La prueba ácida
Como lo característico de la realidad política venezolana es la existencia de una hegemonía que hace lo que le da la gana, entonces la “prueba ácida” del cambio político en nuestro país, es que la hegemonía no pueda seguir haciendo lo que le da la gana. Esa es la prueba ácida de las votaciones parlamentarias convocadas para el 6 de diciembre. Esa es la medida con que puede calibrarse si sus resultados fueron decisivos o no a favor de un cambio sustancial.
Hasta ahora, la temática de esas votaciones ha tenido que ver con las candidaturas, con las encuestas, con las tendencias electorales, con las expectativas de votación, con el número de curules por parcialidad, con la correlación de mayorías simples o calificadas, con la consabida manipulación de los procesos comiciales, y otros aspectos similares. Lo cual, por lo demás, es lógico. Pero también es insuficiente.
Acaso el meollo de la cuestión esté en si esas votaciones podrán o no verificar un cambio político de verdad, esto es que se constituya en Venezuela un contrapeso sólido al poder establecido. No un contrapeso formal o hasta decorativo. No. Un contrapeso que impida a la hegemonía hacer y deshacer a sus anchas, que la obligue a reconocer la fuerza real del contrapeso, y que permita, en consecuencia, que se inicie el complejo camino para la reconstrucción de la democracia, incluso en los términos fundamentales de la Constitución de 1999.
Tal cambio político en la configuración del poder es una aspiración que puede darse o no darse, dependiendo de numerosas circunstancias, algunas de ellas mencionadas en referencia a los temas que más se comentan sobre las votaciones parlamentarias. Pero sí debe afirmarse que la oportunidad para dicho cambio sí es una situación objetiva, porque se han venido produciendo modificaciones y desplazamientos importantes de opinión y actitud en rechazo a la hegemonía imperante.
Confieso mi escepticismo sobre diversos reportes técnico-políticos que se están elaborando sobre los “escenarios electorales”, como si Venezuela tuviera un sistema político con aristas autoritarias, pero con una estructura básicamente democrática. Algunos de esos reportes pueden exhibir una muy buena calidad técnica e incluso un conocimiento erudito del tema comicial, pero su valor va disminuyendo en la medida en que se va subestimando la naturaleza despótica de la hegemonía.
El propósito de estas breves líneas no es valorar los “escenarios electorales” y sus respectivas posibilidades. Tarea pendiente para más adelante. Es reiterar que el comienzo del cambio político en Venezuela, el de verdad verdad, consiste en que la hegemonía no pueda seguir haciendo lo que mejor o peor le parezca. Un comienzo de cambio que podría conllevar a la reconstrucción de la república, de la democracia, del estado y de la convivencia nacional.
Ese comienzo del cambio es la prueba ácida de las votaciones parlamentarias del 6 de diciembre.