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Carolina aquí, Carolina allá

Las dos son mujeres profesionales, inteligentes y trabajadoras. Ambas descienden de próceres de la independencia y son miembros de familias honorables y sobre todo, honestas, de esas que por dos siglos han dictado pauta de buen hacer y buen vivir.

Carolina Vollmer es artista plástica. Además es abogada, pero su pasión la ha encauzado a través del arte. Recientemente inauguró una exposición que denominó “Refugio”, una conceptualización sobre la Venezuela que tenemos. No dejen de ir a verla, está en El Anexo Arte en el edificio Caura de la Avenida Eraso de San Bernardino.

Uno entra y se encuentra con un video de una destructora de documentos, que vuelve trizas a la Constitución Nacional. De ahí en adelante, el recorrido enciende las alarmas y para los pelos de punta sobre nuestra situación actual. Frente al video, una serie de bolsitas plásticas recogen los restos de los títulos destruidos: son nuestros derechos vueltos papelillo.

Un poco más adelante, en el piso, reposan dieciséis repuestos de una rotativa: la censura. En la pared de enfrente, los filtros de las chimeneas de una fábrica que quebró cuelgan del techo: el desmantelamiento de nuestro aparato productivo. En la pared de la derecha, cuatro ovillos de hilo sin usar, pero vencidos, gritan el destino de nuestra industria.

En un patiecito interior cuelgan tres botellones de agua, son contenedores de historias. Uno está a medio llenar de cables, otro casi lleno, pero queda uno vacío, a la espera de la historia que los venezolanos terminaremos de contar. Finalmente, unas piezas vaciadas en resina simbolizan los encuentros. Y es que un país dividido no funciona.

Carolina Márquez Arismendi es Licenciado en Literatura Latinoamericana de La Sorbonne y es Directora de Programación de la Orquesta Simón Bolívar. Fue cronista de excepción del histórico viaje que acaban de realizar nuestras orquestas a Italia. Lo mejor del país viajando por el mundo. De su mano viví los éxitos, sentí las emociones, oí las ovaciones y me enorgullecí una vez más de la dimensión de la obra que es El Sistema.

Apoyada en la magnífica página web Venezuela Sinfónica que dirige la sin par Patricia Aloy, Carolina todos los días colgaba fotos y nos ofrecía un recuento de la gira-residencia que nuestras orquestas realizaron:

El público no sólo aplaudió, sino que hizo un coro de aplausos al unísono para que la orquesta volviera a abrir las partituras y tocara tres bises: la Obertura Festiva, de Shostakovich; el Danzón N° 2, del compositor mexicano Arturo Márquez, y Aires de Venezuela, un popurrí de temas venezolanos con arreglo de José Terencio, que culmina con el Alma Llanera. Nadie de la orquesta, ni el propio director, conocía que en plena interpretación los miembros de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar, sentados entre el público, cantarían esta suerte de himno para los venezolanos. Muchos músicos tocaban al tiempo que lloraban de la emoción. No podían evitarlo. Paredes también comenzó a dirigir mirando hacia los palcos de donde salían las voces. El público miraba sorprendido ya no sólo hacia el escenario, sino hacia toda la sala, en la que Gustavo Dudamel también cantaba, orgulloso del triunfo de la orquesta con la que comenzó a trabajar como director.

Por ejemplo, cuando presentaron La Cantata Criolla, del Maestro Antonio Estévez, Carolina escribió:

Aunque el público no pudiese entender la totalidad de lo que se decía, la música, la capacidad histriónica de los solistas, la energía y las cualidades interpretativas de la orquesta y el coro fueron suficientes para que los asistentes se trasladaran a lo más profundo de la cultura venezolana. El Sistema apostó por lo venezolano y lo logró. La ovación se prolongó por 10 minutos, una rareza en La Scala para un programa de concierto sin aval crítico europeo. 

Dos Carolinas, dos visiones de la contrastante realidad venezolana: la Venezuela destruida y la Venezuela que negada a morir, muestra lo mejor de sí. ¿Con cuál nos quedamos?… Para mí la respuesta es obvia. ¿Y para usted?…

@cjaimesb

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