Lo que nos deja
Expertos y gente del común saben, que los gobiernos mienten a sus gobernados. Algunos lo hacen ocasionalmente, otros todo el tiempo. Una de las características más resaltantes del gobierno del fallecido Presidente Chávez, desde los inicios, fue el uso exacerbado y constante de la mentira como arma política, empleada en todas las formas posibles hacia el fin único de conservar el poder y ejercer su dominio sobre la población. Todo iba bien, se decía. Todo estaba controlado. Todo se le debía dejar hacer. Nadie se debía oponer.
Se estableció como máxima el cebo de la felicidad de la población y el eufemismo de salvar la democracia, lo que para lograrlo requeriría engañar, falsear la verdad, vilipendiar, difamar y, de paso, destruir al oponente político. La coronación de esta política infame fue el arrogante, indigno y truculento desarrollo informativo en las últimas semanas de la enfermedad del Presidente Chávez hasta su último respiro. Una gigantesca mentira fue construida alrededor del Presidente por la camarilla de sus colaboradores, en abierta lucha por el poder, cuya responsabilidad se extenderá al ungido sucesor y que, ironías del destino, contribuyó a destruir el mito de las bondades de la medicina cubana.
Los 14 años del régimen.
¿Qué nos dejan esos 14 años? Un líder fallecido en su cúspide, un ególatra, un narcisista, un mesías y supuesto profeta de la resurrección, pero en realidad un simple caudillo y tiranuelo tropical, artista de la provocación y la agitación, un demagogo, con el bolsillo lleno de dinero y armado de un carisma casi religioso. Buen informador pero mal comunicador. Más semejante a Perón que al Padre de la Patria, de quien se creyó su heredero. Más parecido a Carlos Andrés Pérez que a Ezequiel Zamora. Su pregonada revolución intentó purgar y depurar al país y la sociedad, pero solamente logró dejar escombros y una sociedad dividida a su paso. ¿Se podía esperar, acaso, algo diferente en un estado-nación constituido por un solo hombre? ¡Un solo hombre no puede sostener un estado, pero esa concentración de poder en sus manos se revirtió en su contra!
La democracia misma, el estado de derecho y la división de los poderes fueron erosionados hasta el extremo de que se hicieron obedientes a los caprichos y órdenes del Presidente. La violación sistemática de la Constitución fue práctica común del régimen, cuando se anunciaba lo contrario. La corrupción en el país y la inseguridad fueron expresamente dejadas fuera de control; el saldo de 19.000 asesinatos sin asesinos al año es aterrador. El asunto de la constante violación de los derechos humanos es una de las grandes deudas que el Presidente Chávez le deja al país y a su sucesor, lo mismo que una amnistía hacia los presos políticos.. El erario público fue saqueado, lo que contribuyó también a recortes dramáticos en la necesarias inversiones en la infraestructura para transporte y vías de comunicación, energía eléctrica e industria petrolera. Huelgas y apagones pertenecen a la cotidianidad del país. Ya no se puede culpar al imperio, a la oposición o a los medios de los males del país.
Todas las instituciones políticas fueron literalmente colonizadas: justicia, legislatura y poder electoral, lo que hizo de la democracia venezolana una ilusión, una mentira. Lo mismo que otras organizaciones como la Fuerza Armada y el consorcio petrolero estatal PdVSA, columnas estratégicas del chavismo. La creación de una milicia armada bajo el mando directo del Presidente fue una bofetada a la Fuerza Armada Nacional, que ésta toleró obediente. Quiso reducir la brecha entre pobres y ricos, pero ciertamente la aumentó; surgió más bien una nueva clase de beneficiarios, cuya proximidad al centro del poder se pagó en dinero efectivo. Otros, los desposeidos, compensaron las dádivas con su voto al régimen. Hoy en día una clase media otrora sólida, languidece.
Las misiones, ideadas en Cuba para evitar la derrota del régimen frente a un referendum que se avecinaba, se transformaron efectivamente en una maquinaria para ganar votos. Conseguido el objetivo, muchas fueron abandonadas y olvidadas, a pesar de lo justo de la intención para, supuestamente, emancipar y darle voz política y presencia a los más pobres. Sin embargo, lo que se logró fue precipitarlos hacia una perversa dependencia ideológica, política y económica, de la que difícilmente se podrán liberar, pues las fuentes de empleo estable no se crearon.
El déficit fiscal, la inflación y el costo de la vida crecieron descontroladamente, producto de erróneas políticas económicas, de las expropiaciones al sector privado, los perversos controles de precios y una devaluación anunciada, afectó mucho más a la clase empobrecida. Los millardos de dólares obtenidos de la renta petrolera, en gran parte regalados al exterior para comprar votos fieles en organismos internacionales, derrochados en armamentismo innecesario o sustraidos por la nueva clase gobernante boliburguesa, no alcanzaron para generar bienestar a la población. Como corolario, el país se hizo menos productivo y cada vez más dependiente de la importación de rubros que otrora se producían en el país.
