Cuando la rabia vota
Es tanto lo que se ha dicho y escrito sobre las razones que hicieron
Presidente a Hugo Chávez, que insistir en el tema es llover sobre mojado,
pero no importa, llovamos: fue una mezcla de rabia, frustración, ánimo
vengativo y resentimiento. Electores de distintas clases sociales
coincidieron en su voto por el militar golpista para cobrarse, bien la
pérdida de su estatus económico anterior al Viernes Negro de febrero de 1983
o bien la incapacidad de los gobiernos subsiguientes al que provocó ese
colapso, para cumplir sus ofertas electorales siempre repletas de populismo
dadivoso. Cada uno de los tres presidentes que sucedieron a Luis Herrera
Campins, hizo de la pobreza y de la crisis económica del país el tema
central de su campaña electoral. Pero al final de los quince años que
mediaron entre Jaime Lusinchi y Rafael Caldera II, los pobres eran más en
número y en pobreza y la calidad de vida de todos los venezolanos se había
deteriorado en forma progresiva. La convicción generalizada de que Venezuela
era un país riquísimo pero que su gente era cada vez más pobre porque los
políticos corruptos se lo robaban todo, condujo a muchos votantes a
pronunciarse por aquel Tamakún que erraba por los pueblos y barrios del país
con un discurso incendiario en contra de los corruptos adecos y copeyanos y
de redención de los pobres que aquellos habían olvidado.
Por supuesto que hoy -a cinco años de aquella fecha- la mayoría de quienes
votaron por Chávez bajo el efecto de tales emociones, está arrepentida. Más
aún, ahora el objeto de su rabia, frustración y ánimo vengativo es
precisamente ese a quien contribuyeron a elegir en diciembre del 98. Si
alguna vez creyeron que no podía haber nada peor que los gobiernos de AD y
de COPEI, hoy tienen ante sí uno que representa todo lo negativo y
deleznable de aquellos pero elevado al cubo y ninguna de las obras que
lograron realizar. ¿Y qué decir del resentimiento como impulso electoral?
Pues que esta es la condición emocional que Chávez ha sabido estimular con
verdadera maestría y es allí, en una masa de resentidos por razones
económicas y sociales, donde tiene su única base de apoyo.
La rabia es una reacción o un impulso que por carecer de racionalidad,
provoca acciones cuyas consecuencias no pueden advertirse porque no son
objeto de una reflexión previa. La rabia colectiva por el asesinato masivo e
indiscriminado de hombres, mujeres y niños causado por terroristas islámicos
logró cambiar en pocas horas el rumbo político de España. ¿Pensaron esos
electores que estaban así cediendo al chantaje del terrorismo? Seguramente
no, en sus mentes privaba la necesidad de encontrar un culpable inmediato de
la tragedia y de vengarse de él. Si a ver vamos el verdadero elector español
fue Osama bin Laden. Por supuesto que esto tiene de lo más contento al
gobierno venezolano. Ya la cara más dura de todos los caraduras del régimen
ˆel vicepresidente- acaba de manifestarlo con su neoestilo
neorrevolucionario: «fue derrotado uno de los más violentos y agresivos
enemigos del gobierno del Presidente Chávez, el golpista Aznar». La euforia
del oficialismo por el triunfo del PSOE podría hacer pensar a cualquier
observador desprevenido, que el señor Rodríguez Zapatero es un activista del
MVR y que en cualquier momento se calzará su boina roja y anunciará el
inicio de la revolución en la Madre Patria, con Asamblea Constituyente y
Círculos Bolivarianos incluidos. ¿Será esto posible? ¿Pasaremos de la
claridad que tenía el gobierno del PP sobre la verdadera catadura de Hugo
Chávez, a una ceguera cómplice o cuando menos complaciente por parte del
nuevo gobierno del PSOE?
Más allá del trasfondo de los resultados de las elecciones en España, lo más
digno de ser destacado es el triunfo de la vocación democrática de ese país.
Ni por un segundo se le ocurrió a nadie -en el partido derrotado- dudar de
la pureza de los resultados ni apelar a marramucias y vagabunderías
seudolegales para torcer la voluntad mayoritaria de los votantes. El Partido
que ganó y vuelve al gobierno, fue el artífice de la consolidación
democrática y del ingreso de España en la modernidad y en el desarrollo.
Felipe González, su conductor durante catorce años, demostró ser un
verdadero estadista con la más lúcida concepción de la política como acción
trascendente. Los innegables logros en los ocho años de gobierno de José
María Aznar, en pro del bienestar del pueblo español, tuvieron como base de
sustentación la obra de gobierno del PSOE. ¿Puede imaginar alguien que por
ser opositor de Aznar, el nuevo Presidente del Gobierno español se va a
tragar el cuento de que el gobierno de Chávez es democrático? ¿Se va a hacer
la vista gorda el nuevo gobernante ante las violaciones de derechos humanos;
burlas reiteradas de la Constitución y de las leyes; secuestro de todas las
instituciones del Estado; abusos de poder y atropellos a la voluntad
mayoritaria de los venezolanos que definen la clase de gobierno que existe
en este país? ¿Es ciego y sordo el señor Rodríguez Zapatero o no lee
periódicos o nunca ha visto televisión o no tiene noción alguna sobre
política exterior y jamás se ha entrevistado con dirigentes políticos
venezolanos de la Oposición? ¿Se va a retirar España de la Unión Europea
porque no comparte la opinión oficial de esa entidad sobre el caso
venezolano? Quién sabe, a lo mejor cree que a España y a los españoles les
iría de lo mejor si su gobierno imita al de Fidel, como Chávez.