales ni reales. Únicamente queda la repetición enfermiza de adjetivos para adedarse y nombrarse entre las paredes de Miraflores.

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