¿Cuánto falta, qué falta?
La balanza la inclina o no las Fuerzas Armadas. El verdadero árbitro. O estas acompañan la calle y sacan al atronao, recuperando su honor y función dentro del Estado y la sociedad, o las calles llenas de enardecidos venezolanos terminarán sacando a Chávez, mientras las Fuerzas Armadas quedarán hundidas en el oprobio de haberse dejado convertir en los esbirros de la dictadura moribunda… Y eso tiene demasiadas consecuencias.
¿CUÁNTO FALTA?, ¿QUÉ FALTA?
Entre quienes propongan llevar nuestras firmas a los reparos del árbitro vendido, encontraremos imbéciles, cómplices del gobierno y, aunque no se crea, una buena cantidad de ilusos que están dispuestos a coexistir con Chávez hasta el 2006 e incluso más allá.
No los culpemos. Menos después del horror represivo visto esta última semana. Muchos creen que si nos portamos bien, modositos, sin alborotar al loco, éste se aquieta.
Todavía hay miedo. Nada más lógico si nos vemos individualmente frente a un robocop que nos patea en el suelo o vemos a un degenerado que nos lanza una bomba en el cuarto de los niños, en nuestro apartamento de un piso diez.
El temor por las crías es el más recóndito de los instintos: la supervivencia del débil frente al fuerte.
Todavía no se ha entendido que somos poderosos y que el gobierno se lanza a la vorágine represiva porque sencillamente está cagado.
No nos extrañemos que las muchedumbres se enclaustren frente al peligro. Ellas dudan, votan, generalmente equivocadas, y se protegen de las maldades de los gobernantes hablando mal de ellos, dejándose encuestar en contra etcétera. Por el contrario, son las vanguardias lúcidas y decididas las que marcan el rumbo de la historia de las naciones.
Cuando fuerzas de razones intransigentes se lanzan a la pelea abierta y sin vacilaciones -como es hoy nuestro caso- terminan por imponer sus objetivos. No les abrumaré con ejemplos, los hay por miles. La muchedumbre sólo actúa en la hora decisiva, o delega su fuerza en la vanguardia que arriesga porque siente detrás suyo a la inmensa mayoría.
La oposición puede ser embaucada de nuevo por “dirigentes” que le propondrán la última patraña negociada para mantenernos en el terreno institucional. Algunos hasta han logrado la maestría de hablar golpeado, pero para proponer una solemne bolsería.
Distingamos entre políticos honestos, a quienes sencillamente se les agotó el discursito por cuanto nunca entendieron la naturaleza dictatorial y lumpen del chavismo; y quienes quieren seguir de embaucadores defendiendo agónicamente un hilo -ya imperceptible- de continuidad institucional, por considerarse beneficiarios a la postre de algún enjuague electorero dentro del régimen.
Ya no hay espacio para quienes han dirigido este proceso opositor en los últimos tres años llenos de fracasos. Los que den la talla se conocerán por ponerse al frente de la nueva etapa de confrontación abierta, SIN NEGOCIAR DERECHOS.
Si quisiéramos una dirección más visible, con un programa y una estrategia correcta que nos lleve al triunfo, exijamos que los gobernadores y alcaldes de oposición decidan desconocer el gobierno delincuente de Hugo Chávez. Que se reúnan de nuevo y proclamen la reconstitución de la República de Venezuela y exijan a las Fuerzas Armadas el reconocimiento de un nuevo gobierno.
La pelea ahora no es gradual, es frontal. Es un disparate movilizarse por retazos, por turnos. La movilización debe ser general y simultánea. La huelga general, aunque estuvo desacreditada y disminuida como recurso de lucha decisiva, no ha muerto. Puede resultar inevitablemente necesaria en la hora final. Si ya llegó esa hora será fácil descubrirlo. La huelga general se irá generando espontáneamente. No siempre es así pero dada la confluencia de factores de crisis que apuntan al estallido en Venezuela, esto puede desembocar en una huelga general política de tipo insurreccional (como debió haber sido la de diciembre 2002–febrero 2003). La fractura militar contra el gobierno es el evento, el remate final decisivo.
Si la fuerzas civiles dirigen la confrontación, imponen la expulsión del autócrata y sus secuaces, y obligan a una intervención militar del lado opositor, aquí habrá una explosión democrática y un período de gran inestabilidad creativa mientras se resuelve con grandes acuerdos (o mediante el sufragio) quiénes van a dirigir los nuevos grandes consensos para salir entre todos de esta crisis en que el chavismo deja a las instituciones y al tejido económico social de la nación.
