Opinión Nacional

14 errores de la dirigencia opositora

Muy supeditados a los medios de comunicación y a sus creaturas -principalmente los periodistas, el ejército de sesudos analistas, la “sociedad civil” y las ONG-, hallamos lo que queda de los viejos partidos. Y sus recientes desprendimientos. En su conjunto, todos estos factores constituyen la oposición al chavismo. Y buena parte de la clase media profesional -empobrecida por el estatismo- es su principal fuente de sustentación social y cantera de liderazgo.

A la dirigencia opositora -con el debido respeto y consideración- cabe señalarle ciertos errores, a saber:

1. No entender el chavismo, expresión local del neocomunismo. ¿Qué cosa es el neocomunismo? Es la expresión más moderna del estatismo. Es el viejo comunismo, actualizado con la nueva ola ecofemindigenista, posmoderna y antiglobalizadora (corriente que paradójicamente también ella viene globalizada). No es comunismo marxista sino gramsciano. La actual oposición venezolana parece ignorar este complejo fenómeno de la izquierda políticamente “correcta” y New Age, que trasciende con mucho las fronteras del país, de Latinoamérica, e incluso del Tercer Mundo. La oposición enrostra a Chávez, entre otras cosas, el ser muy provincial y aldeano, muy de Sabaneta. ¡Pues eso mismo parecen los opositores, comparando a Chávez con Pérez Jiménez! ¿Es esa su única referencia? ¿Los años ’50? Parecen no haber leído a la pareja Michael Hardt-Toni Negri, no saber quién es Bové, ni pasearse por los Websites de la nueva izquierda mundial, apoyada y financiada por las Agencias de la ONU.

2. No entender a Chávez. Aunque típico y folklórico, y muy pintoresco, Chávez no es un simple caudillo local; es uno de los epígonos neocomunistas más emblemáticos del mundo de hoy, junto con Lula de Brasil, Mugabe de Zimbabwe, la Bonafini de Argentina, y la Menchú de Centroamérica; por cierto, todos muy parecidos a Chávez en su forma de pensar, hablar y actuar. Son los guevaristas exitosos, los setentosos que han triunfado, los Bill Clinton y Al Gore de por aquí. Los jefes opositores venezolanos no los reconocen. Es que los opositores no parecen actualizados -¿es casual que su media etaria casi duplica a la de la cúpula chavista?-, y no saben qué cosa enfrentan ni cómo combatirla.

3. Olvidar que el adoctrinamiento de las izquierdas produjo sus frutos. En Venezuela, y desde hace décadas, las izquierdas están infiltradas en los medios masivos, y en todos los niveles de la educación venezolana. Desde allí han hecho un paciente, y muy crucial e influyente trabajo de “formación” ideológica, desacreditando al mercado, los EEUU, la empresa privada, la economía y el capital, descalificando la “democracia formal” (representativa), y endiosando al Estado, la “justicia social” y la “redistribución de la riqueza” … Buena parte de la opinión pública confiesa hoy ese credo socialista y antiimperialista patriotero -insuflado por Alí Primera, por Zapata y por “El Camaleón”-, y Chávez es quien lo encarna y personifica de manera más completa y coherente. El adoctrinamiento se ha potenciado y actualizado recientemente. Mucho material catequético neocomunista se ha propagado, conservando en parte el viejo discurso populachero, obrerista y antipatronal de las izquierdas de antes, pero en conjunción con los nuevos temas, mucho más resaltados: terrorismo ecológico, “género”, “exclusión-inclusión”, racismo, oposición cerril al progreso y vindicación del atraso, relativismo, “nueva espiritualidad” y todos los demás clichés de la colección. Chávez ha comprendido a la perfección este discurso, lo ha adoptado y hecho suyo, y lo practica todos los días. Y encuentra aceptación y resonancia en muchos ambientes. (Incluye la versión para los empresarios criollos mercantilistas, proteccionistas y contratistas, con su “responsabilidad social empresarial”.) Y la oposición no tiene respuesta: plagada de grupos y personajes de izquierda -algunos muy “aggiornados” también ellos, otros menos-, no acierta a una clara definición ideológica de signo opuesto.

4. Pretender combatir a Chávez siendo como Chávez. El neocomunismo aparece como algo fresco e inédito, sin pasado cuestionable; y ha calado muy hondo en vastos sectores de la población … y también en buena parte de los cuadros opositores. Irónicamente, éstos pretenden combatir a Chávez hablando ¡un eco de su mismo lenguaje! Esto es trágico, salvo poquísimas excepciones los “caudillos” de oposición parecen querer emular a Chávez, ser más populistas que él, transformarse en clones suyos. Sin embargo, ¿quién quiere copias, teniendo el original?

5. Exigir la unidad con cualquiera y a toda costa; aún al precio de tener que permanecer en un vacío ideológico que le deja el terreno totalmente libre al chavismo en ese campo. Libres de ataduras y compromisos frustrantes y castradores, los chavistas tocan absolutamente todos los temas divinos y humanos, mientras la oposición sólo habla monotemática y obsesivamente de Chávez, o se mantiene en el terreno superficial de las platitudes y los deseos píos. De esta manera la fórmula ideológica chavista no tiene rival, es el único discurso político completo -con su componente doctrinario entero- que puede escucharse en Venezuela, porque los medios de comunicación cercenan y censuran cualquier manifestación ideológica opositora con la excusa de que “rompe la unidad” y “distrae los esfuerzos”.

6. Criticar a Chávez pero no al socialismo. Y si hay crítica al socialismo es sólo por el aspecto dictatorial, no por el totalitarismo. Es más, ¡la oposición propone sólo medidas “redistributivas”, “sociales”, etc.! Sin embargo Venezuela ya tiene una fuerza socialista en el poder, y las “Misiones”, y un Presidente socialista. ¿Para qué quiere más?

7. No hablar casi de política con mayúsculas. Es decir, hablar hasta la saturación del tamaño de las marchas y de las máquinas electorales, y demás detalles y minucias por el estilo; pero apenas una que otra palabra sobre privatizaciones (o estatizaciones), regulaciones (o desregulaciones), leyes malas (o buenas), inflación (o deflación), deuda externa, funciones del Estado, gasto fiscal, impuestos, crimen, droga, familia, regiones, municipios, obras públicas, etc. Muchos ciudadanos tomamos esto como un insulto a nuestra inteligencia y madurez. En realidad, las jefaturas oposicionistas parecen desconocer que los problemas que a ellos más les afectan (Chávez y el chavismo) no necesariamente son los mismos ni más graves que los problemas que nos afectan a los venezolanos de a pie (principalmente económicos y de inseguridad.) Y seguramente desconocen que esos problemas son consecuencia del sistema (estatista) de Gobierno y no del gobernante de turno.

8. Mostrar las heridas en lugar de convocar a la creación de riqueza y bienestar. Así como el chavismo se parece al castrismo, la oposición antichavista se parece al anticastrismo, en sus inefectivas estrategias. ¿Qué han ganado los anticastristas con ese permanente lamento quejoso, mostrando continuamente las heridas? ¿Qué hubieran podido ganar convocando a la prosperidad mediante una economía de mercado? Mostrando heridas la discusión política se degrada y pervierte, y el debate sobre los problemas de fondo y sus verdaderas soluciones brilla por su ausencia.

9. Practicar un activismo agotador y estéril, en lugar de trabajo político. O sea: interminables marchas y concentraciones -muchas veces prepotentes, agresivas y arrogantes-, en lugar de formar y organizar a la gente según preferencias ideológicas estatistas de izquierda, o de derecha, o liberales; es decir, concepto del mundo y de la vida, de la sociedad y del Estado, del Gobierno y la economía, etc.

10. Desacreditar (o consentir en el descrédito) a los partidos, ensalzando a los medios de comunicación y sus creaturas, los periodistas y las ONG. Se olvida que Chávez es precisamente producto y consecuencia del descrédito de los partidos. Y con esta desacreditación, los partidos MVR y los demás de su coalición se enfrentan a unos homólogos rivales (los partidos opositores) muy minados y menoscabados. Como a la descalificación de los partidos se acompaña la de la actividad política en general -ensalzando la enteléquica “sociedad civil”-, los emeverristas son los únicos que pueden desarrollar actividades políticas y partidistas sin verse aquejados de la “mala conciencia” que indefectiblemente afecta a sus opositores cuando lo hacen.

11. Alegar a los gritos que se tiene mayoría, y olvidarse si se tiene o no razón. En este rasgo y en muchos otros la oposición incurre en los mismos defectos y vicios que critica al oficialismo. Se parecen demasiado. Por ejemplo, y a propósito de parecidos y semejanzas; si uno se toma el trabajo de comparar el “Plan Consenso País” (de la oposición) con el “Plan de Desarrollo Económico-Social de la Nación 2001-2007” (del Gobierno) va a encontrar no pocas -mas no sorprendentes- similitudes de fondo, en concepto y lenguaje, más allá de ciertas diferencias menores en forma y estilo.

12. Creer que el país se divide en dos sectores, cuando en realidad las franjas son tres: chavistas, antichavistas, y un “tercer sector” que simple y llanamente vive de su trabajo y para su familia, y no se identifica con unos ni con otros -reluctante siquiera a votar, es abstencionista por principio-, y que los militantes de oposición se empecinan en fingir que no existe. (Los chavistas terminaron por admitir que existe, lo tomaron en consideración y cuenta, y a él se dirigieron; tal vez ese reconocimiento sea uno de los secretos de su triunfo.)

13. Olvidarse de medir los rechazos. Cuando los jefes opositores encargan encuestas, no miden los rechazos, en muchos de ellos más numerosos que las aceptaciones. ¿Por qué rechazos? Por el golpe del 11-A, por el paro petrolero, por las “guarimbas” y tantas otras acciones de fuerza, propias de quienes no tienen razones ni argumentos para declarar, convencer y atraer. Estas acciones violentas no le simpatizaron a la gente, incluyendo el tercio de población que no se reconoce en el chavismo pero tampoco en el antichavismo militante y virulento. En una elección con múltiples opciones o candidatos, los rechazos tienen importancia menor; pero un referendum es una opción dicotómica, en la cual un rechazo muy fuerte puede pesar más que una preferencia. En tiempos del bipartidismo AD-Copei nos acostumbramos los venezolanos a votar “en contra” de una opción más que a favor de la otra, si hay sólo dos viables para escoger.

14. Por último: repetir con obcecación que el 11-A no hubo golpe de estado sino vacío de poder; y ahora, que el 15-A no hubo fracaso y derrota de la dirigencia opositora sino fraude y contubernio del oficialismo. En esta obcecación que no reconoce las verdades incómodas, también la oposición se parece al chavismo. Casi podría uno enunciar y seguir una regla infalible para distinguir la verdad de la mentira: “verdad es lo que cada bando dice del contrario; mas no lo que afirma de sí mismo …” En fin, la elite opositora no quiere admitir humildemente las realidades aún cuando no gusten, ni reconocer honestamente los errores. ¡Ese es su mayor error!

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba