Caos
Según la mitología griega caos era el vacío y la confusión anterior a la
organización del universo; los creyentes judíos y cristianos lo traducen
como la confusión en que se hallaban las cosas antes de que Dios las
colocase en su orden. Por supuesto que sobran los ejemplos históricos de
iniciativas por regresar a ese estado de cosas. La serie “Hitler” que
transmite un canal de televisión por cable, refresca la historia de su
elección por la vía democrática y luego la provocación de situaciones de
caos y de total anarquía para justificar la toma absoluta de todos los
poderes. Cuando el régimen nazi decidió que el caos había cumplido su
cometido, liquidó a las bandas de delincuentes y psicópatas que había
captado con ese fin y estableció un monstruoso régimen policial que apenas
pudo ser imitado por Stalin en la URSS.
¿Era algo parecido lo que había en las mentes de Chávez y su círculo de
poder cuando decidieron caotizar a Venezuela? ¿Fue espontánea e improvisada
aquella justificación del delito que hizo ante el país, durante los actos de
su toma de posesión? ¿O fue por el contrario el inicio de un plan similar al
hitleriano: propiciar el caos como instrumento de terror? Quizá muchos hayan
olvidado su indignación cuando en los mismos inicios de su mandato, el
Gobernador adeco de Sucre debió acudir a la Guardia Nacional para contener
una violenta manifestación en su Estado. Ni Amnistía Internacional habría
podido producir una defensa más apasionada de los derechos humanos. La
Guardia Nacional entendió perfectamente el mensaje presidencial y en lo
sucesivo dejó de cumplir con su deber de fuerza de orden público para ser lo
que ahora es: un instrumento a las órdenes del chavismo para violar los
derechos humanos de los opositores y servir de escudo protector a los
delincuentes identificados con el oficialismo.
Como la historia se repite pero con cambios en el guión, no hubo necesidad
de copiar el incendio del Reischtag para afianzar la revolución, el
Parlamento ya estaba herido de muerte por la farsa constituyente. Se acudió
entonces a legalizar y transformar en política de Estado la vieja práctica
de las invasiones de tierras improductivas, extendida ahora a fincas en
producción. Pero ese era un caos lejano que no provocaba los efectos
requeridos en toda la geografía nacional, había que propiciar también el
urbano. Y comenzaron las invasiones no solo de terrenos particulares sino de
casas y edificios, deshabitados o no. Lo que parecía limitarse a ese
territorio de la Corte de los Milagros que es hoy el centro de Caracas, se
extendió hasta lo que fue una vez uno de los lugares más gratos de la vida
caraqueña: el boulevard de Sabana Grande. Dos edificios emblemáticos de la
zona son hoy la madriguera de bandas armadas que se tirotean a la luz del
día y asesinan a transeúntes dentro de la mayor impunidad.
El Alcalde Bernal aparece de pronto como queriendo organizar el “universo”
de su jurisdicción, pero está a la vista que desaloja a quienes no son de su
pandilla; en otras palabras, arremete contra grupos que invadieron sin su
consentimiento y apoyo. Lina Ron comanda también sus bandas de invasores que
como las de Bernal, poseen armas de fuego para defender la “revolución”. La
lealtad a Chávez parece ser lo único que relaciona entre sí a estos
maleantes, aunque en el fondo lo que hay es un jugoso negocio a costa de los
pobres: los propietarios que pretendan rescatar sus inmuebles deben pagar
vacunas millonarias que evidentemente van a engrosar el patrimonio personal
de estos abnegados patriotas.
El caos venezolano no se limita a las invasiones, mientras Chávez llora
lágrimas de cocodrilo por los civiles que las fuerzas de chorchedableiubuch
provocan en Afganistán o en Irak, sus militares y las policías oficialistas
tienen licencia para matar; decenas de personas son asesinadas a diario con
el cuento de la resistencia a la autoridad. Nunca se logra saber siquiera
los nombres de los ejecutados. Y como tomarse justicia por la propia mano es
parte del caos, alguien ha decidido limpiar a Caracas de mendigos
asesinándolos en plena calle.
El caos chavista guarda una diferencia sustancial con aquel que planificara
Hitler, porque este de aquí -tropical al fin- es ya un caos dentro del caos;
simplemente se salió de madre y tiene vida propia. Una boina y una franelita
rojas y el grito “Uuu Aahh, Chávez no se va” son la licencia para crearlo en
cualquier parte a cualquier hora. Mientras tanto la justicia chavista se
ocupa de ejercer venganzas contra alcaldes, militares retirados y líderes de
la Oposición. Con cinco o seis, ojalá sean siete millones de Si sacaremos a
Chávez, el tema a discutir es cómo devolverle a Venezuela una vida
medianamente organizada.