Opinión Nacional

El modelo partidista del oficialismo

La institución partidísta, más que los partidos conocidos, se hizo acreedora de una crítica despiadada que pronto capitalizó el “chavismo”, fenómeno que alcanzará otra denominación, más ajustada a sus realidades patológicas, con el curso de los años. No otro tránsito que el del poder, relevándolo de un aprendizaje opositor que lo decantara, si hubiese sido la intención, muestra las flaquezas de un modo de realización de la política que -por antidemocrática- no es tal, sino torpe encubrimiento de una esencial vocación autoritaria.

Hagamos un esfuerzo de síntesis para desentrañar las características del aparato partidista oficialista y de sus matices, entendiendo que el primer prototipo ideal parte de las logias castrenses de los años cuarenta, contaminadas por las iniciativas frustradas de los sesenta, hasta desembocar en el curioso Trío de Comandantes, conformado por Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos y Hugo Chávez Frías, principal sostén carismático. Paradigma éste insostenible frente a un modo consolidado de hacer política en Venezuela, a la irreprimible variedad de intenciones e intereses domésticos y a la dura competencia táctica y estratégica que obliga a ciertos estándares de estructuración y organización.

Los anteriores momentos –el de la entidad conspirativa y el de la legendaria- contradijeron la perspectiva liberal que asomó el proceso constituyente, ilustrado por el rol concedido al parlamentario. Este, teóricamente debe obediencia a su consciencia y a sus representados, por si fuera poco, participados sufragantes, condenando toda alineación partidista, pero la práctica ha consagrado al parlamentario cuadriculado y automatizado desde las instancias superiores del gobierno, incluso, temeroso ante las amenazas a su propia integridad personal. Huelga comentar la negación de todo financiamiento público y la nítida coloración delictiva adquirida por los elencos del poder.

Una revolución que no tenía revolución que hacer, aúpa la obstinada permanencia de Chávez en la dirección del Estado, como inevitable medio de supervivencia política para sus seguidores. Por ello, al culto de la personalidad presidencial, añadimos como elementos existenciales del aparato partidista, la administración y el presupuesto públicos, amén de los recursos comunicacionales y represivos del Estado.

No se concibe al partido chavista y sus ramificaciones, sin el eficaz concurso de una nómina pública menor que le conceda un ámbito procedimental a las actuaciones de la nómina pública mayor, además de la disposición de recursos y ventajas conceptualmente negados a los opositores, como el uso de los medios de comunicación y de los servicios de inteligencia y seguridad del Estado. El Comando Maisanta es la culminación de un intenso proceso de confusión del gobernante con el Estado, factor de compensación ante la ausencia de una militancia y liderazgo natural, espontáneo, convencido y desprendido, como progresivamente estructurado y calificado, que no le convino fomentar y auspiciar el Comando Político de la Revolución ni el Comando Ayacucho, imbuídos de una convicción clientelar y franquiciadora del hecho público.

Hablamos de un amplio partido de funcionarios privilegiados, astillado en organizaciones posicionadas frente a las que buscan, por la audacia de sus actos, un penacho del presupuesto. Acá distinguimos curiosas expresiones, como el MVR, quizá la más vertebrada en el ánimo presidencial luego de disipada la amenaza del MBR-200, que simuló una selección democrática interna en 2003. La desproporcionada cuota estratégica del PPT que no obtuvo representación parlamentaria alguna, o la accidentada navegación de PODEMOS que siquitrilló su mejor oportunidad con motivo de los reparos. Hay legítimas manifestaciones regionales, como “Mi Gato”, que ansían la gobernación de Monagas apelando al “manduco” de una de las celebridades nacionales del oficialismo. O los ilegítimos, bulliciosos y no menos peligrosos campamentos para los refugiados políticos del régimen, como el de Lina Ron que cuenta ya con uno o dos diputados en sus filas, en razón de la conducta asumida por la aristocracia chavista.

El modelo conspirativo y legendario, pudiera complementarse con la actitud guevarista de los Tupamaros. Sin embargo, la Fuerza Armada Nacional, siguiendo las enseñanzas de Norberto Cerosole, constituye -definitivamente- el partido ideal del chavismo: está expresamente presupuestado, obedece a una cadena de mando y posee las armas que no se perderán como, seguramente, ocurrió con un buen porcentaje de las concedidas a los irregulares círculos dizque bolivarianos.

EL PARTIDO UNITARIO DE LA OPOSICION

Es necesario reconocer el esfuerzo de reflexión que realizan los sectores liberales del país, frente al adormecimiento de los socialcristianos, socialdemócratas y marxistas. A través de uno de los afortunados eventos de CEDICE, pudimos alcanzar un ejemplar de la revista “Perspectivas” (nr. 4), contentivo de un interesante dossier sobre los partidos políticos.

Fernando Carrillo (BID), César Gaviria, Carlos Gervasoni, Roberto Bavarastro, Mikel Barreda, Gustavo Vasco y Arturo Valenzuela, meditan provechosamente sobre la relevancia de la institución y los accidentados caminos que la consumieron en América Latina por estos años. Reivindicamos, a guisa de ejemplo, la observación consignada por Gervasoni al referirse a la difícil desaparición de partidos como COPEI y AD en Venezuela o UCR en Argentina, pues, el agotamiento de las organizaciones que profundizaron su mensaje, incluso para fructificar en sendos matices o tendencias, tarda muchísimo tiempo, como ocurrió con URD entre nosotros, por lo que puede decirse que estos partidos no mueren, sino languidecen, como dijo en su célebre discurso el general McArthur sobre los soldados. O las oportunidades de relanzamiento se hacen tan promisorias que exigen de un superior esfuerzo de creación de los más cercanos competidores.

El material en cuestión nos permite aludir a la Coordinadora Democrática como el necesario partido unitario y no único de la oposición. Ante la amenaza cierta e inminente del totalitarismo en Venezuela, la defensa de la libertad y de la democracia demanda un entendimiento de las prncipales organizaciones políticas y de la llamada sociedad civil, para articularse electoralmente y garantizar una transición altamente predecible, como éxitosa, en los próximos tiempos.

Un partido unitario configurado a partir de una pluralidad legitimadora que ha de reconocer el peso real y consistente de sus integrantes, otorgando condiciones para que otros factores de reciente data tengan oportunidad de crecer. Y, además, que luche por una vocación y un ideario abarcador, el de la libertad y democracia, para que –posteriormente- sus tendencias persuadan a la población de aquellos matices indispensables y no menos necesarios, cuyo desarrollo no haga peligrar la estabilidad política, elemento también indispensable para la generación de riqueza e igualdad.

La confluencia de las distintas experiencias electorales acumuladas, el mutuo aprendizaje político y la actualización del pensamiento social, son los otros ingredientes de una vocación de servicio público que –urgentemente- debe aniquilar toda veleidad mediática, el enfermizo vedettismo y la desesperada tentación violentista que algunos pudieran abrigar. Posiblemente, el modelo de concertación chileno ofrezca claras lecciones de una responsabilidad mancomunada hacia el porvenir de todos los días, el de la ciudadanía que jamás dejará de ser pueblo.

La Coordinadora Democrática puede concebirse como un partido unitario de la mejor esperanza venezolanista. Así lo deben comprender sus integrantes.

EL FORZADO PRNCIPIO DE LA SUBSIDIARIDAD

El principio en cuestión hace referencia al respeto, estímulo y condiciones que deben brindar la comunidades mayores a las iniciativas y logros de las comunidades menores. El Estado ha de conceder espacios a la llamada sociedad civil capaz de realizar las tareas que antes eran de su exclusiva competencia, para realizar el bien común.

A modo de ilustración, un buen día el Estado tuvo que patrocinar e impulsar una amplia política de promoción del turismo que lo llevó a construir y administrar grandes hoteles, debido a la ausencia de los empresarios del ramo, pero –dearrollado el negocio- una cosa es pautar una política pública para el sector y, otra, manejar –y muy mal- tan difícil campo, siendo recomendable la privatización ordenada y transparente de esos bienes que lo obligaban a sacrificar otras inversiones vitales. Sin embargo, a pesar de que el aparato estatal no soporta el sobrepeso de las actividades que subsidiariamente puede cumplir la sociedad, el chavismo se empeña en que tengamos las miles y variadas empresas hoteleras, aéreas, etc., etc.

Las realidades marcan otro camino, forzando un principio que no logrará asumir ésta, la rara revolución de lo mismo o –como suele decirse- de “peor de lo mismo”. Nos valemos de cuatro modestos ejemplos.

Los servicios públicos no disponen de los recursos necesarios para atender a la ciudadanía. No tienen o no llega la fotocopiadora para completar el legajo de documentos que exige, pero –normalmente- encontramos un quisko, donde el ciudadano obtiene las copias deseadas. Ha pasado con el Seguro Social, donde ya el funcionario no busca los registros ni siquiera digitales del asegurado para resolver el problema, y éste acude a una tienda de internet y trae la impresión, consignando otro tributo parafiscal a sus diligencias.

Aquellos que se atreven a transitar el centro de la ciudad capital, puede observar que los demandantes de cédulas de identidad, pasaportes, cheques o cualquier solución de los despachos ministeriales, alquilan sendos bancos de plástico en la calle, pues, las instalaciones oficiales no brindan un mínimo de confort y tampoco de aseo, para atender al que cancela, en el peor de los casos, el IVA. Y, a lo mejor, hay partidas presupuestarias para adquirir o actualizar el mobiliario y los aparatos de aire acondicionado, pero ocontecerá algo semejante a Parque Central: los espacios ocupados por las dependencias oficiales no pagan condominio, contribuyendo inmensamente al deterioro del conjunto, y es de suponer que ese compromiso debe reflejarse –también, en el peor de los casos- en el proyecto de presupuesto del Centro Simón Bolívar.

Finalmente, en materia de información y formación aduanera, existen portales privados en internet que superan a los del gobierno, como www.aduanas.com.ve. O, para no ir más lejos, Súmate ha sido más transparente, convincente, eficiente y eficaz que el mismo CNE.

El amable lector podrá colocar otros importantes casos. Lo cierto es que, ésta, tan rara revolución, nos mantiene y entretiene en la extemporaneidad.

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