Opinión Nacional

Carlos Alfonzo Martínez no convalida el irrito juicio en su contra

(%=Image(2477353,»L»)%)En la mañana del martes 27 de enero, cuando el General de la dignidad lleva cumplidos 12 meses de privación ilegitima de su libertad, ante su negativa de comparecer voluntariamente, el Juez décimo séptimo de Primera Instancia Penal, de apellido precisamente Bastardo, se jactó de que él mismo iría a coordinar las fuerzas del orden para obligarlo a atender la audiencia.

En un ridículo despliegue, alrededor de setenta efectivos militares, además de numerosos integrantes de la DISIP, rodearon el Centro Nacional de Procesados Militares (CENAPROMIL), ocupando incluso el techo del penal, mientras dentro, a unos escasos cinco metros de la celda del General, se improvisaba una Sala Tribunalicia y finalmente, el inefable justiciero Bastardo del régimen llego en helicóptero.

Funcionarios de la DISIP, de manera respetuosa, entraron a la celda del General a quien a acompañaba su fiel amigo el General Emilio Espinoza Tapia, y solicitaron al hasta en la cárcel perseguido General, dirigirse voluntariamente al bochornoso escenario. Con la suave firmeza que le es propia, Carlos Alfonso Martínez mantuvo su posición. Los confundidos funcionarios le informaron que tenían orden de llevarlo por la fuerza, el General sin prisa y sin alardes tomo su bandera, se sentó en el piso de su celda y les reiteró que por la fuerza tendrían que llevarlo. En efecto, entre varios lo levantaron del suelo como si fuese un fardo, no opuso resistencia, limitándose a permanecer firme aun en la posición horizontal que le fue impuesta. Una vez trasladado así a la caricatura de Tribunal, volvió a sentarse en el piso, siempre digno y sereno armado de su bandera.

Transcurrieron unos diez minutos sin que el antijuez hiciera acto de presencia, Carlos Alfonso Martínez se levantó despacio, y ahora sí, con sus propios pies, regreso a su celda. «No me pasa nada, contesto al General Espinoza, solo que nada tengo que hacer allí».

Volvieron los funcionarios de la DISIP, quienes en su desconcierto le preguntaron si los iba a agredir, con toda calma respondió: «como los voy a agredir si yo soy un hombre de paz». Vuelta a cargarlo y otra vez se sentó en el piso enarbolando su estandarte tricolor. El Bastardo asomo finalmente desde la escalera y al ver la escena no supo que hacer, optando al poco tiempo por retirarse. El General fue invitado a regresar a su celda, sin inmutarse dijo: «antes los voy a ver desfilar a todos ustedes.»

No en balde infunde terror a la contenta barbarie.

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