¡Salgan de ese chiquero!
Por no asumir papeles para los que nadie me ha designado, he tenido el respeto de no andar proponiendo tácticas a diestra y siniestra, no obstante muchos lectores me increpan: ¿Y qué propone usted entonces? Cedo aquí a la presión y aterrizo intentando razonar con ustedes sobre la única vía que podrá liberarnos del déspota. La confrontación en nuestro terreno:la calle.
No se necesitan muchos argumentos para llegar a la conclusión que
permanecer en ese antro llamado Asamblea Nacional es contrario a los
intereses del país y de la oposición que se transforma en un auxilio de
primera para que se mantenga el régimen de oprobio del truchimán de
Sabaneta.
Es cierto, y yo mismo lo he sostenido y lo sostengo, que no puede
abandonarse ningún terreno de la lucha institucional contra el despotismo
arrogante, ni ceder espacio alguno, por ejemplo las curules en la A.N, las
Magistraturas, las Gobernaciones, Alcaldías, Rectores del CNE, etc.
Miren lo que costó a la resistencia, dentro de los cuarteles, la arriesgada
operación de Altamira, que permitió al hegemón aislar e incluso liquidar
profesionalmente a la mayoría de los 150 oficiales de mayor prestigio en
las FFAA. Estamos pagándolo con la mayor prostitución conocida en la
conformación de los altos mandos de toda la historia militar venezolana.
Por supuesto que si llegaran a producirse elecciones en septiembre, habría
que votar por el candidato mejor colocado de la oposición, para derrotar a
los sigüises de Chávez que incluyen desde el pintoresco Acosta Carles,
hasta el gordo Barreto en Caracas, pasando en Miranda por el candidato de
los ojitos verdes que enloquecen al dictador. Pero antes de septiembre, si
la dirección de la oposición lo quisiera, habría tantas oportunidades como
días para salir del pantano en que nos metieron sus tácticas suizas.
Entonces no se trata de renunciar masivamente al 48% de la Asamblea
Nacional porque, si bien es un chiquero chavista, esa es una institución
del Estado Venezolano -hoy en ruinas- aunque esté flotando en el estiércol
del desgobierno castrista.
Se trata es de crear, saliéndose de allí – no renunciando- las condiciones
de una crisis institucional que obligue al gobierno a detener la Ley de la
vergüenza nacional que destruye la independencia de poderes y les premia
cogiéndose, a la machimberra, el Tribunal Supremo de Justicia, llenándolo
de cabrones del gobierno, aun más de lo que ya está.
Algún empedernido legalista gallina podría increparme.»pero es que si
abandonamos indefinidamente nuestros curules ellos aplican el reglamento y
nos despojan» ¡A vaina! entonces no se ha entendido nada. Hay que salir del
chiquero con la amenaza de no volver, entre otras cosas, para liquidar esos
reglamentos espurios que el chavismo impuso y que lograron convertir a la
Asamblea en un cuerpo sumiso, asemejándose al modelo de La Habana, unánime
y eterno, en su paz de sepulcros.
Veamos entonces si estamos o no de acuerdo. No se le regalan al régimen los
cargos de representación popular que ostentan opositores, pero si el
gobierno sólo les permite estar allí en una condición de minusvalía tal que
exude -como hasta ahora- humillación y vasallaje, entonces continuar
asistiendo a la sesiones representa una complicidad con él.
Déjenlos solos aprobando los esperpentos jurídicos que les dé la gana.
Impúgnenlos ante el TSJ. No participen en ningún reparto de los nuevos
magistrados de ese cuerpo de cacatúas en que Chávez convertirá al TSJ
ampliado, para hacerle coro al discurso oficial.
Exijan, de los actuales miembros del TSJ, que se pronuncien en horas contra
esa ley que los aniquila como poder independiente. Y si el gobierno no
retrocede, como es de prever, entonces exíjanles que abandonen el TSJ y no
asistan hasta generar, al igual que con el abandono de la Asamblea y la
participación en el CNE, las condiciones de una crisis institucional donde
el gobierno tiene que escoger entre declarar la dictadura o avenirse (cosa
muy improbable por cierto) a negociar en condiciones dignas una
cohabitación entre la oposición y el gobierno hasta encontrar una salida
electoral a la crisis.
Idénticos objetivos podrían buscarse declarando una fecha tope (digamos 31
de Mayo) para que el gobierno y su CNE se sometan a las decisiones de la
Sala Electoral del TSJ, validando las firmas y convocando, sin más
dilaciones, el Referéndum Revocatorio Presidencial. En caso contrario,
abandonar el escenario electoral, renunciando masivamente a todas las
candidaturas por cuanto al siquitrillar el Referéndum Revocatorio, esas
elecciones pretenden relegitimar al régimen como democrático.
Podrían de nuevo argumentarme. pero así le entregas esos espacios al
gobierno y además nos dejas en la calle.
¡¡AH!! Entonces en verdad no nos habíamos entendido. No debe, jamás,
sobreponerse la permanencia en un puesto -así sea de representación
popular- si esto contradice el interés general para mantener el privilegio
transitorio de pertenencia al régimen institucional de la fétida quinta
republica, mientras al propio tiempo se posa de parlanchín opositor.
Debe estar planteado, como un imperativo insoslayable para la oposición,
que si terminan de eliminar el Revocatorio, se hace evidente la voluntad de
fraude del gobierno y debemos entonces salirnos del chiquero electoral del
régimen.
.Pero entonces le entregas todo al gobierno, dirá nuestro asustadizo
contradictor. Hablando claro nos entendemos. Los opositores aferrados a sus
cambures (como se agarran los ahogados a quien los rescata) son por
definición derrotistas y creen que la clave del mantenimiento de la
Republica -y la fuerza de la oposición- radica en la permanencia en sus
puestos y en el acceso a los micrófonos y pantallas amigas.
Por fin entonces descubrimos toda la tragedia de la oposición venezolana
que mantiene en el poder a Chávez por la sencilla razón que tiene por
dirigentes a gente que cobra 15 y último. Y los más conspicuos cobran más
que eso, y amasan fortunas, por una rara concepción según la cual la patria
está en deuda con ellos, por haberles concedido, ellos a la patria, la
gracia de nacer en estas latitudes y disfrutar su abúlica pertenencia a las
exquisiteces de la cohabitación en el poder. Y esto a pesar de las
molestias que les infligen los mostrencos chavistas advenedizos, que ya se
irán acostumbrando a las buenas maneras, así como se fueron encorbatando.
Allí aguantan nuestros imperturbables próceres de oposición, así sea
apaleados, como esas pobres infelices que esperan la violación reiterada
del marido padrote y sus azotes: el amargo mendrugo de pan de la desdicha,
bajo el techo de zinc.
Lo que intentamos decir es que todas las tácticas que impliquen una
confrontación pasan por no dejarse chantajear por el chavismo y barrajarles
al suelo los mendrugos del poder que nos toleran.
Pero hacer eso implica estar dispuestos al otro paso. Significa la
escalada. Significa que cada vez debemos arriesgar más contra el monstruo
insaciable de poder que enfrentamos, y que no dudará, en un primer momento,
en cantar victoria por los espacios que supuestamente le entregamos.
Pero es sólo así como entramos en el único terreno en que podemos ganarle
a un bárbaro que ya copó hace rato todos los intersticios del Estado en sus
instancias de poder decisivas. Para pelear en esas condiciones no puede
esperarse el 15 y último o el dozavo presupuestario, de donde se obtienen
toda clase de prebendas que otorga la ubre estatal.
No hago juicios personales ni me interesa hacerlos. Sólo describo conductas
conservadoras que solo tienen una explicación. Las mismas razones que
llevan a Chávez a mandar a asesinar manifestantes, llevan a los
parlanchines institucionalistas, partidarios del gradualismo y las buenas
maneras democráticas y pacifistas, a abogar por el nuevo mecanismo que
negocie una semana más, otro día mas, en el usufructo del poder, así sea
menguado, no por volumen de dinero sino por lo condicionado a la sumisión.
Ahora son los reparos. ¿Qué nos reservarán para luego? ¿La reafirmación de
los reparos?, ¿El reparo reparatorio? Ya empezaron los viciosos con una
vaina nueva que descubrieron en el arsenal de tropelías jurídicas del
esperpento constitucional chavista: Un Referéndum Abrogatorio.
Hay algo que el dirigente opositor gallina teme más que a Chávez y es la
escalada contra Chávez. El dirigente opositor es feliz mientras el proceso
discurre entre los rieles de la cohabitación y aunque su lenguaje sea
intemperante, sabe que después de unas trompadas en el hemiciclo viene la
mamadera de gallo que ridiculiza a los exaltados de cada bando, y así hasta
el nuevo episodio.
La escalada que comienza con el abandono del chiquero legislativo, sigue
con vaciar los otros chiqueros del CNE, del TSJ, y no negociar cuotas de
poder para entrar en ninguno de ellos, y se desconocen las usurpaciones que
el chavismo intentará para hacerlas funcionar, con su corte de mampletos
políticos.
