Firmeza ante la intimidación
Aunque la calle luce tranquila, sorprendentemente tranquila, estando tan cerca las elecciones, es palpable la intranquilidad y angustia de la gente del gobierno.
Ese estado de ánimo perturbado tiene explicación. Están convencidos de que van a perder las elecciones parlamentarias. Como el botín es tan grande, no les consuela que la transición progresiva hacia la democracia los exima de violencias políticas arbitrarias, ni que habiendo acumulado tantísimo dinero tengan garantizada a perpetuidad una vida sin angustias económicas.
Esa defensa desesperada del botín, más que del inviable y fracasado modelo cubano, los mantiene en atmósfera pre-bélica, con olvido de sus posiciones, que les impone un comportamiento sereno y equilibrado.
Asombro en el mundo ha causado la amenaza reiterada de Maduro de que si ganase la oposición el 6D, él saldría a la calle al frente de “su” pueblo para impedir que el poder vuelva a manos de la “oligarquía”. Y ha avanzado más ante esa línea amenazante: “Si la revolución perdiese el 6D es muy probable que tome otro carácter”. Más claro no canta un gallo.
¿Con qué uñas gavilán? podría respondérsele. En efecto, no está en condiciones de hacer realidad tal amenaza. Aunque un buen porcentaje de los militares participa del botín, no todos son cómplices. Al igual que el resto de los venezolanos consideran que esta situación es insostenible. Que se llegó al llegadero. Que se impone un cambio. Que las elecciones del 6D deben ser el punto de partida de un proceso de transición convenida sin la cual Venezuela se hundiría más en la miseria y la desintegración, quién sabe por cuántas décadas.
En política siempre es riesgoso incurrir en triunfalismos. Aunque desacreditada por haber arruinado a Venezuela en 16 años de pésimo gobierno, esta ineptocracia ladrona conserva cierta capacidad de maniobra. No hay que darlos definitivamente por derrotados, hay que derrotarlos con una gigantesca movilización de los electores para defender los votos en el momento de los escrutinios.
El CNE, cumpliendo órdenes de Miraflores, se negó a aceptar la presencia de observadores designados por la OEA, las Naciones Unidas y la Unión Europea. Pero esos organismos se las ingeniarán para observar de cerca el desarrollo de la campaña electoral, las votaciones y el comportamiento del gobierno.
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NOTA: Una lectora me pregunta si puede reenviar esta hoja de ruta. Claro que sí. Es más, se le agradece.