Golpe indefinido
Los intentos de golpe continúan. Siguen vigentes no desde el 11A, sino desde el 10 de diciembre del 2001. La inestabilidad inducida por las cúpulas
reaccionarias no cesa. Ese vértice inescrupuloso de la oposición es
implacable con el «proceso». Aniquilamiento es el término que se ajusta a la
intención de sus ambiciones políticas. Una versión postmoderna del decreto
de guerra a muerte de 1813. Justifican, desde la perspectiva de la
disonancia cognitiva –creer lo que no es–, su acción destructora.
Retoman la amenaza de otro paro general. Alientan a la masa subalterna a
tomar un segundo aire, levantarse de nuevo y enfilar sus energías contra el
«proceso», el gobierno y, particularmente, contra el Presidente. No hay
remordimiento de conciencia por continuar agravando el punto crítico de la
economía nacional. Inmutable su conducta despótica hacia los sectores pobres
y más desasistidos de la sociedad. El egoísmo, las posturas individualistas
y los esquemas ideológicos pro-fascistas, se apoderan de su alma, de su
moral y de su conciencia. No hay razón, ni apelación a actitudes envueltas
con el manto de la buena voluntad, que les lleve a hacer un alto y asumir la
tregua. Aceptar responsabilidades en la situación de deterioro de la calidad
de vida del venezolano de hoy. Admitir la derrota y pensar con humildad.
Estimo que en ellos procede, más que seguir echandole leña al fuego,
organizar sus fuerzas, fomentar la discusión ideológica, evaluar la realidad
del «proceso», sus pro y sus contras, reparar daños reversibles, contribuir
en la estabilidad de la economía, y prepararse para ir a las elecciones.
Alcanzar la dirección de la sociedad por la vía electoral. Estas serían
actitudes condescendiente con el colectivo nacional y hasta de
reconocimiento de su madurez ciudadana.
Pero, siguen empeñados en la desestabilización. Acabar con Chávez por la vía
del odio, de la anarquía, de la desintegración de la República, de
profundizar la pobreza. De no ceder sus posiciones clasistas y preferir la
invocación del golpe militar, como de hecho lo continúan haciendo. Apelan a
este recurso inviable, imposible y fuera del contexto del mundo global.
Además, se acompaña la intención «gorila» por parte de las cúpulas
instigadoras de la oposición, a propiciar la intervención de EE.UU. Reclaman
la atención del Departamento de Estado y de sus prótesis orgánicas dentro de
la OEA y otras prolongaciones políticas que controlan los halcones
norteamericanos. Así como llamaron al paro saboteador de diciembre a
mantenerlo de manera indefinida, asimismo quieren hacer de la salida
militar, apoyada por EE.UU., una amenaza indefinida.
Por su parte, las estructuras revolucionarias organizadas que han asumido el
«proceso» como algo que les pertenece, como la vía emancipadora del pueblo y
como un canal de lucha por alcanzar metas superiores de vida, no se rinden
ante tales pretenciones entreguistas. Continúa su acción en la elaboración
de los planes de contingencia y en ahondar en la práctica del «proceso». Los
niveles de conciencia existentes hasta ahora, mucho más avanzados que los de
hace cuatro años, los hace invulnerables a ofensivas represivas y
desestimulos antinacionales. La contingencia apunta a vencer al adversario,
nacional e internacionalmente. Ahondar en la práctica revolucionaria es
tomar para sí, como parte de su existencia, la ideología que postula el
poder constituyente. Por lo tanto, consolidado el poder en Miraflores y como
una demostración de superioridad y madurez política, aunque siga la amenaza
indefinida, hay que ir a la conquista de los poderes regionales y locales.
Objetivos que terminarán de darle una lección histórica a esta oposición
inmadura y anclada en el odio.