«En la raya todo sigue igual»

Soy Miguel Hernández. Suelo viajar con frecuencia de Venezuela a Colombia porque tengo familia, residenciada en Barranquilla. Crucé por Paraguachón hacia Maicao el domingo, un día antes de la medida de la frontera, y hubo algunas señales que me hicieron pensar, una vez que hubo el cierre oficial, que la medida había sido preparada con antelación.

Ese día la frontera estaba muy tranquila. Aunque los domingos es un día de poca actividad comercial en la zona, siempre que he cruzado hay movimiento y en esta oportunidad era la única persona que estaba sellando el pasaporte tanto del lado venezolano hacia el colombiano, como del colombiano hacia el venezolano.

La frontera cerrada me crea un problema, no solo a mí sino a cientos, a miles. Ahora mismo si me quisiera regresar no podría, y eso que no tengo premura, no puedo imaginar la situación de otras personas con emergencias.

En principio iba a permanecer en Barranquilla dos semanas, ahora no lo sé. Esto ha sido tan reciente que no lo sé, es evidente que todo el que viene nota que hay mejor calidad de vida y sé de gente que está aquí para averiguar cómo puede pedir un asilo político o algún otro recurso legal para quedarse. Yo mismo estoy haciendo trámites para conseguir un empleo a ver si lo logro.

La opción es irse por avión, pero no todo el mundo tiene la posibilidad: hay una dificultad económica para que los venezolanos compren un boleto en moneda extranjera. De Venezuela para acá no solo son costosos los boletos, sino que no hay total disponibilidad; muchas veces es imposible planificar el viaje por avión y hay que optar, por obligación, por tierra.

En la ruta uno se encuentra con muchos colombianos y aunque tengan negocios o familia en Venezuela, empiezan a sentir que allá no tienen nada que hacer. Además las dificultades de escasez, inseguridad, que el dinero no rinde como antes, dicen que si en Venezuela ya no los quieren, y en su nación las cosas mejoran, así sea lentamente, es mejor regresarse. Coincidí con varios colombianos que iban a cruzar la frontera para no volver.

Es sorprendente la cantidad de gente que antes del cierre estaba haciendo la ruta porque es una vía de salida de Venezuela. Cruzas por tierra y puedes llegar a Colombia y de ahí desplazarte luego a cualquier parte del mundo, contario a lo que ocurre en el país. El cierre de la frontera es una dificultad añadida para quienes hacían esto y no están dispuestos a tomar los transportes por rutas no convencionales.

Es increíble que los venezolanos tengan tantas dificultades para entrar o salir del país. Hay opciones como llegar a Paraguachón y tomar un transporte informal para cruzar a través de trochas, pero no me extraña que vuelvan a hacer lo que ya hicieron en Cúcuta: intentar cerrarlas. Esta frontera es un poco más amplia, no está el río Táchira como ocurre con el norte de Santander. Imagino que todavía se podrá cruzar, ¿pero a qué riesgo?, no se sabe. Hablé con una amiga que el martes, luego de cerrada la frontera, cruzó para hacer un trabajo periodístico y me dice que aún es posible.

Me parece falso que digan que el cierre es por la protección al pueblo Wayúu porque solo verlos por los senderos de la frontera da cuenta de que es una población completamente olvidada.

A decir verdad las puertas se cierran para el ciudadano común porque en la raya -como le dicen los ciudadanos a la frontera- todo sigue igual: gente de ese mismo pueblo Wuayúu recuerda que, aunque desde hace un año hay prohibición de paso de mercancía por el lugar, cuando avanza la noche es que empieza el mayor flujo de gandolas con alimentos y sobre todo con gasolina. Es evidente de qué se trata, de quién o quiénes tienen el poder para hacer eso en la oscuridad.