Pero si la dirección opositora se anarquiza, por opciones políticas contrapuestas, entre los negociadores institucionalistas y los partidarios de la confrontación definitiva, y la resistencia se mantiene en las calles, al tiempo que se profundiza, extiende y centraliza, entonces seguramente obtendremos un agotamiento acelerado del régimen, y una fractura militar que sacará al chavismo del poder. Sepamos, sin embargo, que la reconstrucción democrática se hará mucho más lenta y luego de cirugías mayores, en el aparato de Estado, dirigido por un gobierno de fuerte orientación militar.
El chavismo saldrá del poder de forma abrupta en cualquier escenario final. Así lo quisieron ellos. Sólo a obtusos se les ocurre que pueden llenarse de privilegios indefinidamente tratando de esclavizar a la mayoría de un país que distingue entre democracia y dictadura. El problema, sin embargo, son los costos más o menos graves de las distintas alternativas de expulsión. Volviendo a los obtusos, ellos creen que el problema de los costos es nuestro por eso bravuconean con sus guerras sociales y sus bajadas de cerro, como si fueran dueños del destino de la mayoría del pueblo pobre que ya les odia tanto o más que la clase media. Nunca tampoco supieron que el verdadero costo final se hará a expensas de los vagos pedantes disfrazados de revolucionarios.
Algún día balancearemos qué parte importante de la estabilidad y sostén del régimen de Chávez se lo debió a la dirección de oposición. Esto es un hecho cierto. Juzgamos conductas, conductas objetivas, independientemente de la vehemencia del discurso opositor. Cuando se eligió un árbitro y empezó el coro cortesano sobre el árbitro, el árbitro, nos tocó alertar: “Ay de quien confíe en un árbitro vendido desde antes de ser nombrado”.
Entre reconocimientos de amigos y mentadas de madre de chavistas (de lenguas muy sucias por cierto) tengo lectores que me recriminan por qué no me uno al coro ovegil y me trago las críticas. Confieso no haber encontrado la forma de hacerles entender a algunos que la discusión sobre cómo llegar a ganar, es tan vital para la oposición como todos los movimientos que se desencadenan al calor de esa discusión sobre los fines y medios para alcanzar la expulsión del déspota.
Ya sabemos lo que duelen los asesinados y las heridas de balas y perdigones. El terror de la asfixia tóxica, los planazos, las patadas en el suelo, los culatazos propinados por lacras en uniforme.
Ya sabemos cómo NO se hace una huelga general. Aprendimos a manifestar por millones. Aprendimos a pedir soluciones por las buenas y ordenaditos, por vías institucionales, con millones de firmas y sufrimos lo que duele el atropello inaudito de vernos desconocidos.
Aprendimos a desconfiar de toda la verborrea democratista del gobierno y de quienes acordaron con ellos para mantenernos siempre con una chupeta sobre una nueva fecha, un nuevo requisito que cumplir, un nuevo retroceso y paciencias tácticas y que para entramparlos en su propia Constitución. Se sufrió el desengaño de constatar, una vez mas, que quien hizo la ley hizo la trampa.
Pero también aprendimos cómo se combate la represión dictatorial en las calles. Aprendimos a insurreccionarnos. Eso es LO NUEVO y es extraordinario.
Entre los e-mail que rescato -entre centenares de virus electrónicos que me envía diariamente el equipo de Diosdado- hay varios que me increpan sobre por qué sigo confiando en la salida militar a la crisis. Y es sobre eso que quisiera explicarme.
Quizá muchos ciudadanos se percaten por primera vez del ensañamiento represivo del cual es capaz un régimen cuando no se respetan los derechos democráticos. Yo, que tragué gases de gobiernos adecos y copeyanos, durante treinta años, puedo confiarles que son del mismo tipo y los planazos duelen igual; y que las balas asesinas mataban y matan con los mismos agujeros sangrantes. Las lágrimas y el dolor desgarrador de los familiares de las victimas siempre supieron amargos como la impotencia ante esos delitos de Estado y la injusticia implícita en ellos.
La cúpula de malandros que dirigen hoy nuestras Fuerzas Armadas está tratando, por todos los medios, lograr asimilar esas fuerzas a la condición de esbirros del régimen para comprometerles en la ignominia de sostener a sangre y fuego la dictadura chavista.
Lo peor de nuestras Fuerzas Armadas (corruptos y represores), está actuando para sostener al gran malandro todavía Presidente. Por su lado lo mejor de nuestras Fuerzas Armadas, su inmensa mayoría de oficiales y suboficiales, se obligan al silencio y siguen paralizados. La estructura de mandos está en manos de sicarios o de cómplices del régimen. La gran parte sana no se expone para no verse excluidos -como todos los de Altamira- como todos los delatados por la red de sapos chavistas. Pero eso tiene su límite y estamos llegando a él. Si la mayoría democrática de las Fuerzas Armadas no reaccionan y dejan convertir sus componentes en guardias pretorianas, responsables de matanzas indiscriminadas, entonces habría llegado la hora de eliminar a TODAS las Fuerzas Armadas o por lo menos a su mayoría y enterrarlas junto al régimen chavista.
