Opinión Nacional

De tiburón a pajarito

No solo es Nicolás Maduro quien ha visto volver a un muerto en forma de pajarito. Los tres hijos de Gabriel Valdés Subercaseaux, canciller del gobierno de Eduardo Frei Montalva y presidente del Senado entre 1990, quien fuera uno de los grandes arquitectos de la transición política en Chile, aseguran que fueron visitados en sitios tan distantes como Roma, Santiago y Valdivia, por un ave, la presunta reencarnación del alma de su padre. 

La página web http://www.guioteca.com/fenomenos-paranormales/gabriel-valdes-la-extrana-visita-a-sus-hijos-despues-de-morir/, refiere el testimonio del cuñado de Valdés, Gastón Soublette, sobre un extraño episodio que afectó a la vez a los tres hijos del fallecido, quienes vieron pájaros el mismo día a la misma hora, en lugares distintos y todos pensaron que se trataba de su padre.

La verdad es que como yo no creo en la reencarnación, me cuesta creer eso de que uno puede volver convertido en pájaro, en rata, o en cucaracha. Y quien cree en Cristo, como aseguró Chávez que creía, no puede creer también que va a volver a la Tierra en forma de pájaro, sino que esperará el día de la resurrección de los muertos. Claro, en este caso no se puede culpar a Chávez, que ya está muerto, sino a Maduro, que rezó como todos lo vimos rezar vía TV en los funerales, y tiene un mélange entre Sai Baba, Cristo y los espíritus de la sabana que debería resolver por su propio bien. Ya es bastante complicado pertenecer a una religión sin cuestionarse sus preceptos para mezclar tres, tan distintas y contradictorias en su esencia. 

El hecho final es que estoy segura de que Chávez, si pudiera volver a la vida de alguna forma, jamás escogería ser un animal. Pero supongamos por un momento que tuviera que volver obligatoriamente de esta manera, estoy segura de que el último que escogería hubiera sido un «pajarito». Un «pajarito» es un ser frágil, pequeño, huidizo, débil, sutil, ligero. Nada que ver con Chávez, fuerte, enérgico, sobrado, bravucón, fanfarrón y camorrista. Creo que Chávez hubiera escogido ser un tiburón (digo, por aquello de «Tiburón1») o un águila, por lo mucho que repitió que «águila no caza moscas». A Nicolás le hubiera salido regaño en «Aló, Presidente». Porque no es tontería haber pasado de tiburón a pajarito. Menos para alguien con la personalidad de Chávez. 

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