Aún cuando la división de la sociedad venezolana en segmentos políticos antagónicos no es creación del chavismo, sí lo fue su magnificación y endurecimiento, programados hasta el extremo de conducir y suscitar al odio entre clases y hasta familias, en una suerte de guerra de trincheras ideológica. En tal marco político e institucional es muy difícil establecer los compromisos democráticos mínimos que permitan la transición hacia un gobierno de derecho y de unidad, que una a la población dentro del respeto mutuo y la práctica de la paz y la tolerancia. No se pudo observar señal alguna en este sentido durante las honras fúnebres al Presidente Chávez, lo cual es mala indicación. Pero el camino, ¿sueño imposible?, está abierto.
También la cultura política del venezolano sufrió daños enormes bajo el chavismo. El adversario político fue tildado de enemigo, apátrida, vendido, lacayo del imperio. Hasta fue agredido físicamente. En otras palabras, la mala polémica, la descalificación y la humillación se impusieron sobre la argumentación.
En general puede decirse, que en el entorno nacional el variado espectro de partidos, las organizaciones oficiales contra la pobreza, la organización comunal, los ataques a la libertad de expresión y el sistema político centralizado seguramente se mantendrán. Aun para los especialistas es difícil prever hasta dónde continuará deteriorándose la economía venezolana, particularmente ante la realidad de que el régimen carece sistémicamente de políticos capaces y de reformadores eficentes y eficaces, pero le sobran resentidos.
El entorno regional e internacional.
En el ámbito regional, los nuevos mecanismos de cooperación promovidos por el Presidente Chávez podrían debilitarse, tal como la Alianza Bolivariana para América, la más próxima a su proyecto que fue utilizada por él para su autopromoción. El precio fue muy alto; bajo una distorsionada premisa de solidaridad (en realidad intervencionismo) el país debió pagar la Alianza con entregas de petróleo subvencionado, en contra de los intereses legítimos de Venezuela. UNASUR y CELAC seguirán siendo difícilmente manejables, dados su origen por mínimo consenso y la ausencia de la figura de Chávez. Cuánto cambiarán Venezuela y la región con ello es muy difícil de advertir.
Las relaciones comerciales y diplomáticas con la teocracia iraní ponen a Venezuela en una situación potencialmente riesgosa, dada la controversia generada en las Naciones Unidas por el rechazo de ese país a las disposiciones del organismo en materia nuclear. El manejo irresponsable de la zona en reclamación con Guyana raya en la traición a la patria, ante lo cual la Fuerza Armada permaneció muda.
La deshonrosa e infame relación de dependencia hacia la tiranía cubana probablemente se mantenga, forzada por los mandatarios de la isla, pues Nicolás Maduro es el hombre de Cuba en Venezuela, a pesar de que, mayoritariamente, la población venezolana rechaza la transformación del país en una segunda Cuba. ¿Por qué, entonces, obligarla a renuncir a su soberanía, concepto tan ardientemente defendido por el Presidente Chávez frente al imperialismo norteamericano? ¡Doble discurso! ¿Marcaría el nuevo Presidente un cambio de rumbo?
Pero en lo internacional el régimen chavista se aisló por su mala retórica. No por la polémica contra la política global de los Estados Unidos, sino por los ataques de Chávez contra capitalistas y conservadores tanto en el país como en nuestras naciones vecinas, ataques que solo alimentaron la desconfianza hacia el régimen en la región. Muy pocos líderes regionales recurren hoy al argumento de la polarización/confrontación ante los Estados Unidos, pues creen más en relaciones comerciales concretas y el desarrollo para sus poblaciones.
La conclusión.
Este es el aparato de poder que será heredado por los cuadros del post-chavismo. Una radicalización innecesaria de los nuevos líderes, aun inexpertos, podría conducir al colapso del sistema entero. Entretanto, el desarrollo político, social y económico del país continúa deteriorándose aceleradamente.
El partidario común del Presidente Chávez frecuentemenete consideró a sus colaboradores como incapaces y corruptos, lo cual fue producto de una estrategia diabólica del Presidente Chávez para aparecer impoluto ante el pueblo, culpando a otros de sus errores. Tal vez por ello el post-chavismo ya no significará más revolución, sino más mentiras, más corrupción, más división y más arrogancia y prepotencia, a pesar del Mito-Chávez que estará presente por doquier.
Algo sí se puede asegurar: transcurrirán varios años hasta que Venezuela se recupere de este quebradizo experimento político, pues ya asistimos al inicio del crepúsculo de los dioses.