Una consigna cínica, maniquea y chantajista
Pocos aceptarán que una potencia extranjera envíe a sus agentes para la captura de un sujeto en suelo ajeno, pero muchos coincidirán en la espesa penumbra de las explicaciones del presidente Chávez, más que de su gobierno, sobre las circunstancias que rodean la aprehensión de Rodrigo Granda. Simplemente, hubo una ola de naturalizaciones, con la inmediata inclusión en el Registro Electoral Permanente (REP), presta a barrer las playas del intento revocatorio y de los comicios regionales, que no encuentra a ningún culpable por lesionar efectivamente la soberanía nacional, sin que aludamos al tránsito permanente de los “ilustres visitantes” que, con o sin un congreso que festeje a la supuesta revolución en curso, dicen también hacerla desde una trinchera tan peligrosa.
Lo cierto es que a los venezolanos se les quiere imponer una consigna nacionalista a rajatabla, según –obviamente- la versión que tiene el gobierno de ella, pues, no admite señalamientos concretos ni la sensatez de los argumentos esgrimidos por quienes la saben una herramienta muy manida para “unir” a todos en procura del “enemigo común”. La dramática falta de originalidad táctica, pone en evidencia a un régimen que sigue –incesante- su marcha hacia el control resueltamente arbitrario del poder, con la pobreza de sus alucinaciones.
Poco le importa que casi 48 mil extranjeros, nada más en el estado Táchira, fueron cedulados en 2004, como informa el periodista Gustavo Azócar, o que la marcha hacia Caracas, y no de Caracas, del domingo 23, haya sido un fracaso. Y lo fue, porque la inversión mil millonaria para una movilización hecha negocio, así como la propia inducción y coerción ejercida, no se tradujo en los resultados que eran de esperar, pues, hubo gente, pero no en un número que estremeciera a la capital, así el gobernador Saab hablase a VTV de las 5 mil personas trasladadas desde Anzoátegui.
La consigna de soberanía, tiene sus bemoles –si se quiere- trágicos: el gobierno no ha sido precisamente un celoso guardián, a juzgar por las relaciones petroleras con Cuba o los Ballestas, Montesino y Granda; únicamente ha de aceptarse la caprichosa versión que de ella tiene; y de calar, trazando en profundidad la matriz de opinión, quien no salga en la foto es posible reo del delito de traición a la patria. Por si fuera poco, es una consigna que labra en medio de las jugarretas: COPEI no apoyó el acuerdo oficialista en la Asamblea Nacional y, a través de su secretario general, diputado Pérez Vivas, no sólo consignó su postura opositora, sino presentó una propuesta alterna, donde –por ejemplo- se hacía expresa condena de los movimientos terroristas como las FARC, cosa menos que imposible para los seguidores del régimen. Empero, un parlamentario adscrito a la bancada socialcristiana votó por el gobierno a título personal, haciéndose merecedor de una fortísima sanción por su partido, junto a LCR y al MAS, para completar la comedia del régimen nacionalista.
Importante digresión, a objeto de justificar la reforma del Código Penal frente a la Iglesia Católica, el diputado Willian Lara señaló, en VTV, que los cacerolazos atentan contra la dignidad de la persona. Amén de la curiosa tipificación, olvida el parlamentario el empleo de una masiva y pacífica herramienta política que llegó a estas coordenadas con más de una década en su haber; el auspicio de toda denostación física y verbal contra la oposición, cuando ellos supieron de un apogeo inicial de popularidad; y, específicamente, las agresiones reales y efectivas contra inocentes de parte de los pistoleros del oficialismo, a lo largo de seis años.
UN ASUNTO DE SEGURIDAD NACIONAL
La decisión de “paralizar” las relaciones con Colombia, no ha sido fruto de una amplia consulta nacional. Una materia tan grave y delicada que afecta nuestra seguridad y defensa, corre bajo la exclusiva responsabilidad del presidente que ha hablado incansablemente de la democracia participativa y protagónica que impulsa.
Creemos necesario que sectores significativos de la oposición tengan representación en el Consejo de Defensa de la Nación de acuerdo al artículo 35 de la Ley Orgánica de Seguridad de La Nación, en correspondencia con los artículos 5 y 8 iusdem. El principio de corresponsabilidad del Estado y la sociedad para nuestra defensa y seguridad integral, convenida la pluralidad política y participación ciudadana como una de sus expresiones, sugieren tan necesario concurso en el leal y patriótico acceso a la información estratégica, como en el proceso para la toma de decisiones en un asunto que ha de tener un ineludible carácter de política nacional, para que sea convincente y eficaz su tratamiento.
Podrá decirse de una tribuna natural como es la comisión parlamentaria de política exterior o la de defensa, pero bien sabemos el sobrepeso que el oficialismo ha ejercido sobre ellas, sin permitir que emerja una investigación parcial y objetiva en torno a una variedad de temas, al menos, con el vigor y empuje del que conocimos en el antiguo Congreso de la República. El país no le compete a los circunstanciales conductores del Estado, por lo que es recomendable no sólo la participación de la oposición democrática, sino que sesione el Consejo de Seguridad de la Nación, como la lógica referencia para la implementación de políticas en un asunto que es de todos los venezolanos.
TRES VECES SOTO
Se ha ido Jesús Soto y tres veces podemos ejercitar su regreso, con el recuerdo de la infancia, el servicio imprescindible que la prestó a la luz y los inmerecidos agravios que aún padece. La patria no está hecha únicamente de la pólvora y de los sables del siglo XIX.
El afamado artista también hizo nuestra infancia, porque fue celebrado en los espacios públicos, arraigando un gusto inicial por el cinetismo. Incluso, cuando curioseamos en la Hemeroteca Nacional, podemos constatar la influencia de las tendencias por entonces vanguardistas, en la composición y diagramación de los periódicos y revistas de finales de los sesenta y buena parte de los setenta que le concedieron igualmente una identidad a la época, por no mencionar la obra que presidía la entrada del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
Servidor de la iluminada Caracas, integrándose a la arquitectura, pasar por Plaza Venezuela significaba redescubrirlo en la torre Capriles. Con él nos enteramos de Cruz-Diez, Otero o Tinguely, como simples aficionados a un movimiento que nos invadió poderosamente, atajándonos ante el pop-art de los suplementos mexicanos que, por casualidad, no adquirimos para saber de los superhéroes en boga.
“La Esfera” de la caraqueña autopista “Francisco Fajardo”, constituye el mejor testimonio del respeto que le merece Soto al gobierno. No es una exageración oposicionista señalarlo, pues, a pesar del anuncio del rescate por parte de las autoridades, seis años han sido elocuentes para que haya quedado como una obra ejemplar, pero de los taxidermistas de la podredumbre urbana que corre bajo la responsabilidad del oficialismo desgobernante.