Opinión Nacional

Locademia militar

Este último cuatro de febrero ha servido, como los últimos once y,
especialmente los cinco que han corrido el ascenso de Hugo Chávez; para que
acólitos y adversarios del cabecilla del golpe militar del 4-F-92, elogien o
cuestionen el fallido intento de derrocar a un presidente elegido
democráticamente y, de paso, a la democracia misma. Cada año el discurso
cambia de acuerdo como se muevan las relaciones entre Chávez y quienes
fueron sus compañeros en la asonada. Y, como es natural, con el discurso
cambian también las versiones que cada uno ofrece de lo que ocurrió aquel
día, de sus antecedentes y de los sucesos posteriores. Chávez, los
compañeros de aquella aventura que aún lo apoyan y los que se fueron
guindando de las ramas del árbol de las tres raíces, se empeñan en hacernos
creer que aquello fue una epopeya militar. Alejando Magno, Ciro El Grande,
Genghis Kahn y Napoleón Bonaparte resultan mediocres aficionados ante la
estrategia militar y el valor desplegados por nuestros albaceas del legado
bolivariano. Pero a cualquiera se le presentan inconvenientes de última hora
fallas imprevistas que dan al traste con planes tan cuidadosamente armados
a lo largo de casi una década. Inútil tratar de encontrar alguna verdad
absoluta más allá de la única visible, obvia y contundente: el fracaso
estrepitoso de esa sublevación que ni a golpe pudo llegar.

Quiénes fueron los valientes y quienes los cobardes; quiénes los muy altos
oficiales comprometidos que abandonaron a mitad de camino a los alzados en
armas; quiénes los civiles conjurados y quiénes los irresponsablesˆ tanto
del gobierno civil como del alto mando militar- que enterados de que se
cocinaba un plan subversivo, prefirieron ignorarlo por soberbia o por simple
estupidez. Saberlo es difícil, depende dónde se encuentre ubicado cada uno
de esos personajes en el momento actual. Uno de los casos más emblemáticos
de cómo el cinismo sin límites puede voltear cualquier tortilla, es el del
vicepresidente José Vicente Rangel quien dejó suficientes pruebas escritas y
publicadas de su rechazo a la intentona del 4 de febrero del 92 y luego ha
pretendido bautizarla como un inocente golpe de opinión.

El periodista Wilfer Pulgarín, de El Nacional, tuvo el acierto de escribir
su recuento de los antecedentes del 4-F-92 en forma tal que parece historia
(mejor comedia) novelada; compara a sus actores con una desbandada de
policías en un film mudo. En realidad hay ejemplos más actuales: las
películas de la serie „Locademia de Policía‰. El resumen de esa sarta de
equívocos podría ser que muchos de los oficiales que combatieron a los
golpistas, no solo con las armas sino también con sus convicciones; hoy
colocan su chamba gubernamental por encima de principios y valores y les
importa un pepino que Chávez haya prácticamente destruido a su institución.

Mientras que muchos de los complotados y hasta juramentados en el Samán de
Güere, denigran de Chávez y pretenden justificar su participación en la
asonada con el cuento de que creían en una Venezuela mejor, sin corruptos,
por el pueblo y para el pueblo, bla,bla,bla.

Lo realmente triste de todo este sainete, es descubrir que los ideales,
valores y normas que les fueron inculcados a lo largo de una carrera militar
en la que el Estado invirtió recursos humanos y materiales, fueron (y son)
arrojados a un basurero cuando lo que está en juego es la ambición por
posiciones y posesiones. Me parece estar viendo aquella grotesca fotografía
del general Santiago Ramírez -hoy flamante embajador chavista en Colombia y
defensor de todas las barrabasadas del régimen- cuando danzaba entusiasmado
con la señora Victoria Matos (madre de Cecilia) como trabajo de
ablandamiento para ser designado Ministro de la Defensa. Supuestamente fue
esa fotografía publicada en las páginas de Sociales de El Nacional, la causa
de que lo dejaran con los crespos hechos y -este último- el motivo de su
conversión en denostador de la Cuarta República y revolucionario de corazón.

Si después de doce años aún hay tantos aspectos oscuros con respecto al 4-
F- 92, no puede extrañarnos la confusión que rodea lo que ocurrió el 11 y 12
de abril de 2002. Sin entrar a calificar si lo que provocó la renuncia de
Chávez fue o no un golpe y si fue o no premeditado; hay algo que nadie
podría discutir: unos militares lo hicieron renunciar y otros lo hicieron
regresar. Las narraciones de lo ocurrido en esos días, sobre todo del
berrinche de unos por las posiciones ocupadas por otros y sus insólitas
consecuencias, podrían ser parte de una nueva serie fílmica llamada
„Locademia militar‰. ¿Ofendo con esto a la institución militar? En absoluto,
digo lo que creo es la verdad sobre la incompetencia ridícula y la
irresponsabilidad de trágicas consecuencias de los militares que olvidan lo
que son y para qué son y pretenden jugar a la política; de los que colocan
su egoísmo y sus ambiciones crematísticas por encima de su deber que es
salir de sus cuarteles solo para defender a su Patria y a la Constitución y
leyes de la República. Nadie podría olvidar el heroísmo y los servicios
invalorables de los militares que combatieron a la guerrilla pro castrista
de los años 60 y luego volvieron a sus cuarteles. El contraste con las
chapucerías de estos metidos a políticos, es abismal. Que lo tengan muy
presente quienes todavía sueñan con un golpe militar para sacar a Chávez.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba