¿Será Venezuela otra Cuba?
La visita a Venezuela del Ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, es más que oficial, oficiosa. Si uno se toma la molestia de buscar en el diccionario los múltiples significados de este término, encuentra que el último de todos es mentira; ese es precisamente el que cuadra a la farsa que ha venido a representar este amanuense de Fidel Castro: el encuentro de quienes para el régimen represivo de aquel país son escritores, con los que el régimen chavista cataloga y admite como tales. Los incondicionales. Las declaraciones del funcionario cubano, al pisar tierra venezolana, causaron la indignación de numerosos exponentes de la cultura nacional. Dijo Prieto sin el menor rubor y con la cara de piedra que se requiere para negar lo que es obvio e inocultable, que en Cuba no hay presos de conciencia. Si uno procura comprender lo que la dictadura fidelista estima es la conciencia, tiene que admitir que el señor ministro ha sido sincero: no puede haber presos de conciencia porque los disidentes son absolutamente inconscientes.
Dentro del bien aprendido y acatado esquema estalinista, quien piensa distinto o pretende criticar al régimen sencillamente carece de todo raciocinio; es un loco y -en muchos casos- simplemente no es un ser humano, no es nada. El actual ministro israelí Natán (Anatoly) Sharansky, brillante matemático ruso que osó oponerse al régimen comunista mientras vivió en la Unión Soviética; es un ejemplo viviente de cómo aquel régimen borraba a las personas del mapa sin necesidad de desaparecerlas físicamente; sencillamente dejaban de existir en términos oficiales y su nombre era eliminado de toda nómina. Al salir de diferentes cárceles con celdas de aislamiento, incluido su confinamiento en Siberia, se encontró con que era un no persona. ¿Puede entonces pedírsele a este o a cualquier otro vocero del estalinismo cubano, que reconozca la existencia de presos de conciencia o de intelectuales presos en su país? El moribundo Oscar Elías Biscet, los escritores Manuel Vásquez Portal y Martha Beatriz Roque, el poeta Raúl Rivero, el ciego Juan Carlos González Leiva y otras decenas de intelectuales, están presos y varios de ellos incomunicados, pero presos de conciencia no son y menos aún intelectuales. Son enemigos de la revolución lo que equivale a ser muertos en vida.
Que esto haya ocurrido durante cuarenta y cinco años en Cuba y que siga ocurriendo en el siglo 21, cuando la democracia y los derechos humanos han adquirido una importancia capital en el ámbito internacional; no debería sorprendernos. El estalinismo fidelista es como un engranaje cuyas tuercas deben estar bien apretadas, si alguna se afloja pueden suceder cosas como la perestroika. Por eso ignora incluso, las protestas y cuestionamientos de quienes hasta ayer fueron sus más conspicuos cómplices por delito de encubrimiento, verbigracia el Premio Nobel José Saramago. Lo inaudito es que en Venezuela intelectuales con conciencia ¿quién podría dudarlo? sean protagonistas de este Encuentro y avalen con su presencia, no solo el trato criminal que sufren colegas suyos en Cuba; sino también la exclusión o negación de la condición de intelectuales, a la gran mayoría del mundo cultural venezolano. Este ha quedado reducido a un grupito de yesmen del empate chavista-fidelista: Aristóbulo, Farruco Sesto y Tarek W. Saab como representantes del oficialismo y Benito Irady, Gustavo Pereira, Luis Alberto Crespo, Stefanía Mosca, Enrique Hernández De Jesús, Luis Noguera, Luis Britto García, Edmundo Aray, Román Chalbaud y Jesús Enrique Guédez como sus acríticos adeptos. Los demás, los escritores, poetas, artistas plásticos, músicos, dramaturgos, promotores y demás personalidades vinculadas por largo y fructífero tiempo al quehacer cultural; muchos de ellos ligados por antiguos lazos de amistad a los bailadores del son chavista; han dejado de ser gente consciente, inteligente, creativa, sensible, simpática, talentosa, amiga, ahora son nada, nadie, no existen. Como Sharansky.
Un grupo de estos invisibles e intocables para la cultura oficial, ha enviado una carta al ministro Prieto advirtiéndole que Venezuela no será otra Cuba. Y no lo será entre otras razones porque la mayoría pensante, digna y libertaria no puede ser aplastada ni borrada ni ignorada por una minoría de dogmáticos que dicen amén a todas las tropelías, crímenes y persecuciones que operan en nombre de una falsa revolución, llámese cubana o bolivariana. Cuando muchos de estos que hoy disienten del régimen chavista apoyaban a Fidel Castro y a su revolución, allá por los años 60 y 70; la mayoría del pueblo venezolano y de sus fuerzas armadas logró derrotar el propósito de transformarnos en una copia de la Cuba prisionera. Imagine señor Prieto lo difícil que resulta ahora para el anciano dueño de su patria y para su tambaleante pupilo, meternos en ese infierno. Vuelva a su país e infórmele a su jefe que aquí no hay nada qué buscar; que una cosa es Chávez y ese montoncito de escritores o seudo escritores que lo apoya y otra muy distinta, muy grande y muy sólida, la gran masa de gente de la cultura que lo adversa con todas sus ganas y fuerzas. Ármese de valor y dígale que aquí el estalinismo fidelista no pasó antes ni pasará jamás.