Opinión Nacional

La implosión

“Implosión: hundimiento hacia dentro de un objeto
o realidad en donde se ha hecho el vacío.
2. Fenómeno cósmico que consiste en la disminución
del tamaño de un astro”.
Vox, Diccionario General de la lengua española

1

Hay quienes creen de buena fe que este régimen sigue el cauce normal destinado a los regimenes democráticos que en Venezuela han sido. Que Hugo Rafael Chávez Frías fue electo por una mayoría legítima -¡quién lo duda!-, vivió buenos y malos momentos, disfrutó de una prolongada luna de miel con un apasionado electorado y culminó su viaje ascendente hacia la aprobación aclamatoria, así se haya enredado luego en los vericuetos de su inoperancia, cayendo en las preferencias colectivas a una mayoritaria desaprobación. De entre estos últimos hay quienes incluso van más lejos y se atreven a considerar que a la cabeza de este régimen de corrupción y violaciones a los derechos humanos se yergue un autócrata con pretensiones despóticas. Pero no llegan tan lejos como a considerar que en vocación tan personalista y caudillocrática Chávez vaya más lejos que Rómulo en la flor de su juventud, que Pérez cuando expresaba sus apetencias imperiales y que Caldera embriagado por el ansia de Poder incluso cuando ya se perdía en las brumas de su senectud. Llegan a este extremo, pero ni un paso más allá: consideran que Chávez, desde Juan Vicente Gómez ha sido el peor presidente de nuestra atribulada república. Todo lo demás les parece inútil exageración.

Para aquellos que creen lo contrario y temen estar sufriendo los denodados esfuerzos del chavismo por consolidar un régimen dictatorial, no es éste un asunto de meras diferencias ideológicas. Es un asunto de orden práctico que toca a la naturaleza misma de la oposición, a su táctica y estrategia. Pues a un gobierno al que se cuida de conceptuar como dictatorial o proto-dictatorial se le enfrenta con otras medidas, otros proyectos y otra intensidad que a uno al que se perciba y considere como despótico, autocrático y dictatorial. Es más: a un mal gobierno, así sea el peor, no se le tumba: se le deja transcurrir hasta su extinción por muerte natural, cuando haya cubierto los años de su mandato. Política que es la que en el fondo parece latir en quienes se niegan a aceptar el carácter dictatorial del actual régimen. Y nos proponen sigamos ciegamente tras la zanahoria electoral del calendario chavista: RR, reparos, regionales, parlamentarias, presidenciales: 2004, 2005, 2006. Y así hasta el 2021. Los idus de la democracia venezolana. ¿Y por qué no hasta más allá? La inmensa mayoría de los cubanos no habían nacido aún cuando Castro asaltara violentamente el Poder, hace cuarenta y cinco añitos. Nadie creyó entonces que Fidel podía ser algo más que un romántico guerrillero a la caza de un dictador. Quien en comparación, terminó siendo un niño de pecho. Y su dictadura, una paradisiaca dictablanda en contraste con esta monstruosa dictadura, que aquel engañoso idealista aún detenta con mano de hierro, vaya a saber Dios hasta cuándo.

Lo asombroso es que quienes insisten en cuidarse de descalificar la actual gestión como la expresión pura y simple de un autócrata y al generalizado desplome institucional como el paso más importante dado en Venezuela desde Pérez Jiménez para la instauración de una brutal dictadura, no dudaron un segundo en caerle a saco a un gobierno democrático que, para colmo, ni siquiera era malo. En estricta y sana comparación con este desastre fue un gobierno excepcional. Me refiero al cobarde atentado que se perpetró contra la tradición democrática venezolana en la figura de Carlos Andrés Pérez, segundo paso – el primero fue el golpe de Estado de febrero/ noviembre de 1992 – hacia la culminación exitosa de esta dictadura que hoy se construye en Venezuela a partir del cuarto paso: el triunfo electoral del teniente coronel en 1998. Pues el tercero fue el triunfo de Rafael Caldera y la entronización en importantes resortes del poder de quienes coadyuvaron de manera sustancial – consciente o inconscientemente – a la debacle institucional que hoy vivimos. Y que se empecinan en mirar de soslayo, una mano estrechada a José Vicente Rangel y Jorgito Rodríguez, la otra en la oposición al mandato del caudillo. Si la saña que esgrimieran en su momento contra CAP –al que le negaran la sal y el agua- la ejercieran hoy contra el autócrata, otro gallo nos cantaría. La unidad de la oposición estaría blindada y bloqueada contra rupturas. El camino del retorno a la democracia muchísimo más expedito.

2

Esta cruel diferencia entre quienes consideramos que vivimos los albores de una terrible dictadura, cuyo calendario se ha ido cumpliendo inexorablemente con el desmantelamiento de todas las instituciones democráticas y la construcción de una institucionalidad dictatorial – TSJ, CNE, Poder Moral y Ciudadano, FAN, etc.-, y quienes insisten en calificar al régimen de un mal gobierno democrático, se hace hoy sustancia de las diferencias con que se evalúa el gigantesco robo cometido por los esbirros del caudillo en el CNE y en el TSJ y la voluntad con que se pretende ir al proceso de reparos y al futuro del calendario electoral del país. Mientras una parte de la oposición no acepta ir a reparar lo que no requiere de reparo alguno, la otra cree sincera e ingenuamente que el proceso de reparos podría culminar exitosamente, obligando al caudillo a contarse e irse, si la medición le fuera desfavorable. Que hasta dudan de ello.

