Opinión Nacional

Hay momentos en la vida

Hay momentos en la vida en los que nos vienen a la mente los Heraldos Negros de César Vallejo. En particular cuando éste decía:

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!.

Pero cuando detenemos el andar y miramos la vida que hemos vivido y la que aún nos queda, no podemos decir:» Yo no sé!». Sí sabemos que lo que nos queda a todos es la alegría de muchos instantes vividos y la esperanza de que las zanjas oscuras en las que nos arremolinamos, sin vislumbrar una clara salida, son sólo circunstancias temporales de un destino amargo del cual todos, en mayor o menor medida, hemos sido causa, o en su defecto, consecuencia.

Estar, como muchos, sin saber qué hacer, derrotados antes de haber continuado la batalla por una mejor vida, deseando que culmine la pesadilla sin darnos cuenta de que no estamos soñando sino viviendo, no es otra cosa que esperar que el camino por andar lo transiten otros, como si así pudiésemos llegar a algún destino.

En estos últimos años, en Venezuela hemos vivido una era de paroxismo, un proceso de destrucción sistemática del resquebrajado, apenas existente, orden institucional. Se han potenciado, por un manejo ineficiente de la economía, las fallas que confirman la profunda desigualdad de nuestra sociedad. Nada se ha hecho por sembrar las semillas de la tolerancia y el espíritu de lucha necesario para vencer juntos los retos que obstaculizan la creación de una Venezuela más justa, digna y honesta.

No creo que esta sea la hora de resollar por las heridas sufridas, no creo que sea el momento para renunciar a luchar por lo que se considere lo más justo y necesario para enfrentar positivamente nuestro futuro. Hay que seguir, día a día, en el combate por establecer en el país una democracia funcional y eso sólo se logrará con la participación de todos en todos los frentes de la lucha democrática, a pesar de los obstáculos, a pesar de la natural desesperanza que surge en los que han sido engañados. Lo peor que podemos hacer es quedarnos rumiando en nuestros hogares sobre la desgracia de la esperanza perdida. El camino, como decía Machado, se hace al andar, no habrá caminos si nos sentamos a esperar que otros los transiten por nosotros.

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