A los políticos les retoña el pezcuezo, NO a los militares que se meten en vainas, dijo algún gran pragmático –se le atribuye al General Llovera Páez, 1958- y cuando se está bajo disciplina castrense esto se entiende muy fácilmente.
Una ola de odio e indignación contra la Guardia Nacional en todo el país, pone de manifiesto –otra vez- el eterno tema de la violencia que el Estado usa para preservar a quien detente la jefatura del gobierno.
La Guardia Nacional, fundada por López Contreras en 1937, ha repartido planazos desde su fundación hasta hoy. Sesenta y siete años sirviendo y reprimiendo. En sus filas se formaron muy dignos Generales de División como Edgar Bolívar y Carlos Alfonso Martínez.
Pero, como para recordarnos también nuestro lado bárbaro, Chávez sacó a flote a bicharracos pintorescos como Acosta Carles, entrenadores de sádicos (como los que muestra la TV pateando detenidos en el suelo o disparando a quemarropa contra indefensos manifestantes que quieren escapárseles del maltrato) y de pichones de genocida, lanzando bombas a apartamentos para gasear a familias enteras al azar.
La Policía Militar por su parte, preparada por Chávez para convertirse en sus batallones de elite, ya tiene sus primeros muertos en haber, asesinados con FAL, uno de ellos en Los Castores cuando estaba arrodillado.
Me preguntan… ¿Cómo puede usted creer que las Fuerzas Armadas pueden ayudarnos a salir de este bicho si son su soporte represivo? …
Por las mismas razones que no confundiría un cura pederasta con el 99.99% de los sacerdotes de conducta intachable. No confundiría tres millones de adecos honorables con unos diez mil malandros que arruinaron ese partido. Y tampoco confundiría el millón que reconstruyó su fe en ese partido con los centenares de pillos que aun quedan agazapados en sus filas.
Hay un millón de comerciantes en el país, entre formales e informales… ¿Cuántos especuladores, acaparadores y tramposos? ¿Es que acaso por lo menos 980.000 no viven honradamente de su trabajo? Y entre los banqueros… ¿Cuántos empresarios y profesionales correctos hay, y cuántos estafadores de corbata?. Es difícil saber cuánta gente honorable hay incluso en el chavismo… lo que nunca debemos olvidar es que también nos representan…
¿Las Fuerzas Armadas… son sólo dignos oficiales y tropa profesional herederos del ejército libertador? Por supuesto que no. Allí también encontramos, multiplicados bajo el chavismo, malandros, aprovechadores, sádicos, déspotas, alimañas, golpeadores de mujeres.
Lo nuevo en las Fuerzas Armadas (y eso se lo debemos al chavismo) es que organizó cuerpos especiales con la escoria que creció en ellas y los lanzó como una jauría contra los ciudadanos. La ventaja de ese modelo chavista es que sacaremos de cuajo a todos los asesinos registrados en esos batallones de la muerte.
Quien dispare un FAL contra una persona, quiere matarla. Es cierto que así se les enseña para la guerra. Pero quien dispare un FAL contra un manifestante es un sádico asesino. Debe ser encerrado por homicidio premeditado y con él, en la misma celda por treinta años, el oficial que le entregó el arma y le dio la orden de usarla, y con ellos el gobernante que les hizo apuntar contra ciudadanos.
Esta no es una lucha entre puros e impuros, entre buenos y malos. Esta es la lucha entre la estupidez humana -disfrazada de ideologías igualitaristas, un 10% de la población manipulada por malandros engreídos dispuestos a esclavizar la mayoría- y del otro bando, la parte más productiva, de mayor cultura y con menores rémoras conductuales para inducir el desarrollo social y democrático de la nación venezolana.
La balanza la inclina o no las Fuerzas Armadas. El verdadero árbitro. O estas acompañan la calle y sacan al atronao, recuperando su honor y función dentro del Estado y la sociedad, o las calles llenas de enardecidos venezolanos terminarán sacando a Chávez, mientras las Fuerzas Armadas quedarán hundidas en el oprobio de haberse dejado convertir en los esbirros de la dictadura moribunda… Y eso tiene demasiadas consecuencias.
Yo apuesto cien a uno al honor militar de quienes detendrán al atronao déspota y a sus esbirros uniformados. Ya vendrá la cirugía en las Fuerzas Armadas para limpiarla de sádicos y condenar a los asesinos. Ya les llegará el día a quienes dieron las órdenes, cuando se les arranquen los soles y se les juzgue y condene por sus crímenes.
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