Opinión Nacional

Mirada al frente

La lucha por la consolidación del Proceso no ha finalizado. Ahora más
que
antes, incluso con mayor vigor y energía que el período iniciado a
partir
del 11-A, la moral y el espíritu de cuerpo del revolucionario tiene que
estar presente en la cotidianidad del quehacer político. Nadie puede
asomar
amagos de desmoralización. Ningún ser de buena voluntad identificado
con la
Revolución Bolivariana puede en ningún momento sentirse debilitado.

Esta
lucha lleva muchos años gestándose y ahora, cuando hemos comenzado a
establecer su concepción estratégica y sus nuevos paradigmas
existenciales
no podemos tirar ³la toalla².

En la lucha inacabable por la emancipación del pueblo, los escenarios
adversos que se presentan pasan a comportarse como otro obstáculo más
que
hay que vencer. Son como barreras duras, hechas de plomo e insalvables
como
la profundidad del mar, pero siempre se le busca la vuelta para
superarlos.

Y, sin que nos genere ansiedad, asumámoslo de una vez, así será hasta
que
esa adversidad eterna sea reducida a su mínima expresión. A cada acción
revolucionaria le acontecerá de manera contraria una fuerza
reaccionaria.

Nada de lo que ejecute la Revolución se desplazará en línea recta hacia
la
consecución de su meta. El oponente le lanzará otra línea que le
chocará de
frente, haciendo entonces que la ejecutoria revolucionaria se convierta
en
curva sinuosa, o zigzag tangencial, para poder llegar en el doble o
triple
del tiempo pre-establecido originalmente. Pero llegará a la meta. Sin
anclarse en el tiempo, al fin del camino la Revolución obtendrá el
objetivo.

Los luchadores que han pasado años en su brega, se han habituado a que
nada
le es fácil en la búsqueda revolucionaria. Y ya curtido su espíritu, lo
que
es ahora y lo que viene después no le será desconocido. Nada le hará
temer
ni mucho menos vacilar, ante la arrogancia del poder que le pretende
arrebatar de nuevo lo que ha labrado.

No obstante, toda la militancia revolucionaria, curtidos y novatos,
veteranos o iniciados, todos en su conjunto tienen que sudar muchos
años
más, para poder sentarse en la sublime calma a ver los frutos de la
lucha.

Para llegar a ese nivel de placidez espiritual, faltan amplios trechos
de
abismos todavía y largos tiempos de saboteo, conspiración e intentos
por
impedir consolidar la meta.

Los escenarios que surgen a raíz del revocatorio no pueden afectarnos.

Sea
lo que sea, se cumplan los pronósticos, se active de nuevo la
desestabilización y la acción diplomática aniquiladora del imperio,
invocando la Carta Interamericana, cualquiera sea el nuevo atentado
para
cerrarle el paso al Proceso, el revolucionario auténtico, se le
enfrentará
con vigor de alma y fuerza espiritual. El revolucionario que lucha, lo
seguirá haciendo y enfrentará otra vez los múltiplos escenarios de los
oponentes y adversarios desalmados que se le paren enfrente para frenar
y
destruir su labor de Bien Común.

Que nadie llore por creer que se ha perdido algo del Proceso. No hay
espacio
para detener el tiempo y drenar lamentos y ansiedades. El temple de
luchador
no tolera retrasos por migajas pragmáticas. La ruta a seguir marca la
pauta
de la cadencia de la superación de reveses. Mirada al frente hasta
allá, más
lejos del horizonte; y el pecho erguido, que exteriorice la moral más
alta
que cualquier ser vivo en la tierra.

Ya es tiempo de saberlo. Es el momento de convencernos que en la
Revolución,
la práctica de la política es la lucha. La lucha es la brega diaria, es
labrar un destino, es conseguir lo que se busca con esfuerzo y
perseverancia. Nada en la Revolución es regalado. Por eso la tenacidad
por
abrir brechas inexistentes es lo que nos vincula emocionalmente con las
rutas emancipadores de nuestro pueblo. Lucha que no es volátil, como el
gas
que se diluye con la brisa o desaparece en la esfera cúbica de la
dimensión
tangible de la tierra. La Revolución ganada no se abandona, no se deja
a
medio andar. El Proceso nos exige ahora más solidez y hermandad. Los
escenarios aparecidos o por aparecer, generados por las coyunturas que
a lo
largo de esta fase de transición se han gestado, esos escenarios nos
obligan
hoy a ser más revolucionarios como nunca antes lo fuimos.

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