Opinión Nacional

Más allá del referéndum

Como Embajador de Venezuela en Guatemala participé en el Grupo de Amigos que facilitó las negociaciones que terminaron, en 1996, con una guerra civil que, en más de 30 años, causó la muerte de alrededor de 250.000 personas. En 1992, los salvadoreños negociaron el final de una guerra civil que, en una década, había producido más de 80.000 muertos. En Nicaragua, en 1990, el gobierno de Daniel Ortega, después de una guerra civil, decenas de miles de muertos y el retraso de 30 años en el desarrollo socioeconómico del país, aceptó acatar el resultado de unas elecciones que dieron la victoria a la oposición, sólo después de una intensa negociación, en la cual se le dieron garantías al sandinismo y a sus líderes, en relación con su seguridad personal, judicial y política. Se logró también un acuerdo de gobernabilidad que implicaba la aceptación, por ambos bandos, de las reglas del juego democrático. El sandinismo obtuvo, como garantía mayor, que el hermano de Ortega se mantuviera como Comandante de las Fuerzas Armadas por varios años. En 1988, Pinochet aceptó respetar el resultado de un referéndum que implicaba su salida de la presidencia, solamente a raíz de unas negociaciones que garantizaban su permanencia en la Comandancia General del Ejército por varios años y su posterior nombramiento como Senador vitalicio. Obtuvo además que se mantuviera la Constitución sancionada por la dictadura, que implica, entre otras cosas, que todavía hoy el Comandante General del Ejército tiene que ser seleccionado por el Presidente de la República de una terna presentada por el Alto Mando. Así se logró clausurar, en paz, un período de 17 años de dictadura y decenas de miles de muertos. Pero ahora Chile es el país más exitoso de América Latina, que ha sabido combinar una economía de mercado eficiente y una solidaridad social, logrando reducir la pobreza en un 50%, sólo en los seis años del gobierno del demócrata cristiano Eduardo Frei. En Chile y Nicaragua, los dos gobiernos autoritarios mantenían un relevante apoyo popular. Todos llegaron a la conclusión que era necesario negociar para lograr la gobernabilidad y la paz, sin las cuales no hay desarrollo. En Venezuela, los sectores democráticos y sensatos, en ambos bandos, pero particularmente en el Gobierno, deberían entender que no hay paz, ni gobernabilidad, sin un consenso mínimo sobre la reglas del juego político. Ya hemos tenido los primeros muertos, ojalá que no necesitemos una guerra civil para iniciar la necesaria negociación.

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