Olvida ese sector algo tan elemental, que ofende: quien cometió el fraude más monumental perpetrado en el país desde hace medio siglo y de una manera aún más alevosa que en 1952 robándonos un millón y medio de firmas, sin que hasta hoy nadie en el mundo – ni el Centro Carter, ni la OEA – dijesen una sola palabra, no tiene por qué aceptar un proceso menor como el de los reparos, del que maneja hasta los últimos hilos y detalles, usando, malversando y desfigurando la data que monopoliza a su antojo. Y que pone a la disposición de sus auténticos propietarios cuando le da su real gana. Ante la más absoluta impunidad, por cierto, y mientras nuestros mojigatos de siempre celebran un reglamento que pronto será agua de borrajas.

¿Ir o no ir al calvario de los reparos? En primer lugar, el propósito del régimen auspiciando el proceso de reparos a través de sus esbirros en el CNE y la buena voluntad de la Coordinadora Democrática no puede ser otro que el de culminar exitosamente su faena de auto legitimación, al mismo tiempo que la deslegitimación de la oposición: demostrar urbi et orbe que la oposición sí cometió fraude en el Reafirmazo y que, invitada por la excelsa generosidad del caudillo a desmentirlo con hechos, terminó confirmando lo que él le anunciara al mundo durante el proceso mismo de recolección de firmas. Se verificaría así la relegitimación de origen, asunto crucial dado que el único argumento que todavía lo avala ante la comunidad democrática del mundo es, precisamente, su legitimidad de origen.

Seguros de que quien se ha demostrado en la práctica cínico sistémico y tramposo contumaz, ya ha montado la celada, ¿con qué propósitos aceptar ir a un proceso de reparos que nos negará necesariamente lo que ya nos negó el Reafirmazo? Luego de haber muerto al tigre opositor cuando mostró sus más poderosas garras, ¿le temerá Chávez al pellejo de los reparos? ¿Cómo y por qué ir a lo que casi todos los analistas políticos y los más renombrados juristas consideran un viaje al cadalso?

3

Contrariamente a quienes juzgan con benevolencia la naturaleza profunda y esencialmente dictatorial del régimen, creo que el caudillo pretende entronizarse para siempre – lo que los dictadores consideran la eternidad, que no es más que la duración de sus propias vidas – y no cesará en sus intentos sometiéndose de buen grado a una medición electoral. Chávez no saldrá por la puerta grande de los votos. Ha violado sistemáticamente su propia constitución, ha montado sus propias instituciones dictatoriales, ha conformado un ejército mercenario a su personal servicio. No ha ido más lejos porque no ha podido. Si se lo permitimos, podrá. La historia de estos últimos tres años, por lo menos desde diciembre del 2001, es la historia de una dramática y tenaz lucha de la sociedad civil, profundamente democrática, contra esa voluntad desquiciadora. Habremos cometido errores: pero no han sido ellos los que nos han traído hasta este trance. Antes muy por el contrario: han contribuido con todo lo posible por obstaculizarlo.

Nos quedan algunos espacios, y muy importantes. Sin contar la comunidad internacional que ya le ha visto el rostro al monstruo. Islotes en el TSJ, en la Asamblea, en las FAN. Nos quedan los partidos políticos, maltratados es cierto y en terapia intensiva, pero aunque confundidos y enmarañados, en proceso de lenta recuperación. Nos quedan los medios de comunicación, bastión inexpugnable de defensa de la democracia sin el cual hace ya mucho tiempo se hubiera desplegado la dictadura en todo su esplendor. Medios que debemos cuidar y defender como lo que realmente son: la niña de nuestros ojos. Y sobre todo nos queda la inmensa mayoría del país, la sociedad civil, que no da muestras de agotamiento y cansancio, aunque sí de impaciencia. Nos quedan, finalmente, los escenarios. En ellos se vivirán los últimos actos de este drama, que puede devenir en tragedia. En ellos se enfrentan el 70 por ciento de un país libertario contra un 30 por ciento que ya sucumbió al autócrata.

Los reparos constituyen el primero de dichos escenarios. Las elecciones regionales serán el segundo. Un fracaso en el primero de ellos, con la consiguiente sepultura de tres millones y medio de firmas, será devastador para éste último. Que los partidos que apuestan su sobreviva a tales regionales, especialmente AD, COPEI y PROYECTO VENEZUELA no se llamen a engaño. Una derrota en el primer escenario los llevará a las regionales en estado comatoso: no harán más que legitimar el gigantesco fraude ya en curso. Perderán las joyas de la corona por un puñado de alcaldías y alguna gobernación sin gran peso en la definición del futuro.

Los reparos tanto como las regionales deben ser enfrentados como momentos de una gigantesca movilización popular, que acorrale al régimen, lo quebrante y debilite en su esencia empujándolo hacia la implosión de todas sus instancias. Objetivo que sólo se logrará en tanto en cuanto se vaya a dichos escenarios con la más sólida, férrea, entusiasta y contundente unidad antidictatorial. Sin bates quebrados electoreros ni malas conciencias cuartarepublicanas. Con un solo objetivo: aplastar al chavismo, aplastar la dictadura, aplastar a Chávez. Pues este régimen sólo podrá desaparecer arrastrado por un proceso de devastación interior, en medio de sus abusos y atropellos y muy posiblemente bañado en la sangre derramada por sus reiteradas violaciones a los derechos humanos. Parafraseando al Ché, tan caro a la retórica del caudillo y tan ajeno a su inmoralidad corruptora: creemos dos, tres, muchos 27 de febrero. Acosado por el levantamiento popular causado por la ira y la indignación ante tanto abuso y represión, el régimen vivirá la implosión y terminará convertido en la enana blanca, fase perfecta para extirparlo del cuerpo social del país de una vez y, ojalá, para siempre.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba