La CD como partido político
Las circunstancias apuntan a la coincidencia de las distintas fuerzas políticas y sociales de la oposición, incluso, para la postulación a los cargos de elección pública que están pendientes. Resistirse a tamaño consenso equivaldrá, como equivale hoy, a hacerle el juego al gobierno que tiene en Chávez un partido en sí mismo, promotor de todas las nominaciones, aún las más impensables, respaldado por el combustible petrolero.
Es difícil amalgamar las más disímiles corrientes ideológicas, estilos y contenidos, en favor de una tarea común, como es la del desplazamiento pacífico e institucional del Gran Dispensador. Empero, éste, no precisamente un adalid del pensamiento político, alguien que no es de izquierda o de derecha sino –precisamente- eso que llaman chavismo, obliga a hacer todo lo extraordinario en el curso de los días.
De acuerdo a la más elemental aproximación, un partido es comunión de mensaje, estructuración de esfuerzos y atrevimiento estratégico. Evidentemente, los socialcristianos como COPEI, los liberales como Proyecto Venezuela, los marxistas como Bandera Roja o los socialdemócratas como Acción Democrática o el MAS, cuentan con características propias en cada uno de los citados renglones, pero –debido a la amenaza cernida sobre el país- deben matizarlas y, algunas, posponerlas porque se trata de una sola posibilidad la que se asoma actualmente: la pulverización de la sociedad democrática. Y, con todas sus distinciones y matices, esas organizaciones radicalmente contrastan con el partido oficialista, la organización emblemática del gobierno, el portaestandarte absoluto del poder: no otro que Chávez.
Podrán clamar a los cielos aquellos incautos que creyeron un cruzado de la democracia al Vecino de Miraflores, pero es éste y más nadie quien decidirá las nominaciones regionales, municipales, parroquiales y –si se puede- a cuanto reinado a las fiestas patronales se planteé. Dispone de dinero abundante, constante, sonante y sobrante, resignados el MVR, el PTT y los demás clubes que lo apoyan, a colar nombres en la medida de lo posible y que sean del agrado del Magnífico Jerarca.
Es difícil y nada aconsejable que la oposición confluya en una única, duradera y blindada entidad partidista, pues, su secreto reside en una oxigenante diversidad, pero –ante los retos planteados, a corto y mediano plazo- debe comportarse como si fuese un partido –el de la libertad, la democracia y la honestidad- digno de confrontar al que reside en las cumbres del Estado. Una experiencia inédita que bien puede encarar la Coordinadora Democrática, si los medios audiovisuales –el otro partido- lo permiten.
Descedulación
La reforma hecha a la Ley de Identificación hace algún tiempo, no la comprendemos aún. Y, menos, las dificultades crecientes para obtener el correspondiente documento de identidad, tantas que el fenómeno es el de la descedulación de las venezolanos, al lado de las consabidas manipulaciones políticas que ha hecho el gobierno en la materia, reacio a cualquier control así fuere de la opinión pública.
Actualizar el proceso y los procedimientos para dotar a cada ciudadano de la documentación legal, siempre suscita suspicacias. Debe leerse, la posibilidad cierta de un gran contrato y de una gran comisión a quien o quienes puedan impulsarlos que, en el ruedo de la competencia, genera otras dificultades adicionales.
Se dirá de una curiosidad “tercermundista”, pero el propósito de documentar a los ciudadanos parece no entenderse sin la apetencia de enriquecer a algunos que, directa o indirectamente, forman parte de la telaraña estatal. Lo cierto es que miles y miles de venezolanos deben hacer formidables y heroicas colas para tramitar la cédula, cancelar un timbre fiscal de mayor denominación que el exigido por las normas y, después, antes de cansarse, ir a las oficinas públicas a repetir el itinerario, porque jamás podrán alcanzar el laminado o, al menos, tardarán demasiado en alcanzarlo, complementándose con el viejo y vencido laminado a objeto de cumplir con sus diligencias oficiales. Y esto último es otra de las curiosidades de un Estado que se dice de Derecho, además de la desaseada, intrincada y deprimente situación en las que se encuentran las instalaciones públicas.
Una tercera curiosidad, a las más brillantes personalidades del mundo del espectáculo, los negocios, el deporte o la política, no se les ve haciendo esas colas interminables, agotando esos trámites, procurando alcanzar el laminado. Acá podemos distinguir entre dos especies de ciudadanía, la que sufre porque se le reconozca en la papelería oficial y la que emplea, acaso, los más ingeniosos mecanismos a fin de no compartir ese sufrimiento.
La tramitación y la obtención de la cédula de identidad no sólo deben ser transparentes, igualitarias, cómodas, rápidas, confiables, sino también gratuitas. Absolutamente gratuitas, ya que es una obligación del Estado la de identificar y facilitar la identificación de sus ciudadanos con la exactitud que, por cierto, interesadamente irrespeta el régimen.
Ejercicio espacial
Posiblemente perdurará la fiebre espacial, como en aquellos emblemáticos sesenta, advertida la posibilidad a muy largo plazo de ocupar (alguien dirá invadir, colonizar o aniquilar), los linderos marcianos, porque –simplemente- nuestro planeta no garantizará la estancia de las especies con tendencia a desaparecer en ella, según los especialistas. Sin embargo, al ejercicio espacial que desarrollan los estadounidenses, europeos o chinos, debe agregarse otro: el del chavismo.
Debe ser un ejercicio interesante el de indagar qué ocurrió con el proyecto de una base aeroespacial en Venezuela, a sabiendas de las características demagógicas del régimen. Quizá sea conveniente ir a la infopista para intentar conocer a la empresa o las empresas presuntamente beneficiadas por el contrato, si éste efectivamente fue suscrito o –apenas- se trató de una payasada más.
Compartimos la necesidad de afrontar el reto espacial desde este lado del mundo, reconocidas nuestras limitaciones, pero las hazañas robóticas en suelo de Marte también suscitan la muy terrenal preocupación en torno a proyectos que deambulan en las carteras del Estado venezolano, haciéndose los carteristas los yo no fui en sus frecuentes contactos de tercer tipo.