Opinión Nacional

Oposición: unidad y responsabilidad

La “unión hace la fuerza”, nos dice el más elemental sentido común.

Sin embargo, una pequeña minoría en la oposición, por ahora, ha manifestado que no concurrirá a los reparos básicamente por dos razones. La primera considera un error aceptar ir a reparos porque, dado que el régimen no quiere contarse, hará lo imposible para impedir que la gente vaya a reparar y/o adulterará el resultado de la consulta. Por tanto, se corre el riesgo de legitimar al gobierno y sería preferible declarar el fraude de una vez, basándose en la sentencia de la Sala Electoral.

El verdadero arbitro de la legitimidad del régimen es la comunidad internacional, por eso el gobierno está gastando sumas estratosféricas para mejorar su imagen en el mundo. Ahora bien, los amigos de la comunidad internacional nos han dicho, en privado, que la oposición debe ir a reparos porque el absurdo rechazo de las planillas asistidas sería un fraude sólo a medias, en cambio el aborto ilegítimo de los reparos o del propio referéndum revocatorio, demostrarían contundentemente, “erga omnes”, las características no democráticas del régimen, con la consecuente clara deslegitimación nacional e internacional.

La otra razón para no ir a los reparos es de carácter ético y jurídico. Las firmas asistidas son válidas y así lo sentenció la Sala Electoral, ir a reparos sería desconocer la sentencia y además es inmoral. Con el control de la Sala Constitucional por parte del gobierno y la correlación de fuerzas en la Sala Plena, lo jurídico es políticamente intrascendente. En cuanto al tema moral, quisiera recordar aquí la distinción que hacía Max Weber entre la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”. Simplificando, podríamos decir que, según la primera, la conducta debe estar determinada por la convicción moral del individuo, independientemente de las consecuencias que esa conducta pueda tener. La segunda, en cambio, obliga a valorar prioritariamente las consecuencias de la conducta individual. Matar a una persona, salvo en legítima defensa, es inmoral, sin embargo si estuviese en mis manos matar a un terrorista que está punto de asesinar a inocentes, según la ética de la responsabilidad, mi deber es matarlo.

Después de la decisión de la mayoría de la oposición de ir, bajo protesta y con la nariz tapada, a los reparos, la única conducta responsable, política y moralmente, es contribuir, leal y disciplinadamente, al esfuerzo unitario. Cualquier otra conducta, objetivamente, favorece al gobierno.

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