Imagen desvirtuada de un fracaso
A pesar de los esfuerzos realizados y los enormes recursos financieros empleados, la imagen exterior del gobierno de Hugo Chávez es cada vez más negativa. El disparatado e incoherente mensaje de la diplomacia venezolana, producto de la abismal ignorancia del mundo actual por parte de quienes la dirigen, no hace otra cosa que aislarnos progresivamente y sin remedio de la comunidad democrática mundial y de las oportunidades que plantea el desarrollo global. El desempeño de nuestras principales misiones diplomáticas en actividades abiertamente propagandísticas a favor del régimen, en un vano intento por explicar lo inexplicable, mediante el cinismo y la mentira, no sólo incrementa el deterioro de nuestra imagen exterior, sino que contribuye de paso a impedir el proceso de cambio que, dentro del marco pacífico, democrático y constitucional, exige la inmensa mayoría de los venezolanos para salir de la actual crisis política.
Importantes sumas del patrimonio nacional siguen siendo dilapidadas para vender al mundo exterior un pretendido proyecto revolucionario que, sin fundamento ideológico alguno y en medio de enormes contradicciones, no ha hecho más que destruir de manera sistemática al país. Nunca antes gobierno alguno en Venezuela había malgastado tanto dinero y empeño para ganarse el favor de la opinión pública mundial con tan poco éxito.
Al rotundo y evidente fracaso interno en todos los órdenes se suma una diplomacia incongruente y disparatada que le cierra cada vez más los espacios en el mundo democrático. Pretender mostrar como un éxito el más evidente y estruendoso fracaso, documentado por las más diversas instituciones y organismos internacionales, entre ellos el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, constituye sin duda un ejercicio inútil. Pero, tratar de esconder con un cínico discurso la violación cada vez más grave de los derechos humanos y la negación de las libertades en el país, hechos difundidos por todos los medios del mundo, significa además una ofensa a la inteligencia de la dirigencia internacional.
Las autoridades gubernamentales saben muy bien que mienten cuando intentan convencer a la opinión pública nacional que existe un importante apoyo externo al régimen. Ningún gobierno democrático del mundo puede coincidir y menos aún apoyar políticas contrarias a la plena vigencia y respeto de los derechos humanos.
Resulta evidente que la comunidad internacional sigue con creciente interés la tragedia del pueblo venezolano y percibe hoy con mucha mayor claridad lo que está sucediendo realmente en el país. Uno tras otro, los gobiernos democráticos del mundo y sus principales líderes, comienzan a fijar su mirada crítica sobre el régimen venezolano. Uno tras otro, comienzan a marcar distancias con él. La inusual declaración del candidato del partido demócrata norteamericano es sólo una muestra de las expresiones de rechazo que comienzan a surgir en el ámbito internacional, a un estilo autocrático, revanchista e ineficiente de gobierno. Los movimientos democráticos de izquierda del mundo tampoco se sienten identificados con este gobierno, que ha entrado ya definitivamente en la órbita del autoritarismo y habrá de inscribirse en el listado de los regímenes dictatoriales de la historia del siglo XXI.
Tal vez el cinismo y la mentira de algunos sólo persigan la preservación de cargos, de posiciones de poder e inclusive hasta el acceso a una súbita e inexplicable riqueza. Pero el Jefe del Gobierno, al asumir con euforia ese comportamiento, refleja no sólo su ingenuidad, sino el profundo divorcio con la realidad que le rodea.