La escalada continuaría abandonando la campaña electoral, renunciando a
todas las postulaciones, preparando al país para un nuevo y definitorio
Paro Cívico para expulsar al régimen. No para pedir elecciones ni
rectificaciones.
Esta vez, a diferencia de los juegos florales de diciembre 2002-enero 2003,
debe generarse la desobediencia activa generalizada e imponer el retroceso
del gobierno. O éste negocia su derrota institucional o deberá arriesgarse
a enfrentar la rebelión civil y militar.
La escalada significa que cuando el gobierno pretenda lanzar las tropas a
la calle, pidamos en contra-partida el desconocimiento militar de los
usurpadores. Y si la cúpula militar podrida se mantiene, entonces
impulsamos la desobediencia organizada de los soldados y oficiales, que se
niegan a reprimir o a aceptar las órdenes del déspota.
La escalada es pasar de la cohabitación con el régimen a la resistencia
contra la dictadura.
Si la oposición no quiere la escalada, para no asumir la resistencia,
entonces que digan abiertamente que hay que coexistir con Chávez por años,
y asumir como dicen algunos banqueros importantes, atragantados de
billetes, que el mejor escenario es esperar hasta el 2006.
Lo que no puede seguir ocurriendo es presenciar este cínico torneo de
mentiras y subterfugios que en definitiva sólo buscan llevar al pueblo, y
en particular a la vasta clase media indignada, a escenarios
institucionales cada vez más maltrechos, para en definitiva terminar
echándole la culpa a la gente por abandonar esos escenarios.
A mí por ejemplo nadie me podrá culpar de andar cobiando a nadie. Creo que
ir a los reparos es el colmo de la complicidad con las trampas de
Chávez-Carrasquero-Iván Rincón.
Pero el millón y medio de ciudadanos convertidos en ceniza legal, por este
trío malandril, tiene derecho a ir, una vez más, a defender su identidad y
sus propósitos. Ese es su derecho y no seré yo quien se encampañe contra
los Reparos. Dije lo que pienso. En la cabeza de los dirigentes estos
reparos son una muestra de estupidez o de cinismo. Pero visto por los
ciudadanos a quienes se le quiere desconocer su identidad y su derecho de
opinión, no sólo es lícito, sino también encomiable, que asistan a defender
su firma. La política no puede estar condicionada a enamoramientos de
fórmulas dogmáticas como la ejercitan los chavistas primitivos. Perdonen la
redundancia.
Lo que es impensable hoy, puede convertirse en una formidable palanca de
avance del movimiento opositor mañana. Tomemos el caso de las elecciones de
septiembre. Si ya el gobierno, usando la cobardía de la dirección
opositora, frustra con los Reparos, el Revocario, y no hay ninguna
escalada, menos aún, ni siquiera se les ocurre pensar en ella, y tampoco se
abandona el terreno de las elecciones regionales y locales; la masa
mayoritaria puede estar ausente de esas votaciones. Eso puede indicar que
ya abandonó toda ilusión en el terreno electoral y entraría en una fase
insurreccional de la lucha. Otra alternativa es que se resigna a la
hegemonía chavista por varios años. Esa sería la interpretación del
gobierno. Pero más probable que los escenarios anteriores, es que la gente
utilice en ese momento el arma electoral para votar masivamente contra
todos los candidatos del gobierno, en todas las ciudades y regiones y
además impide, con su expectativa vigilante, que el gobierno no pueda
montar un fraude ese día y contra toda evidencia falsear los datos para
hacerse victorioso, arriesgando a desatar una confrontación con fractura
militar incluida.
Dicho lo anterior quisiéramos concluir que mientras seamos tributarios de
una estrategia opositora que pacta su cohabitación con el régimen, hay
escasos o nulos chances de salir de esta pesadilla.
La ruptura, la escalada o como quiera llamarse la opción que incluye la
participación de la insurgencia civil y militar -en lugar del acomodamiento
al régimen- puede incluir, como límite de paciencia antes del estallido
insurreccional, una participación masiva en los Reparos (obligando al
gobierno a otras trampas para boicotear el Revocatorio), y tampoco puede
descartarse, a pesar de frustrarse el Revocatorio, una masiva participación
en las elecciones de septiembre.
El mayor peligro de transitar hasta este escenario, es que la dirección
opositora leería al revés el mensaje y podría creer que se les premia por
habernos llevado con los pies y las manos atadas ante el altar de la
cohabitación con la casta de zarandajos del poder revolucionario.
Recordemos una vez más, que la quinta república sólo revolucionó los
bolsillos de sus jerarcas, haciéndolos de potentados, que hasta se dan
hasta el lujo de pagar una oposición a su medida.