Todo depende del color del cristal con que se mire
La noticia se difundió por numerosos medios de comunicación a nivel mundial:
“Colombia derrotada en la OEA. No logró que se convocara la reunión de cancilleres”. Ahora, uno se pregunta: ¿Qué clase de derrota fue esa? Cabe responder: Colombia necesitaba 18 votos para lograr la convocatoria de la reunión de cancilleres y obtuvo 17. Sólo cinco embajadores de países votaron en contra de la solicitud; fueron los de los miembros del Alba, Ecuador, Haití, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. –como era de esperarse. Los votos a favor fueron los de Costa Rica, Salvador, EE.UU., Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, México, Paraguay, Perú, Santa Lucía, Bahamas, Uruguay, Barbados, Canadá, Chile, y Colombia. Se abstuvieron: Saint Kitts y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Trinidad y Tobago; Antigua y Barbuda, Belice, Brasil, Argentina, Grenada, Panamá y República Dominicana.
Si examinamos los votos en contra y las abstenciones, podemos decir que, en los tiempos de Chávez, con el control que Venezuela tenía en las votaciones de la OEA, a través de los países del Caricom, beneficiarios de permanentes donaciones del gobierno venezolano, la derrota de Colombia, una votación semejante habría sido mucho más grave para el país vecino. Y vamos más adelante, países como Jamaica, Santa Lucía, Bahamas y Barbados, todos miembros del Caricom, votaron a favor de Colombia.
También hay que tomar en cuenta que otros países del Caricom, en lugar de votar en contra de la petición colombina, tal como lo habrían hecho en tiempos de Chávez, simplemente se abstuvieron.
Me atrevo a decir que fue la abstención de Panamá lo que impidió el triunfo de Colombia. Puede pensarse que fue porque no le aceptaron la propuesta de mediación. Sorprende que Argentina y República Dominicana tampoco hubiesen votado en contra y que simplemente se abstuvieron.
A quienes se abstuvieron va le la pena recordarles las palabras de Martin Luther King: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos».