Opinión Nacional

Los dardos de Chávez

En la I Cumbre de las Américas realizada en Miami en 1994, los 34
Presidentes y Jefes de Estados de los países latinoamericanos y del Caribe
decidieron convertir al continente en una área de libre comercio. A
excepción de Cuba, que no fue invitada a participar, todos aceptaron
conformar esta zona de “equidad comercial hemisférica”.

Acuerdo que fue sellado con abrazos, risas y fotos. Llenos de ilusiones o de
intereses pero, como toda declaración política, las intenciones de las
palabras quedan en los recuerdos de las emociones. Porque la realidad es
otra. Richard Nixon, padre orientador de las actuales generaciones que
dirigen a los EE.UU., declaró en sus “Memorias” que en política no se podía
decir nunca la verdad. Sostenía que para mantener el poder había que
expresar lo que el contrario deseaba escuchar, pero jamás hacerlo. Nixon y
Kissinger, veteranos manipuladores del mundo, constituyen la base de
sustento ideológico de los actuales halcones del gobierno de Bush que
quieren implantar el ALCA a partir del 2005.

Las acuerdos principistas, como el de esta Cumbre, nada tienen que ver con
lo que se propone el imperio establecer en la región. Colin Powell dijo:
“…nuestro objetivo en el ALCA es garantizar a las empresas de EE.UU., el
control de un territorio que va desde la Polo Ártico hasta la Antártica, de
libre acceso al mercado sin ningún obstáculo ni dificultad para nuestros
capitales, productos, servicios y tecnología en todo el hemisferio”.

El ALCA abrirá los mercados de América Latina y el Caribe a la agricultura
de EE.UU., y las corporaciones transnacionales desplazando a las inversiones
de la Unión Europea y el Asia. Someterá a la región a continuar su rol de
zona exportadora de materia prima, limitando su existencia a la periferia
del desarrollo sustentable. El ALCA es el paradigma de la recolonización
regional a través de un componente jurídico internacional. Es sumar al
mercado de EE.UU., el 12% del área terrestre global, el 7 % de la población
mundial, el 30% del agua potable de todo el planeta y la garantía
incondicional del suministro de petróleo para suplir sus reservas
estratégicas.

Para asegurar que el ALCA funcione por el carril de lo que decida EE.UU., el
Comando Estratégico del Sur (Southcom) viene implantando los respectivos
planes militares en el hemisferio. Entre estos se encuentra el Plan Colombia
(militarización regional contra las FARC y el gobierno de Venezuela), el
Plan Puebla-Panamá, conocido también como Nuevos Horizontes (mantener la
sumisión centroamericana) y el Plan Dignidad (controlar la Amazonía). La
Amazonía significa la materia prima para la ingeniería genética y la
biología molecular, elementos nutrientes de la industria farmacéutica
mundial (la industria militar, la petrolera, la farmacéutica y la de
comunicaciones son las que producen los mayores beneficios y los más grandes
volúmenes de acumulación de todas las CTN del mundo). La Amazonía abarca a
seis países de la región: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y
Venezuela. Allí existen 125 mil tipos de plantas esenciales para
medicamentos, pesticidas, colorantes, fibras, aceites, maderas y alimentos;
comprende el 50% de los bosques tropicales del mundo; aloja la 3ra., parte
del agua dulce –51 países están en riesgo de afrontar conflictos por el
agua en los próximos 10 años; y le da vida a la fauna del mundo más rica en
variedad de géneros. Por otro lado, los planes del Comando del Sur buscan el
control de las vías de comunicación regional para la explotación de los
recursos naturales y la producción de sus mercancías que generará el
acuerdo. Entre ellas, los nuevos canales del libre comercio, como lo son el
Puebla-Panamá, proyectado para unir el Golfo de México con el Pacífico; y el
canal seco que viene desde Brasil hasta el Pacífico pasando por Ecuador.

El ALCA no es la buena intención de la letra muerta. Es el reforzamiento de
la nueva fase del imperialismo que ha asumido EE.UU., explicitada en sus
planes bajo la el principio del “Dominio del Espectro Global” y atendiendo
la línea de la doctrina del “Nuevo Siglo Americano”. Ambos postulados
definen en concreto la autoadjudicación de la hegemonía mundial por parte
del gobierno de EE.UU. Pero no todo es de color rosas para el imperio. Ahí
está el Presidente Chávez con sus dardos antimperialistas que irritan y
golpean a Bush. Aquí está la Revolución Bolivariana sembrando conciencia en
el pueblo venezolano y aupando la emancipación de toda la América Latina.

Chávez y la Revolución Bolivariana son amenazas asimétricas para el imperio.

A pesar de su poderío militar, de sus intereses vitales y del dominio del
espectro global, los EE.UU., no tienen todas las de ganar. La conciencia del
pueblo y su talento creador batirá al imperio en sus intentos por implantar
el ALCA y continuar financiando la desestabilización contra el gobierno
revolucionario del Presidente Hugo Chávez.

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