Construcción social del SI
A las puertas del referéndum revocatorio presidencial, es necesario
reivindicarlo como un esfuerzo de la ciudadanía que venció la tentación de
aventurarse en una asonada milagrosa y el propio pesimismo que pudo
desprenderse de las acciones gubernamentales. Arrinconándolo, el
oficialismo dispone de una variedad de alternativas que el hecho político
reduce asombrosamente. Se trata de un aprendizaje -ojalá perdurable- de
civismo que se realiza a través del coraje y, en última instancia, un
aprendizaje de la política y de lo político que deberán interpretar y
asumir lo partidos con aspiraciones más de historia que de poder.
Al momento de escribir estas líneas, transitando el interior del estado
Anzoátegui en tareas de motivación referendaria, ejercemos un legítimo
derecho al optimismo, convencidos de la recuperación de un sentido básico
de la cultura democrática que nos permitirá, incluso, ir más allá del
triunfo del SI, para recuperar el país de los escombros provocados en el
sexenio chavista. El compromiso personal y comunitario del venezolano,
valorado desde la perspectiva cristiana, adquiere una dimensión que
perdimos tras la frágil y sedicente ilusión que produjo el populismo
reencauchado, antihistórico, encarnado por los maisanteros de esta hora. Lo
que hoy ocurre políticamente, fue abonado en el campo social con el
increíble fracaso de una gestión que ha hecho de la crisis circular una
suerte de garantía de permanencia en el poder de un elenco sencillamente
inepto, demagógico e irresponsable.
Las cifras del desempleo, los indices del elevado costo de la vida, los
indicadores de la violencia cotidiana, están en el alma de cada venezolano
y no hace falta un estadígrafo para convencernos de la hondura del drama.
Se trata de una paciente construcción social del rechazo al régimen que
debemos convertir en confianza por un porvenir distinto, porque cada voto
afirmativo, emitido el venidero 15 de Agosto, llevará las dactilares de una
esperanza por alcanzar la prosperidad económica y la equidad social en
libertad y democracia.
Mal haríamos en no asumir a plenitud el aprendizaje alcanzado, reeditando
vicios que serán siempre los mismos aún cuando sus portadores se crean una
novedad viviente. Hemos construído un camino que no deberá permitir futuros
atajos, aunque digan aconsejarlos los residuos de un autoritarismo que
quedará como lección permanente.
EL PAIS COMO CARCEL
Parece razonable el argumento de los gobernantes cubanos cuando proclaman
el derecho constitucional al libre tránsito y tardan, si acaso se lo
permiten, en explicar la imposibilidad material de ejercerlo. Algo parecido
vivimos en Venezuela, pues, teóricamente nadie está impedido de solicitar y
obtener un pasaporte, o su renovación, pero del dicho al hecho hay
demasiado trecho.
En efecto, abusando del poder, quienes firmamos por el desplazamiento
pacífico, democrático y, a fin de cuentas, constitucional del presidente
Chávez, no tenemos posibildad alguna a la renovación de los documentos,
cualesquiera que sean, cuya expedición monopoliza el Estado. Jamás se había
llegado a tanto en el abuso masivo y sistemático del poder.
El padre de un amigo cercano sufrió un ACV allende los mares y no hubo
maneras de obtener la renovación del pasaporte que le permitiera
auxiliarlo, por pretender el despido del jefe del Estado. Ni siquiera, las
más elementales razones humanitarias conmovieron a las autoridades y, en
medio de las diligencias hechas, nos enteramos de otras historias similares
y aún más graves que hablan más de una cárcel en la que definitivamente
puede convertirse el país.
El totalitarismo jamás es sincero. Todos pueden viajar dentro y fuera del
país, mientras obtengan casi heroicamente los papeles, a pesar de lo que
diga una Constitución que sirve para engañar a los comparatistas de oficio,
resignados al tratamiento inmaculado de textos generalmente traicionados en
los hechos.
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